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Creía en esta revolución. Luché por ella. ¿Y ahora qué?

En las últimas semanas, el ejército egipcio -un estado dentro del estado- llevó a cabo un golpe de estado cuidadosamente planeado y meticulosamente organizado. El miedo y la rabia se han extendido una vez más a través de las calles

De hecho, hicieron más que robarla. Los gerontócratas militares de Egipto, casi todos ellos íntimos amigos o socios del déspota caído Hosni Mubarak, necesitaron solo dieciocho meses para desmantelar la revolución y quitarles completamente su inocencia. Ahora lo han hecho por segunda vez, y han sido recompensados con un rotundo aplauso. Incluso peor, los manifestantes en las calles, que nunca han sido tan numerosos, han estado siendo agrupados recientemente por la muy odiada policía egipcia, tradicionalmente una de las más mortíferas armas de destrucción masiva de Mubarak. Es difícil imaginar un desarrollo más irónico. Temiendo la creciente islamización de su sociedad tanto como la caída en picado del país en la ruina económica, los manifestantes se permiten ser utilizados por la misma gente contra la que solían luchar… significando los mismos monstruos que asesinaron 846 de sus camaradas durante la primera oleada de la revolución – la misma gente que puso al país en manos de los islamistas en primer lugar.

Golpe de Estado

Hace un año, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF) transfirió temporalmente su poder a los Hermanos Musulmanes y su candidato presidencial Mohammed Morsi, un hombre con todo el carisma de un edificio del consejo soviético. Poniendo mucho esfuerzo en su proyecto de “sombrío estado de bienestar”, los hermanos musulmanes han estado preparándose para esta transferencia durante los pasados ochenta años. Junto con el movimiento Salafista (Partido Al Nour), los islamistas primero aseguraron una decisiva victoria en la subsiguiente elección parlamentaria. Luego Morsi desbanco al candidato del ejercito Ahmad Shafik en la carrera presidencial. Pero los islamistas solo cogieron las riendas del poder una vez que la elite militar dio luz verde al acuerdo completo. A todos los niveles, el país que los generales finalmente traspasaron estaba en condiciones desastrosas. En los meses siguientes a la revolución, los generales negociaron duramente con los líderes de la revolución. Al estilo Mubarak, lanzaron a miles de ellos a la cárcel. También dieron una sucesión de duros golpes a ONGs importantes. Locales e internacionales. Por la misma rapidez de la elección postrevolucionaria, privaron a los jóvenes manifestantes del tiempo necesario para organizarse políticamente. Ellos retiraron a los policías de las calles y se aseguraron de que Egipto se convirtiese en un lugar realmente peligroso. Las tasas de criminalidad rápidamente se pusieron por las nubes. En realidad, la elección democrática solo fortaleció el sistema de corrupción generalizada, y la revolución pronto fue un fracaso oficialmente. En las etapas iniciales, los Islamistas, ayudados por sus poderosos partidarios desde Riad, Dubai y Doha, hicieron un buen uso del vacío general y la ruina socio-económica. Pero cuando finalmente el Ejército renunció al trono, los islamistas no consiguieron traducir sus bastante sólidos registros locales a nivel nacional. Amplias partes de su propia estructura se corrompieron por las influencias neoliberales cuyo principal propósito era repartirse y devorar lo que aún quedaba de la economía egipcia. El resultado final fue que los proverbialmente islamistas de vocación comunitaria empezaron a trabajar contra algunos de sus dogmas sociales e ideológicos clave. En esta sórdida ecuación, ellos fueron los ingenuos – haciendo inconscientemente el trabajo sucio al Ejército, abriendo el camino a los jinetes del apocalipsis del FMI. A causa de esto, las subvenciones a la harina, el gas y la electricidad están a punto de ser recortadas – subvenciones que son esenciales para la supervivencia de decenas de millones de egipcios. Si Egipto no explotase ahora, lo habría hecho en tan solo unos pocos meses como muy tarde. Para entonces, el coste de la vida será dos o incluso tres veces mayor de lo que lo es ahora. En un país con un crecimiento de la población extremadamente rápido, una producción agrícola mal organizada y unos limitados recursos hídricos, esto es equivalente a una declaración de guerra.

