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Colombia: La política volvió a usar la religión para sus fines

Con la Constitución del 91, los movimientos evangélicos se ganaron un espacio en lo público.

Según el Consejo Evangélico de Colombia, en el país hay 10 millones de evangélicos, lo necesario para elegir un presidente. En el plebiscito por la paz, su participación llevó a revaluar el acuerdo.

¿Pueden los evangélicos de Colombia organizarse como fuerza política y elegir un presidente? ¿Qué tanto pesa la fe a la hora de votar? ¿Cuánta penetración tienen los políticos en las iglesias cristianas? ¿Qué tanto éxito tienen los candidatos salidos de las iglesias o apoyados por ellas? ¿Colombia llegará a tener un mandatario como Alejandro Ordóñez?

Esas preguntas y una invitación de una editorial llevaron al periodista argentino Natalio Cosoy, corresponsal de la BBC en nuestro país hasta el 2017, a investigar durante un año y escribir Votos y devotos: religión y poder en Colombia, un libro que ofrece un recorrido histórico desde la génesis de la relación Estado-Iglesia –durante la conquista española– hasta las elecciones legislativas y presidenciales del 2018 –en las que los resultados para los candidatos cristianos no fueron positivos–, pasando por el plebiscito por la paz.

Para el reportero, que vivió en nuestro país casi tres años, visitó al menos 50 puntos de nuestra geografía y siguió de cerca el proceso de paz, “la relación entre religión, Estado, política y poder ha sido y sigue siendo uno de los grandes enredos colombianos”. Un enredo que se incuba en la educación, ámbito en el que la Iglesia ha estado siempre inmersa y de donde salen los fieles.

Natalio Cosoy

El argentino Natalio Cosoy es periodista internacional, y entre 2015 y 2017 cubrió la actualidad política y social colombiana para la BBC de Londres. Foto: Natalio Cosoy

¿Qué radiografía hace de la política nacional? ¿Votamos por creencias religiosas o por ideologías políticas?

Es difícil determinar las razones por las que se vota. La agenda de fe o moral asociada a la religión es uno de los elementos en juego. Para las personas religiosas, buena parte de su voto tiene que ver con eso, pero no todo. Hoy se ve que la dimensión pública que se les asigna a las iglesias cristianas no se traduce necesariamente en votos a candidatos propios.

En las últimas elecciones legislativas, a esos candidatos no les fue como se esperaba. Seguramente, y esto es especulación, se debe a que el elemento religioso o moral se vio satisfecho por otro candidato que además cumplía con otros intereses del votante.

En el recorrido histórico que hace en el libro, al principio el poder político era de la Iglesia católica, pero ahora migró a las evangélicas. ¿Por qué?

No es que la influencia de la Iglesia católica se haya perdido ni que la de las iglesias evangélicas se iguale a la que tuvo en su momento la católica. Algo que marcó un precedente en las dinámicas de ambas fue la Constitución de 1991. Con ella hubo una apertura religiosa que les dio a los movimientos evangélicos la posibilidad legal de crecer. Ese fue su momento de consagración política. El ejemplo más visible es el Mira (Movimiento Independiente de Renovación Absoluta), una iglesia que decidió fundar un partido.

La Iglesia católica, por su parte, dejó de operar de manera directa. Sabemos que está aliada con el Partido Conservador, pero es el partido el que hace el trabajo.

Las iglesias evangélicas eran liberales. ¿Ahora son conservadoras?

En el origen, a principios del siglo XX, había una asociación entre esas iglesias protestantes (anglicanas, presbiterianas) y la ética del liberalismo. Hoy hablamos de megaiglesias, en muchas ocasiones neopentecostales, que se ponen muy firmes en lo que consideran la moral que debería primar.

Se parecen a lo que fue la Iglesia católica. El aborto, el matrimonio igualitario, la adopción entre parejas del mismo sexo son temas de batalla de los que se apropiaron, y sobre esa discusión se posicionaron socialmente.

¿Qué tanto poder podrían llegar a tener? ¿Colombia tendrá un presidente como Bolsonaro?

Esa es la pregunta del millón y no tiene respuesta todavía, al menos no para mí. Una cosa que hago precisamente es poner un poco de mesura a la historia, porque en realidad no está tan clara cuánta fortaleza van a tener.

En las legislativas no les fue bien, a la hora de juntarse no logran alianzas. No digo que no vaya a pasar, pero a pesar de que las iglesias evangélicas tienen acogida, la mayoría del país sigue siendo católico.

¿Líderes políticos católicos y evangélicos pueden trabajar juntos? Algo así pasó en el plebiscito por la paz…

Claro, crean alianzas. A veces, si para los católicos es representativo lo que dicen los candidatos evangélicos, entonces el voto va para ellos. Tiene que ver con quién ofrece el proteger y ejecutar esa agenda de la moral y de la fe.

