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Crónica de un atropello anunciado: La religión como materia evaluable

Hace un año se anunciaba lo que, según parece, está a punto de convertirse en hecho. La religión será materia evaluable. Es maravilloso. O sea, que además de progresar adecuadamente en la fe católica y, por tanto, estando en la más óptima de las disposiciones para la salvación eterna, resulta que se irá con mejor nota media a la reválida también pregonada que tanto cacareo provocó en su momento. Un privilegio por partida doble. Más cerca del Altísimo y a la vez mayor éxito en la andadura estudiantil en este valle de lágrimas. Ya se oyen trompetas jubilosas -y no apocalípticas- en las alturas. La emoción embarga las buenas conciencias. Enhorabuena, ministra. Estamos todos convencidos de que se acaba de ganar usted un hermosísimo pedazo de cielo.

Claro. ¿De qué le puede servir al alumnado aprender matemáticas, física, literatura, historia, y un largo etcétera si no se prepara desde la niñez el conocimiento de Dios? De poca cosa, ciertamente. ¡Qué falta nos hace aquí despojarnos de tanto aprendizaje de tejas abajo y propender hacia la cercanía con el Altísimo! Ya lo decían los golpistas del 23 F del 81. Había que meter a Dios en la Constitución. Lo que no sé es si Dios se les había aparecido manifestándoles su deseo de figurar en semejante emplazamiento. En todo caso, doña Pilar acaba de dar un paso de gigante a la hora de poner las cosas en su sitio. Ante todo, conocer la Doctrina y ser buen creyente. Todo lo demás, vendrá con la ayuda de la Gracia santificante que proporciona que la religión católica sea materia evaluable. Lo que hubo hasta ahora fueron malos sarampiones que tendrían que haberse evitado. El camino de la salvación contará desde que se apruebe esta ley con muchos menos escollos. ¡Qué dicha la nuestra! ¡Qué alegría cuando nos dijeron que la religión católica alcanzará un importante rango en los planes de estudio! Así, ya no hay lugar para trampas torticeras. Por ejemplo, para que exista una asignatura que contenga la historia del fenómeno religioso desde las civilizaciones más antiguas, pasando por las correspondientes mitologías. De eso, ni hablar. Claro, semejante cosa podría ser impartida por personal docente que esté fuera del redil católico, y los niños se quedarían sin conocer buenas nuevas y grandes dichas. Nada de eso. Aquí se evalúan las creencias, no los conocimientos, para eso está el resto de las materias que tan poco motivan a la población estudiantil por lo general. Lo primero es lo primero. Ante todo, la salvación del alma.

Bien. Ya estamos pletóricos. Cercanos al éxtasis. Los rojos acabarán pataleando. Por ejemplo, los socialistas que aceptaron el Concordato en las condiciones que ellos conocen. Por ejemplo, padres de la Constitución como don Gregorio Peces-Barba, tan próximo en sus años jóvenes a Maritain. Nuestra intocable Constitución tan proclive a que las ambigüedades hagan en ella fisuras. Por lo visto, tenemos un Estado aconfesional. Pero la Santa Madre Iglesia es a la vez reconocida en dicho Estado como algo más que un mero ámbito de creencia. No podría ser de otra forma en la católica España, que se dejó gobernar 14 años por los rojos socialistas. Y que cada vez que viene a nuestro país el Santo Padre lo visitan y lo cumplimentan con la humildad propia de buenos creyentes y cristianos estos rojillos que, como Bob Dylan, sueñan con la bendición papal.

Lo primero es lo primero, oiga usted. Aquí no se trata de atajar la escandalosa ignorancia que existe en materia bíblica, que causa, entre otras cosas, grandes dificultades para explicar conceptos básicos de historia del arte, de literatura medieval y de historia de la filosofía. Porque eso podría hacerse con una historia del fenómeno religioso con carácter obligatorio. No, lo que importa es la creencia, lo que importa son los trabajitos en los murales donde todos somos buenos, tolerantes y maravillosos, para lo que no hace falta conocer los más importantes pasajes y personajes bíblicos, para lo que no hace falta discernir los estilos artísticos con mayor peso religioso, para lo que no hace falta saberse ni la Patrística, ni la Escolástica, ni la doble verdad de aquellos otros, ni nada que se le parezca. Y quede claro también que, a fuer de ser buenos, tolerantes, caritativos, etcétera, de lo que se trata es de que las personas procedentes de otras culturas y religiones, cada vez más presentes entre nosotros, abracen la religión verdadera, y no se dediquen a estudiar la suya en los centros de enseñanza. Entiéndase bien, nuestra generosidad es tal que, en vez de despreocuparnos de su oscurantismo, queremos salvarlos. Para ello, la única forma es la única religión verdadera de la que podrán ser evaluados. Nada de que se evalúe el conocimiento del Hinduismo, del Islamismo, del Judaísmo, ni siquiera de los Protestantes y Ortodoxos. No, aquí estamos para evaluar el aprendizaje de verdades. No caigamos en malos y perniciosos equívocos.

La parroquia va a la escuela y a los institutos. Bien pensado, Dios está en los pucheros y en todas partes. Y la Ministra, consciente de que representa al poder terrenal y temporal, no pone obstáculos. ¡Qué lección de humilde sabiduría nos da doña Pilar con esta decisión política! Los místicos, además de las tres vías para acercarse a Dios, hubieran querido contar con esta cuarta opción que en el siglo XXI proporciona la ministra de la católica España.

¿Saben? Ardo en deseos de que llegue mayo, el mes de las flores. Estoy seguro de que la actividad extraescolar por excelencia serán las flores a María y los cánticos ad hoc. ¡Qué tierno será el mes de mayo, gracias a usted, doña Pilar! Le prometo que este profesor de Secundaria se pondrá a ensayar muy pronto esos cánticos tan emotivos.

Por fin, Dios con nosotros. Y usted que lo vea, doña Pilar.

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