El reciente golpe de Estado, que los diplomáticos egipcios fueron rápidos en describirme como “una intervención para proteger la seguridad nacional”, es sin lugar a dudas una agitación adicional a la ya precaria situación del país. Los Hermanos Musulmanes puede que estén a la defensiva, pero siguen siendo el movimiento socio-político más fuerte de Egipto. Es difícil prever la sofocación tan rotunda del ejército. Si acaso, los recientes sucesos seguro que tiene el efecto opuesto. Y en contra de las expectativas de los manifestantes que celebraron orgiásticamente el derrocamiento de Morsi, el golpe sin duda solo empeora la ya peligrosa división de la sociedad egipcia.

Cuando uno también tiene en cuenta la guerra civil en Siria, donde han sido asesinadas unas 100000 personas, el descarado reparto de Libia, y la total erradicación de Palestina, tanto en el futuro como en el pasado de Medio Oriente, uno piensa que la primavera árabe acaba de asestar un golpe letal. En El Cairo, aquellos que lucharon tan valientemente por su libertad están ahora acudiendo en masa para abrazar a sus verdugos.

Medidas severas frente a los Islamistas

Tarde del martes 9 de julio. Durante el funeral en frente a la mezquita Rabba al Adawia en el barrio de Heliopolis, el sol del verano norteafricano calentaba con su mayor crueldad. Muchas decenas de miles de manifestantes del derrocado presidente Morsi y los hermanos musulmanes se han agrupado aquí para decir adiós a los 51 camaradas que habían sido asesinados por los soldados egipcios y los civiles armados el día anterior al amanecer.

Madres, hermanas y viudas de los manifestantes que habían sido disparados por demandar la liberación del derrocado presidente Morsi dejan salir su dolor. Sus lamentos perforan la sofocante tarde. Unas pocas mujeres ya se han desmayado. Una anciana desmayada, y voluntarios con chalecos fluorescentes se la llevan inmediatamente hacia las numerosas ambulancias aparcadas cerca. Las paredes están cubiertas con lemas Islamistas. Los manifestantes – como los de la plaza Tahrir – están ondeando banderas egipcias y mostrando frases escritas en inglés para los muy pocos corresponsales extranjeros que han aparecido finalmente. » ¡El 25 de enero fue una revolución. El 30 de junio fue un golpe de estado!«Dice una de las misivas al mundo o » ¡General Sisi, no tenemos miedo a la muerte!« y »¡el poder de la gente contra el poderoso ejército! «

Hombres de todas las edades se arrodillan y rezan. Enfrente de la mezquita, no hay suficiente espacio para todos los que quieren presentar sus respetos a sus shahids, los mártires.

“¡Rechazamos la llamada a la venganza! ¡Rechazamos incluso más la llamada a la violencia! ¡Nosotros no debemos responder a la provocación del ejército! Es difícil controlar nuestra rabia, pero no tenemos otra elección. Hemos sido humillados, hemos sido despojados de nuestros derechos, hemos ganado a través de una elección democrática. Ahora están esperando que cometamos un error, así ellos pueden eliminarnos para siempre. Lo que sucedió ayer es la mejor prueba posible de ello. Yo estuve parado frente a la entrada del club de oficiales de la guardia republicana. La manifestación fue totalmente pacifica. No había tantos de nosotros. A la hora del primer rezo de la mañana yo escuche los disparos. Luego se desató el infierno. No recuerdo todo demasiado bien. Corrí y caí, me puse a cubierto, vi al menos diez cadáveres. No todos los disparos ha sido disparados desde el mismo lado, pero estoy convencido que la mayoría de los muertos han sido causados por los soldados. Nosotros estábamos desarmados. No había nada que pudiésemos hacer para resistir. Sin embargo, estábamos también preparados para tal atrocidad. El ejército y el viejo régimen de Mubarak, que ahora han ocupado de nuevo el poder a través del golpe de estado, siempre nos han tratado como basura. Como que a nosotros no nos consideraran aptos para vivir.” Dijo Ahmad, de 34 años, profesor de instituto en el distrito Nasr de El Cairo. Hablé con el bajo una tienda hecha con una lona de camión, donde algunos de los dolientes se retiraban ocasionalmente para protegerse del sol.

Ahmad declinó educadamente compartir su apellido, ya que las autoridades podrían enviarle a prisión. El no sería ciertamente el primero en tener tal destino. El ejército, con brigadas de subcontratados en ropas civiles (policías, oficiales de inteligencia, partidarios), han estado llevando a cabo severas medidas.

