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Cómo sobornaba Marcial Maciel al Vaticano

En su libro Las finanzas secretas de la Iglesia, que pronto estará en circulación, el periodista estadunidense Jason Berry detalla la manera en que Marcial Maciel gastaba sumas millonarias en regalos y dádivas a los jerarcas de la Iglesia, empezando por el Papa Juan Pablo II. De esta manera, el fundador de los Legionarios de Cristo acumulaba poder para el fortalecimiento de su orden, al tiempo que se blindaba para salir airoso de las acusaciones que se le hacían por pederastia, y que al final eran del dominio público.

El sacerdote Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, gastaba mucho dinero para comprar favores de los altos jerarcas del Vaticano, incluido el Papa Juan Pablo II, así como para impedir que los tribunales eclesiásticos lo juzgaran por sus abusos sexuales cometidos contra menores de edad.

En 1995, por ejemplo, Maciel le entregó un millón de dólares a Juan Pablo II, quien además llegaba a oficiar misas privadas –en su capilla del Palacio Apostólico– para los acaudalados amigos de Maciel que solían recompensar al pontífice con donativos de hasta 50 mil dólares en efectivo.

Al ver el enorme poder que tenía Maciel durante el pontificado de Wojtyla, el actual Papa Benedicto XVI, entonces encargado dela Congregaciónparala Doctrinadela Fe, decía que no era “prudente” investigarlo por sus actos de pederastia, que para entonces ya eran conocidos en todo el mundo.

Un detalle pormenorizado de estos “donativos” –o “sobornos”, en opinión de algunos– que repartía Maciel en El Vaticano lo brinda el investigador estadunidense Jason Berry en su libro Las finanzas secretas de la Iglesia, que editorial Debate pondrá a circular en México en los próximos días.

En el capítulo “El padre Maciel, señor de la prosperidad”, se plantea que el sacerdote michoacano “quería comprar poder”, por lo que gastaba en Roma “grandes sumas de dinero para aislarse de la justicia”, pero también para obtener el aval del Vaticano a los centros de formación que iban abriendo los Legionarios de Cristo en distintos países.

Agrega el libro que el cardenal Angelo Sodano, entonces secretario de Estado del Vaticano, era “muy cercano” a Maciel; no obstante, su “defensor más importante” era sin duda “el mismo Papa Juan Pablo II”.

Y relata la siguiente anécdota que demuestra la cercanía entre Maciel y Wojtyla, que se prolongó durante todo su pontificado:

“En enero de 1979, en su primer viaje como pontífice, Juan Pablo visitó México. Maciel iba sentado en el avión con él, como recompensa por el extenso trabajo de avanzada. Gracias a un sacerdote legionario que decía misas para la primera dama, el presidente López Portillo decidió recibir a Juan Pablo en el aeropuerto… Seis meses después Juan Pablo mostró su aprecio con una visita a los Legionarios de Roma”.

Maciel le mandaba dinero a Juan Pablo II. El libro hace referencia a una de estas entregas:

“En 1995, según exintegrantes dela Legión, Maciel envió al Papa Juan Pablo un millón de dólares por medio de monseñor Stanislaw Dziwisz, cuando el Papa viajó a Polonia. Como secretario papal, Dziwisz, oriundo de Polonia, fue durante décadas el hombre más cercano a Juan Pablo. Manejar dinero era parte de su trabajo”.

El secretario del Papa –prosigue el libro– también se encargaba de recibir los donativos de las familias pudientes a las que Maciel llevaba a las misas privadas del pontífice, realizadas en la capilla de su Palacio Apostólico, con capacidad para 40 personas y adornada con frescos de Miguel Ángel, específicamente con La conversión de Saulo y La crucifixión de San Pedro.

Los acaudalados amigos de Maciel “solían encontrar al Papa de rodillas, absorto en oración, con los ojos cerrados, casi en un éxtasis, completamente ajeno a quien ingresaba a la capilla… para los laicos era una maravillosa experiencia espiritual”.

El libro recoge el testimonio de un exsacerdote legionario que asistía a estas misas exclusivas y quien revela: “Acompañé a una rica familia mexicana en una misa privada y al final la familia le entregó a Dziwisz 50 mil dólares”.

Favores mutuos

El secretario papal tenía “frecuentes comparecencias” con los allegados de Maciel, por las cuales también recibía donativos que se hacían “siempre en efectivo” y en dólares, pues “en liras se habrían necesitado demasiados billetes”.

Añade el libro: “En 1998 Maciel tiró la casa por la ventana para ofrecer una espléndida fiesta en honor de Dziwisz, con motivo de su proclamación como obispo, e incluyó festiva música de mariachis interpretada por una pequeña orquesta de los legionarios”.

No solo el Papa y su secretario recibían dinero en efectivo, pues también “los cardenales y los obispos que decían misas para los legionarios recibían pagos de 2 mil 500 dólares y más, de acuerdo con la importancia del evento”.

¿Se trataba de donativos o de sobornos? En el libro se hace esta pregunta. Algunos exsacerdotes legionarios responden que se trataba de “una forma elegante de dar un soborno”. Otros, en cambio, señalan que era opere de charittá (obra de caridad), ya quela Iglesia bien pudo destinar ese dinero para ayudar a los pobres y necesitados, cosa que no se sabe a ciencia cierta dada la opacidad de las finanzas vaticanas.

Pero Maciel –se dice en el texto– también era muy dado a hacer costosos regalos en especie a los jerarcas vaticanos o a agasajarlos con fiestas y comilonas que no podían ser obras de caridad y cuya intención era conseguir favores a cambio.

Plagada de estos favores mutuos fue la relación de Maciel con Angelo Sodano, desde que éste era nuncio apostólico en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet, a la que apoyaba. Con el fin de “neutralizar a los defensores de la Teología de la Liberación que militaban en la izquierda”, Sodano impulsó en Chile las obras que realizaban los Legionarios de Cristo y que imponían “el estilo católico de la teología de la prosperidad, la lealtad papal y el capitalismo del mercado libre”.

A partir de entonces Maciel supo corresponder estos favores: “Puso al padre Raymond Cosgrave, un legionario irlandés, a disposición de Sodano prácticamente como ayuda de campo en la nunciatura de Santiago. En 1989, en el escalafón para ser nombrado secretario de Estado, Sodano tomó clases de inglés en Irlanda en el colegio dela Legión.Fuede vacaciones a una casa de recreo de la Legión en Sorrento”.

(Extracto del texto que se publica esta semana en la revista Proceso 1879, ya en circulación)

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