A finales de marzo, Joana quedó para comer con sus padres para despedirse de ellos. No es que se fuera de viaje ni a vivir a otro país. Esta joven de 27 años fue expulsada hace unas semanas de los Testigos de Jehová, religión a la que había pertenecido desde que nació y que estipula que sus miembros no pueden tener contacto alguno con las personas expulsadas.
Esta joven de 27 años es una de las casi 200 personas que conforman la Asociación Española de Víctimas de los Testigos de Jehová (AEVTJ), que desde 2019 se ha dedicado a denunciar el ostracismo al que son sometidos los antiguos miembros y las “prácticas coercitivas y presión emocional a los fieles”. Una asociación que ahora está de celebración tras una sentencia pionera que dicta que esta religión es una “secta” y que ejerce un “control excesivo” sobre sus miembros.
La jueza destaca el “carácter cerrado” y asegura que las personas que abandonan la religión o son expulsadas son sometidas a “ostracismo y muerte social”. Con todo, esta sentencia también se convierte en la primera que avala el estatus de “víctimas” de los antiguos miembros. De esta manera, se zanja una reyerta judicial que se inició en noviembre de 2022 con una denuncia por vulneración al derecho al honor que interpuso el credo contra la Asociación Española de Víctimas de los Testigos de Jehová (AEVT). Requerían, precisamente, que dejaran de usar el término “víctimas”.
Al fin, se reconoce “el calvario sufrido” por los exmiembros de los Testigos de Jehová, tal como apuntan desde la AEVTJ, que se felicitan por el fallo. La denuncia con la que empezó todo fue la primera que una religión interponía contra antiguos fieles, cosa que según miembros de la AEVTJ demuestra las prácticas “violentas” de la organización. A pesar de que los Testigos de Jehová hayan asegurado ante la jueza que no condenan a nadie al ostracismo ni obligan a sus fieles a retirar el saludo a los antiguos miembros, estas palabras no sólo son desmentidas por testimonios de decenas de víctimas -que participaron en el juicio-, sino por publicaciones de la misma organización en Internet y en documentos internos.
En su página web se pueden encontrar textos que dan instrucciones contradictorias a sus fieles. En uno de ellos se afirma: “No dejamos de tratarnos con quienes […] dejan de predicar y reunirse con la congregación” e incluso llega a apuntar que “el trato afectuoso entre padres e hijos continúa como de costumbre”. Pero en otros tantos se exhorta a que los fieles “dejen de mezclarse” con quien no concuerde con las doctrinas de Jehová, y que “nunca lo reciban en su casa ni le digan un saludo”.
De hecho, en el manual ‘Pastor en el rebaño de Dios’, un documento interno que ha podido consultar elDiario.es y que dicta las normas y los preceptos que deben seguir los Consejos de Ancianos (órganos encargados de tomar decisiones incuestionables), se estipula que el “contacto con expulsados” es un “pecado” y se establece que, “si a pesar de los repetidos consejos, un hermano tiene trato voluntario, continuo e innecesario con personas expulsadas o desasociadas que no son familiares, se deberá tomar acción judicial”.
La cursiva que, supuestamente, salva a los familiares directos de participar en el ostracismo al que se condena a los expulsados, es “una mentira para quedar bien”, según apunta Joana, una joven extestigo que vivió en sus carnes el rechazo de su propia madre cuando decidió abandonar el credo. “Primero está Jehová y luego tú”, le espetó cuando decidió dejar la organización. “Eres la decepción de mi vida. No quiero saber más de ti”. Y así fue: tras casi 10 meses de su expulsión, no ha vuelto a verla ni a hablar con ella.
Una vida en que casi todo es pecado
Ángel también ha perdido el contacto con toda su familia. Su madre se unió a los Testigos estando embarazada de él y se considera “adoctrinado desde pequeño”. Este hombre de 50 años salió de la religión hace casi 30 y ahora es portavoz de la AEVTJ. Desde que dejó atrás su etapa en los Testigos, la relación con su madre y su hermana finalizó de golpe.
El único de la familia que no se había introducido en la doctrina era el hermano de Ángel, pero también perdió el contacto con él. “Cuando salí, vino a vivir un tiempo conmigo, porque él fumaba y hacía cosas que la religión tiene prohibidas y la convivencia con mi madre era imposible. Pero al poco, lograron convencerlo de volver y creo que también de hacerse testigo”, especula Ángel, a quien hace años que su hermano no responde ni los mensajes ni las llamadas.