“No soy oficialmente un miembro del Partido Libertad y Justicia (PLF) o de los Hermanos Musulmanes. Nunca he estado en política, pero siempre he estado contra el régimen de Mubarak. Conozco mucha gente que ha sido encarcelada simplemente por ser musulmanes sin pelos en la lengua. ¡Y esto en un país que es uno de los mas religiosos en el mundo¡ En las últimas elecciones, vote por Morsi. Ahmad Shafik, que se enfrento contra él, fue un devoto de Mubarak claramente. El candidato del ejército. Para evitar que fuera presidente, ¡habría votado por cualquiera! Hoy, las personas que entonces no se atrevían a presentar sus candidaturas son los más ruidosos. Especialmente Mohamed ElBaradi. ¡Ahora hay un hombre, realmente no confio! ¡Mira lo que han hecho con nosotros! Yo he pasado una gran parte del invierno de 2011 en la plaza Tahrir. Creía en esta revolución. Luche por ella. ¿Ahora qué? Han decidido dividirnos y enfrentarnos entre nosotros. Claramente deseaban la guerra. ¿Por qué? ¿Qué hay beneficioso en esto para nadie?” las palabras continuaban saliendo del profesor de instituto. Uno de sus amigos, también profesor, yacía allí ante nosotros envuelto en una sabana de tela empapada en sangre. El día antes, después de que el tiroteo hubo finalizado, fue el propio Ahmed quien lo levanto de un charco de sangre.

* * *

Frente a la mezquita, el Imán, usando un megáfono, lee en voz alta los nombres de la gente asesinada en la masacre del lunes. Muchos de los difuntos habían sido enterrados en las veinticuatro horas tras su último aliento como su fe exige. En nombre de la “seguridad”, el ejército no solo le quito sus vidas, sino también sus derechos a un funeral decente. Todo lo anterior me recuerda las trágicas escenas de otros tantos países árabes – todos ellos países en guerra.

Mani plaza Tahrir Egipto 2013

El cielo sobre Tahrir.

En la noche del domingo del 7 de julio, El Cairo entero salió a la calle. Los seguidores de Morsi protestaban en la ciudad de Nars y en los barrios de Heliopolis. Los “revolucionarios”, quienes sin lugar a dudas, son mayoría, han reivindicado el centro de la capital egipcia, donde, en los últimos dos años y medio, dos déspotas han sido derrocados – dos hombres infectados con el síndrome “Dios”. La única diferencia entre ellos es que en el caso de Mohammed Morsi, el período de incubación fue mucho menor. Sus engaños florecieron en un tiempo récord.

Sobre la plaza Tahrir, el nexo emocional de la primera y de la segunda revolución, los aviones militares dibujaban incluso, un corazón gigante. ¡Qué maraña de cinismo, qué ironía edulcorada, qué teatro de lo absurdo! A su paso, aviones de combate de bajo vuelo dejaban estelas de humo formando la bandera egipcia. Los helicópteros también sobrevolaban la plaza, y una multitud formada por cientos de miles de personas estaba demasiado impaciente para aplaudir las acrobacias de los pilotos militares. Un turista podría haber sido perdonado al suponer encontrarse en medio de un acto de aviación de alto nivel. La única cosa que podría haberle confundido serían las imágenes de Barack Obama con una larga barba islamista y el omnipresente eslogan de “América apoya a los terroristas”. Bastante irónico, viendo cómo Washington destina 1.3 millones de dólares al año para apoyar al ejército egipcio.

La multitud congregada en la plaza Tahrir, el parque temático de la revolución egipcia, parecía deslumbrada ante esta absurda celebración. Esto ha estado sucediendo durante cuatro días seguidos. Muchos de ellos habían venido a congregarse ahí: clase media, estudiantes, pensionistas, mujeres. Muchas mujeres. Dos noches antes, la multitud había sido atacada por islamistas armados. Todo el incidente fue terriblemente feroz. Los islamistas, usando rifles automáticos, disparaban a los desarmados manifestantes desde un puente. Llena de un pavor mortal, la gente corría hacia todas las direcciones. Pero el ejército, el guardián autoproclamado de la revolución, simplemente observaba impasible, y la policía, una vez más, desapareció quién sabe a dónde.

El desmantelamiento del estado.

La gente con la que hablé en Tahrir me seguía repitiendo que no tenían elección. Decían que tenían que protegerse ellos mismos de la creciente ola de islamismo. El presidente al que destituyeron de su cargo, se había propuesto desmantelar el estado laico. Su objetivo era reescribir la historia y desterrar a todas las mujeres de la misma. Intentó reemplazar la física áspera de la condición de estado con la más barata de la metafísica religiosa. La economía simplemente se vino abajo. La libra egipcia se hundió hasta el fondo. Gas, electricidad, agua y harina empezaron a agotarse. Los precios de la comida subieron vertiginosamente. El modus operandi de la hermandad musulmana, que podría ser definido con una sola palabra, inshallah, solo intensificó la pobreza y condujo al país al borde de un conflicto armado terrible.

