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¿Cómo se compone la diversidad religiosa en Colombia?

Colombia es un país diverso en todos los aspectos posibles, como la diversidad étnica y racial, cultural y, desde luego, religiosa. Se sabe que el catolicismo es la religión más popular en el país, pero ¿qué más tiene para ofrecer el país en este renglón?

En la Constitución Política de Colombia, el texto que guía los principios comunes que sostienen el Estado, dice que dentro de los derechos fundamentales está la libertad de cultos (art. 19), a pesar de que como preámbulo “invoca la protección de Dios” para fortalecer elementos como fortalecer la unidad de la nación, la libertad, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad y la paz dentro de un marco jurídico. Eso quiere decir que, debido a esa garantía, en Colombia las personas pueden confesar y profesar la religión que deseen, pues hace parte de la diversidad propia del país.

De acuerdo con una investigación realizada por el diario El Tiempo, el cristianismo, bien sea católico o protestante es profesado por 92,5% de la población colombiana, mientras que un escaso 1% profesa el islamismo, otro 1% el hinduismo y lo mismo ocurre con el budismo. El judaísmo tiene el mismo porcentaje de seguidores en el país (1%). El restante 4,5% está en otras religiones, como la anglicana, la presbiteriana, Bahaísta, Hare Krishna, Yoruba y otras que hacen parte de las creencias tradicionales de comunidades indígenas.

“Toda religión tiene tres factores, o núcleos en común: un conjunto de creencias compartidas por un grupo de personas, un conjunto de rituales para celebrarlas (que son sagrados) y una comunidad que se reúne alrededor de dichas creencias. En occidente a esa conformación de la comunidad se le llama iglesia, pero no necesariamente se le llama así. Algunas de ellas son más organizadas y más complejas, con jerarquías más complejas, pero finalmente las caracteriza, normalmente, aunque no siempre, un líder religioso que funciona en cabeza de una comunidad de fieles, puede ser un maestro, un sacerdote, un chamán, etc.”, explicó William Mauricio Beltrán, PhD en sociología y profesor del departamento de sociología de la Universidad Nacional de Colombia.

De acuerdo con el académico y con Lorena Lemus, antropóloga de la Universidad Nacional, y Magister (M.A) en la misma área de conocimiento de la Universidad de los Andes, la religión es uno de los principales forjadores de la identidad de los individuos y, con otros aspectos como por ejemplo la Nación, las personas se sienten más o menos identificadas con un grupo en particular de personas. “La religión es un aspecto social tan importante que es tan antiguo como la historia de la humanidad y es uno de los referentes para la formación identitaria de las personas. Ha estado presente desde mucho antes de las sociedades modernas y de la formación de los Estados democráticos, y ha sido clave en el desarrollo de la historia de la humanidad, por lo que su importancia para un Estado no puede pasar desapercibida”, sentenció Lemus.

Las ventajas de la multiplicidad de cultos

Tanto para el doctor Beltrán como la M.A. Lorena Lemus, la multiplicidad de religiones al interior de un país, si bien puede plantear retos, en realidad sirve más para alimentar la amalgama de visiones del mundo, diferentes formas de pensar y de códigos morales y éticos.

“Es maravilloso tener una multiplicidad de religiones en una sola nación porque, aunque en Colombia el cristianismo es la religión predominante, siempre se hace necesario que haya riqueza en visiones del mundo que generen un intercambio y un diálogo entre las diferentes formas de pensar propia de cada una, alimentando el acervo filosófico que pueda surgir de allí”, afirmó Lemus.

Pero tal vez no es del todo cierto que se acepte por igual a todas las religiones, no tanto porque no se cumpla el designio de la Constitución, sino porque la fuerza mayoritaria del cristianismo bloquea la buena intención consignada en la carta de 1991. En principio, cuando la Constitución Colombiana sustenta que la soberanía del país reside únicamente en el pueblo, de cual emana el poder público como un principio fundamental y garantiza como derecho fundamental la libertad de cultos y solamente se establece como oficial el idioma Castellano, y los idiomas y dialectos étnicos en sus territorios, la fuerza mayoritaria del cristianismo ha resultado en la influencia de algunas decisiones del estado, como por ejemplo aquellas que proponen avalar la adopción de parejas homosexuales, su matrimonio o la libertad para las mujeres de practicarse un aborto cuando así lo decida.

Vale la pena recordar que en las elecciones legislativas de 2018, de las 102 curules predispuestas por la Constitución para el Senado, 19 quedaron en manos del Centro Democrático, 15 para el Partido Conservador, 16 para el partido Cambio Radical y otros 14 para el Partido de la U. El partido Cristiano Mira se hizo con cuatro sillas mientras que el partido Liberal alcanzó 14 curules; el partido Verde 10 puestos, el Polo Democrático obtuvo cinco curules y “Los decentes” otras cuatro sillas. Las demás curules están para las circunscripciones indígenas, afro, entre otras. Si hablamos en términos rigurosos se puede decir que de los legisladores del Senado, solamente 19 tiene una libertad declarada de la moral cristiana católica, es decir, los que pertenecen a los “decentes”, los verdes, y los del Polo Democrático, que hacen parte de facciones políticas de centro izquierda y que tradicionalmente apelan a la independencia del Estado frente a las creencias religiosas. Los restantes que conforman la mayoría, como el Centro Democrático, el Conservador o el Cambio Radical, aunque no es una norma inquebrantable, en general comulgan de forma abierta al público con los valores tradicionales del cristianismo. Las proporciones de filiaciones políticas -y religiosas- en la Cámara de Representantes no es muy diferente, por lo que el Congreso, en su mayoría, tendría una muy fuerte representación de legisladores que promueven los valores cristianos.