Las prohibiciones en los Testigos de Jehová son muchas, diversas y estrictas. En documentos internos a los que ha tenido acceso elDiario.es se cuentan 33 pecados. Son conceptos genéricos como “Lujuria”, “Negarse a proveer a la familia” o “Apostasía”. El problema es que dentro de estos caben muchas cosas. ¿ver un programa de televisión con escenas de pasión? Pecado. ¿Donar o recibir sangre? Pecado. ¿Vestir de manera inapropiada, fumar, drogarse o tener cualquier contacto físico más íntimo que un beso o un abrazo antes del matrimonio? Pecado.
Incluso celebrar cumpleaños o la Navidad es considerado apostasía, ya que los Testigos de Jehová sólo reconocen como festividad no pagana la conmemoración de la muerte de Cristo. Ángel recuerda esta norma como una prohibición especialmente dura, que le hizo blanco de ‘bullying’ en la escuela, ya que no podía participar de los carnavales o ni siquiera hacer manualidades para el día de la madre.
Los Testigos de Jehová prometen la vida eterna, pero sólo para aquellos que sigan los preceptos de Jesús y que no caigan en la tentación del maligno. Pero éste tiene los tentáculos muy largos: “Nos decían que todo lo que estaba fuera de la asociación pertenece a Satanás”, relata Ángel. Cansado de tantas normas estrictas y, supuestamente, basadas en la Biblia, este extestigo inició una investigación sobre las escrituras. “Después de cuatro años de estudio, me di cuenta de que muchas de las doctrinas no están en absoluto basadas en la Biblia”, explica.
En un entorno tan hermético como el de los Testigos de Jehová, enseguida se empezaron a levantar rumores sobre las dudas de Ángel, así que antes de que le expulsaran por apóstata, decidió presentar él mismo su carta de renuncia. “Al momento de hacerse oficial, las 400 personas de mi Salón [del Reino, nombre de los locales de encuentro y oración], entre los que había amigos y familia, recibieron orden de no dirigirme ni un saludo”, se lamenta.
Doctrinas alejadas de la Biblia
Los Testigos se escudan en pasajes de La Biblia como el libro de los Corintios o el de Juan para justificar la condena al ostracismo para los expulsados o algunas prohibiciones como la de hacer transfusiones de sangre o fumar. Pero las escrituras son tan interpretables que podrían servir para justificar muchas cosas.
“Hay textos en la Biblia en los que se pide que los buenos se rodeen de buenos para que no sean tentados por los pecadores. Pero, de ahí a que se prohíba tener contacto con ellos, hay un buen cacho”, apunta Jaume Flaquer, teólogo y profesor de la Universidad Loyola. De hecho, según el estudioso, en el Nuevo Testamento (libro que los Testigos toman como referencia) Jesús promueve el contacto con los pecadores para volverlos buenos.
Así, el problema, según Flaquer, no es el texto, sino la interpretación que pueda hacer de ellos un grupo con “rasgos sectarios” que “obliga a separarse de otros, que pone dificultad para dejar el grupo y persigue a los que se marchan”. Igualmente, Flaquer rompe una lanza a favor de los hermanos y hermanas de las congregaciones y destaca que la culpa no es de los fieles, sino de la organización que imbuye a llevar a cabo ciertas prácticas.
Miguel Perlado, psicólogo experto en atención a víctimas de sectas y también profesor del máster en Espiritualidad Transcultural de la Universidad Loyola, se muestra de acuerdo con Flaquer. Reconoce “prácticas sectarias” en los Testigos e insiste en no culpar a sus miembros. “La dimensión espiritual tiene que ser atendida. El problema es que, mientras hay prácticas que favorecen la autonomía, otras impulsan a la dependencia”, explica.
Cualquiera es bienvenido, pero lo de fuera del grupo es el mal. Y, si te relacionas con ese mal o incumples las doctrinas, te quedas sin el premio que llevas años trabajando
Además, también concuerda con la jueza y asegura que las personas expulsadas y exmiembros pueden ser calificadas de víctimas, puesto que “los términos del acuerdo con el grupo tienen grados de consentimiento viciado. Hay engaño en las prácticas de este grupo religioso”, apunta. Pero, ¿cómo llega una religión que asegura que promueve la concordia y la paz a promover el ostracismo? Según Perlado, en los Testigos de Jehová se juega con el miedo.