» Es una intervención militar en nombre de las personas después de recoger 22 millones de firmas para pedir elecciones presidenciales anticipadas que el incompetente del presidente rechazó. Se produce también después de que el presidente haya apoyado a grupos terroristas que amenazaban a la oposición con el exterminio. La gente necesitaba protección contra el terrorismo y contra los miedos de una guerra civil o una desintegración nacional. Así que no es un golpe de estado militar a la manera tradicional. Esto no es lo que los medios de comunicación occidentales entienden, solamente piensan en el diccionario político occidental y no conocen la complejidad y los antecedentes de la situación. La intervención militar egipcia es temporal. Está aquí para hacer frente a las amenazas terroristas y volver a dirigir la transición a través de un consejo civil hasta que Egipto cruce con éxito el período de transición«me comentóel Dr. SaidSadek, profesor de sociología en launiversidad americana de ElCairo.

Sadek es uno de los partidarios más acérrimos de la revolución iniciada hace dos años y medio. Él se alegró profundamente de la caída de Mohammed Morsi. Sadek dice que sabía que el reino de los islamistas no podía durar mucho tiempo. Según el profesor, no fue más que una etapa de un largo período revolucionario en un estado con muy poca experiencia en tradición democrática. En otras palabras, fue simplemente una parte de un proceso histórico mucho más largo.

» Ésta es la segunda ola de la revolución egipcia. Durante los últimos dos años las personas consiguieron más poder. Quieren que los objetivos de la revolución: el pan, la libertad, la justicia social y la dignidad humana se hagan realidad. La primera revolución se inició en las zonas urbanas. La segunda ola fue testigo de la participación y erupción en las zonas rurales y urbanas. Los objetivos son los mismos. La primera revolución tuvo como objetivo el régimen de Mubarak y su estado policial. La segunda ola se dirige a los hermanos musulmanes y sus simpatizantes. El islam político se convirtió en un gran negocio dentro de las instituciones, el mundo académico, los medios de comunicación y la política. Se ha asestado un duro golpe que hará que todo se debilite durante algún tiempo, a menos que se produzca algún cambio y se modernicen sus ideas. Las ideas arcaicas de la oficina de orientación de la hermandad musulmana no eran muy diferentes de las ideas de la oficina política del partido comunista. Ikhwan no ganará las elecciones presidenciales pero puede obtener un porcentaje menor en las elecciones parlamentarias debido a su “máquina de hacer votos” en las zonas rurales donde se encuentra su base social. Los hermanos musulmanes se sienten perdidos por lo que actúan de forma suicida. Se están enfrentando con la gente, no con el ejército. Sus ideas ficticias sobre un gran califato y un estado islámico se están viendo agitadas. Por esta razón actúan como niños enfadados, corriendo, gritando y golpeando en todas partes. No dieron ninguna solución a ninguno de los problemas crónicos. Tan solo lemas vacíos. El islam es la solución no es una solución en absoluto. El islam es la solución fue un slogan electoral utilizado para movilizar a las personas analfabetas y a los pobres. Casi el 40% de la población. El islamismo se mantendrá, pero ahora de forma menos influyente. La gente tiene ahora menos ilusiones acerca de ellos y sus ideas« afirma el profesor Sadek.

Según Sadek, los acontecimientos de las últimas semanas – junto con el valor de la regla incompetente y fundamentalista de los islamistas –han debilitado mucho la influencia de la hermandad musulmana. Tanto es así, que el profesor Sadek no les ve una recuperación en un futuro próximo – a pesar de sus ricos amigos del golfo.

» Lo que se espera partir de ahora es política de la calle. Y, durante un breve período, violencia política. Los hermanos musulmanes tienen un imperio económico además de vínculos con la cía. Así que esto les incentiva a la lucha y a la protección de la destrucción total. Su futuro estará en la oposición, no en el gobierno. Lo que es verdaderamente importante es la creación de un nuevo proceso político integrador que empiece justo ahora. Las transiciones nunca son ordenadas. Las personas aprenden por experiencia propia. Los ciudadanos egipcios están ahora más politizados que bajo el régimen de Mubarak y también bajo el de Morsi. El próximo presidente de Egipto ha de tener esto en cuenta” continua el profesor Sadek, que me asegura que es muy consciente de las amenazas y peligros a los que actualmente se enfrenta Egipto.