Ante este panorama es válido cuestionarnos si, aunque en el papel Colombia es un Estado laico -que no tiene religión oficial y por tanto sus decisiones o sus políticas públicas no deben estar mediadas por parámetros religiosos-, el país cumple del todo o solo parcialmente con dicha premisa. No es de extrañarse pues, que a pesar de que la carta magna reconoce la diversidad religiosa, la mayoría dominante cristiana pueda ejercer mucha influencia en las decisiones del Gobierno: la representación del pueblo en la rama legislativa, e incluso en las demás ramas del poder público parece comulgar, casi en su totalidad, con los principios morales cristianos. Esa condición puede ser uno de los elementos para que no se logre -al menos del todo- un estado laico: si los gobernantes son casi en su totalidad cristianos, es natural que sus decisiones estén mediadas por sus convicciones religiosas.

Otros cultos ancestrales en Colombia

No haríamos justicia a la diversidad de cultos en Colombia si dejáramos por fuera las creencias ancestrales de las comunidades indígenas. Por ejemplo, los Emberá Katío cuentan que, para ellos, cuando el mundo todavía estaba joven vivió entre ellos, desde el comienzo de los tiempos, una bellísima mujer llamada Dabeiba, que durante muchos años se dedicó a enseñar a su pueblo todas las cosas, como el tejido de canastos, la alfarería, entre muchas otras habilidades. Dabeiba era la hija de Karagabí, Señor del cielo, y solamente subió con su padre hasta que enseñó todas las artes de la comunidad, incluyendo el cultivo de maíz y yuca.

De acuerdo con la guía Pueblos Originarios, dentro de las creencias Tairona, por ejemplo, el universo tairona estaba formado por estratos horizontales superpuestos, con la Sierra Nevada en el centro. El Sol y la Luna fueron creados por Gauteovan, la “madre de todas las cosas” para establecer y mantener un orden cíclico en el mundo; mientras que Peicofue el héroe civilizador, que llegó del mar para enseñarles a trabajar la tierra, la piedra, el oro y fabricar telas para vestirse. Los taironas rendían culto a las estrellas, adjudicándoles identidades masculina o femenina y suponiendo en ellas relaciones carnales. Practicaban la homosexualidad como ritual en los templos y las representaciones fálicas fueron corrientes, lo que espantaba la mentalidad de los europeos, hasta el punto de considerarla la “nación más deshonesta de América”.

Para los Wayúu, los hijos de la Guajira, el creador de todas las cosas se llama Maleiwa y consideran que el mundo está conformado por una capa superior o “techo sólido azul” constituido por el firmamento, “sostenido por alguien o algo”. En la cosmogonía Muisca, por otro lado, la escencia creadora de todo se llama Chiminigagua, y los padres de la gente eran Sua, el sol, y Chía, la luna. Sin embargo, fue Bachué, quien emergió de la Laguna de Iguaque con su hijo en brazos, y con quien se esposaría al crecer y empezarían a poblar la tierra. Bochica, por otro lado, fue la encarnación del sol en la tierra y quien, al mejor estilo del dios del viejo testamento en la biblia, castigó la maldad de los seres humanos con una inundación que solo fue remediada con la separación que formó el salto del Tequendama. A partir de ese momento se empezaron a forjar los códigos morales de los muiscas.

Los Ticuna, grupo indígena del Amazonas, creen en que antes de ser hombres fueron peces hasta que su padre, Yoi, los sacó de las aguas utilizando como carnada pedazos de yuca. En el sistema de representación de esta comunidad se destacan dos héroes: El primero, Yoi, es un héroe civilizador que hizo a la gente, determinó las leyes y costumbres y fijó los principales elementos de la cultura tanto material como social. Ipi, por su parte, es un héroe desobediente y terco, símbolo de la desorganización. Cada uno salió de una roncha gigante en las rodillas de Nutapa, que fue atacado por unas abispas. Yoi salió de la derecha e Ipi de la izquierda.

Falta, desde luego muchísimas más evocaciones, pues solamente del Amazonas podríamos hablar de la cosmogonía de los Andoke, Bara, Bora, Cabiyarí, Cocama, Desano, Hupdu, Inga, Kawiyari, entre muchas otras; sin contar tampoco las comunidades indígenas del resto del país.

De la misma forma, para aprender de las religiones y creencias a nivel global, no se pueden perder la Historia de Dios, presentada y narrada por uno de los personajes de Hollywood que ha representado al dios católico en más de una ocasión: Morgan Freeman.

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