Se trata de una religión que promete, a través del cumplimiento de sus doctrinas, llegar a la vida eterna. Esto da a sus miembros un sentimiento de pertenencia y exclusividad que hace de gancho. “Ser el elegido es algo que une”, explica el psicólogo. Pero, para que haya vida eterna, debe haber algo parecido a un apocalipsis. Y para que unos la consigan y otros no, tiene que haber sacrificios. Y ahí entra el miedo.
“Es un mensaje esquizofrénico, que hace que se te fundan los plomos. Cualquiera es bienvenido, pero lo de fuera del grupo es el mal. Y, si te relacionas con ese mal o incumples las doctrinas, te quedas sin el premio que llevas años trabajando”, resume Perlado. “Hay castigos ejemplares que se aseguran que sean públicos, para que, aunque no te los impongan a ti, los tengas muy presentes”, añade, en referencia a que, por ejemplo, las expulsiones se anuncian de manera ejemplarizante, frente a todos los fieles, no en privado.
“Me expulsaron por enamorarme”
Todos los extestigos entrevistados para este reportaje relatan el funambulismo entre los mensajes positivos y las amenazas. Gloria es una de ellas. Ella empezó a estudiar la Biblia con 10 años, después de que su familia la introdujera en los Testigos. Su vida no había sido nada fácil: su madre sufría de problemas de salud mental y se habían dado episodios de violencia en su casa. Por eso, cuando le abrieron las puertas del Salón del Reino, Gloria estaba encantada. “Ese acogimiento fue un regalo del cielo, porque era lo contrario que tenía en casa”.
Y luego, había otro regalo. La vida eterna, la resurrección en el paraíso, tras una vida terrenal llena de disgustos. “Lo que no te cuentan es el precio a pagar”, relata Gloria. Aún así, ella cumplió. Se vistió como le dijeron, se mantuvo virgen hasta el matrimonio, prohibió a sus hijos que participaran en celebraciones en el colegio y, también, negó el saludo a los expulsados. “La alegría que te da cuando llega alguien nuevo, porque es otra alma que se salva, se transforma en una pena tremenda cuando se van. Pero excluirlos es la manera de salvar a los que se quedan. O eso nos dicen”, relata Gloria.
Ella misma sufrió el abandono en sus carnes. Hace unos años, su matrimonio empezó a hacer aguas: su marido la hostigaba y la maltrataba, así que ella empezó una relación con otro testigo, cosa que, obviamente, es pecado. “Me expulsaron por haberme enamorado”, se lamenta Gloria, quien fue denunciada ante el Consejo de Ancianos por su propio marido. Su comité de expulsión duró tres meses, durante los cuales fue sometida a humillaciones y preguntas “desesperantes”.
Su vida entera, desde los 10 hasta los 41 años, se había dado puertas para adentro de esa religión hermética. Y luego, la soledad. “Iba por la calle con gafas de sol para que no me reconocieran”, relata Gloria. Su nueva pareja murió pocos meses después, así que quedó sin lazos. “Es tan perverso todo que el Consejo de Ancianos hizo que mi mejor amiga formara pareja para salir a predicar con la novia de mi exmarido. Para asegurar que no pudiera hablarme en ningún caso”, cuenta esta mujer.
Todos los testimonios entrevistados han sufrido en sus carnes el ostracismo que los Testigos de Jehová niegan practicar. Pero el suplicio no es solo perder amigos y familia, sino que forjar nuevos lazos también puede llegar a ser traumático. Así lo cuenta Ángel, quien asegura que, después de 21 años, todavía tiene secuelas. “Son traumas de por vida”. Él tardó dos años en poder integrarse de nuevo en la sociedad. “A mi alrededor sólo veía gente mundana. Ver personas fumando o besándose me producía rechazo”, cuenta Ángel, que todavía necesita asistencia psicológica para superar “cosas muy graves” y para “no juzgar a la gente por sus actos”.
Las salidas traumáticas son típicas de los grupos sectarios, tal como explica Miguel Perlado. “Hay miedo a actividades cotidianas, se debe redescubrir todo”, explica. Esto hace que muchos extestigos pasen de ser cristianos devotos a ateos despechados. La expulsión supone la pérdida de lazos con los seres queridos y el fin de la espiritualidad, algo que para muchas personas es un pilar en su día a día.
Pero, a pesar del dolor sufrido, hoy personas como Gloria, Joana o Ángel pueden celebrar que la justicia les da la razón. Hoy el mundo sabe que el castigo que se les impuso fue desproporcionado, que no hicieron nada malo. Ellos son la muestra de cómo una vida puede derrumbarse sólo por dudar o por enamorarse.