» La guerra civil y la violencia política a gran escala es, por supuesto, posible – teniendo en cuenta los enormes intereses de la hermandad musulmana y su imperio económico. Para calmar las cosas, desafortunadamente, se requiere reiniciar el proceso de transición política de una manera más inclusiva y transparente. Morsi no logró unir al país y dividió a la gente de una forma nunca antes vista en Egipto. El país estaba al borde de una guerra civil y el pueblo exigió un salvador contra los grupos terroristas. « Sadek es optimista. Está convencido de que ahora – a diferencia de 2011 – el ejército no codicia más poder político: según él, en realidad no lo necesitan ya que la situación es tal que los manifestantes no tenían más remedio que acudir al ejército en busca de ayuda. “la alianza es táctica. Los revolucionarios no se opondrán a ello. El país necesita tecnócratas, no a los generales del ejército dirigiendo la economía”

»¡Cualquier tipo de violencia es inaceptable!«

Pero también están aquellos que son menos apasionados y que se preocupan más por el futuro a corto y largo plazo del país. Uno de ellos es el activista egipcio –con sede en Bélgica- Khaled Diab, bloguero y comentarista y que considera que cualquier tipo de violencia es inaceptable. Según él, el ejército ha tratado con demasiada dureza a los seguidores de Morsi. Este enfoque, según khaled, debe ser condenado por todos los grupos políticos y revolucionarios pertinentes.

» Algunos han visto en las acciones desproporcionadas del ejército y en el uso excesivo de la fuerza, la confirmación del grave error de cálculo e hipocresía de la oposición de Egipto y de las fuerzas revolucionarias al respaldar la separación forzada del líder de Egipto “legítimo” y el líder “democráticamente elegido”. Pero yo veo las acciones del ejército y los enfrentamientos entre los manifestantes pro y anti Morsi no como el producto de una legitimidad política debilitada sino como un síntoma de la ilegitimidad agravada hasta que finalmente todo el castillo de naipes se viene abajo. Morsi perdió cualquier reclamo de legitimidad que pudo haber tenido alguna vez. Pero el problema es mucho más profundo que eso. Egipto arruinó la transición política hacia la democracia excluyendo o dejando de lado la mayor parte de los movimientos revolucionarios juveniles, debido a las condiciones restrictivas y prohibitivas para formar un partido, lo que favoreció la ya establecida y perfectamente organizada hermandad « afirma Diab.

La hermandad y los salafistas crearon la constitución orwelliana. Dice Diab que, oficialmente, “se declara a todo egipcio por igual”, pero algunos egipcios, hombres musulmanes conservadores de mediana edad para ser precisos, eran mucho más iguales que otros. Más escalofriante aún, la constitución confería al estado las competencias de “salvaguardar y proteger la moralidad y la decencia pública” y “mantener un nivel refinado de la educación”. Añade Khaled, quien (en su blog) escribió que Mohammed Morsi se confunde a sí mismo con superman en noviembre de 2012, cuando cambia la constitución egipcia y se otorga a sí mismo un poder ilimitado.

»Y luego, está la sombría y antidemocrática norma de los militares. SCAF nunca se había retirado de la arena política. Solo se retiro tácticamente detrás de la fachada de un servil sistema político que en gran medida es de su propia creación. « khaled Diab critica al general, que dirigió el país desde 1952. Con algunos intervalos realmente breves… la regla de los ancianos de uniforme es culpable por no criar a la nueva elite política. » Seis décadas de dictadura dejaron Egipto sin un claro material de liderazgo competente. Pero con sus limitadas reservas de creatividad, los jóvenes egipcios revolucionarios, que a veces parecen estar también revelados contra el propio concepto de liderazgo – convirtiendo una debilidad en una poderosa arma política que decapitó el régimen egipcio tres veces en dos años y medio. La situación actual otorga una oportunidad de oro para reinventar el sistema político de Egipto y para crear un único modelo de democracia egipcia que este hecho a la medida de esta realidad en la que no hay liderazgo, las instituciones están débiles y hay un deseo público fundamental de participación democrática directa. « opina Khaled.

Todavía conmocionados por la ferocidad de la violencia de estos últimos días, Khaled añadió que lo que parece un perro y ladra como un perro, sigue siendo un lobo. Un lobo con uniforme que tiene la oportunidad única y singular de darse un festín con las ovejas que acuden en tropel a sus mandíbulas.

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