En el plebiscito, un factor importante fue la resistencia a lo que llamaban ‘ideología de género’. Que en realidad es un invento. Hubo una influencia fuerte de la agenda de fe, pero no fue lo único que derivó en que ganara el ‘No’. Las lluvias y rezagos del huracán Matthew durante la mañana y la tarde perjudicaron a los votantes y la abstención fue muy alta porque la gente sentía que su voto no influía, porque la victoria del ‘Sí’ ya estaba asegurada. Ahí hay otro problema que es a la vez una pregunta para el país: ¿por qué en Colombia la participación política es tan baja?

¿Para dónde va la relación entre política y religión?

Me parece que la tensión entre política y religión va a seguir existiendo. De hecho, está reemergiendo. Se fortaleció desde la Constitución del 91. Desde ese año volvió con más fuerza la participación religiosa en lo político.

Lo que es importante rescatar es que se repite una dinámica que se daba en la época de liberales y conservadores, y es que hay un uso de los políticos del elemento religioso. Las figuras de la religión se les acercan y tratan de hacer alianzas y terminan siendo usadas por las estructuras políticas tradicionales.

En Colombia se dice que se vota por ‘el que diga Uribe’. ¿Estamos empezando a votar por ‘el que diga el pastor’?

Es relativo. Porque ni las iglesias son tan sólidas, en términos de permanencia de sus fieles, ni hay que asumir a los fieles como seres unidimensionales, incapaces de pensar por sí mismos. Claro que hay influencia, pero no significa que esta se traduzca en votos. La fe no es lo único que se pone en juego a la hora de votar. El candidato al que el pastor apoya debe reunir otras condiciones para que sirva.

¿La religión influyó en las elecciones presidenciales?

Sí. Pero fíjate que los candidatos más vinculados a la cuestión religiosa no ganaron. Viviane Morales se retiró, Ordóñez no marcaba.

Los colombianos tienen un límite a la hora de votar. Pueden meter a un congresista, pero a la hora de elegir un presidente, este debe tener algo más que la bandera de los valores.

Eso era al final Duque. No solo agenda moral, sino volver a una Colombia anterior a Santos, y tenía el respaldo de Uribe. Al final, ese apoyo valió más que el que pudieron tener algunas figuras religiosas. Eso sí, no es que Duque no haya tenido respaldo de figuras religiosas, porque sí lo tuvo, pero en teoría pesó más el de Uribe.

¿Ahora somos conservadores o liberales?

Es rara Colombia, ¿no? Tiene elementos conservadores y liberales. Por ejemplo, el tema de los anticonceptivos entró antes que a otros países de la región. Ahí parece liberal, también en lo económico. Sin embargo, en otras cosas llega a ser conservadora. Aunque no sé si lo sea tanto como para permitir que quien esté en el poder llegue a meterse en su casa y diga cómo vivir. ¿Hasta qué punto tienen ganas de que llegue al poder alguien tan estricto que les pueda decir cuántas parejas tener, si estar casados o no, o si está mal que tengan hijos fuera del matrimonio?

¿No será que somos hipócritas? 

Yo creo que no son estrictos. Hay pocos matrimonios en relación con el número de parejas no casadas que tienen hijos, o personas con hijos fuera de su círculo familiar formal. Es paradójico. Además, hay una cultura de la ilegalidad que tiene particularidades que la hacen más pesada que en otros lugares. Tuvieron carteles, violencia política y ahora organizaciones como las autodefensas. Ahí no sé cómo se cruza con la idea de una sociedad conservadora, si lo ideal sería que fuera más apegada a la norma y no a lo ilegal. Es una pregunta que de hecho me acaba de surgir.

Si quisiéramos alejar política y religión, ¿la solución sería separar la educación de la religión?

Primero el país tiene que decidir si quiere eso. Creo que son espacios que deberían estar separados y es claro que en la historia de la búsqueda por el poder la religión siempre intentó meterse en los espacios educativos. Lo hicieron como opción de quitarle al Estado esa responsabilidad; como estableciendo que ellos debían estar en ese ámbito porque su participación era fundamental, e incluso tratando de influir en los contenidos de la educación. Finalmente, del ámbito educativo es de donde salen los fieles.

¿El debate de las ‘cartillas de género’ de la exministra de Educación Gina Parody fue una muestra de que a los colombianos sí les preocupan los contenidos educativos?

Sí, ese fue un hecho que se juntó con el plebiscito. El problema es que hubo fake news que se sumaron a que la ministra había estado muy comprometida con la campaña por el ‘Sí’.

Y era abiertamente gay, eso también influyó en la polémica, ¿no?

Sí, pero fíjate en lo paradójico. En Colombia había otras funcionarias abiertamente gais y no había existido problema. En el Instituto Humboldt, por ejemplo, su directora es alguien trans. En Argentina no tenemos funcionarios públicos con esas características.

Por eso te digo que tan conservadores no son, en muchas cosas están adelantados. Después vinieron otras reacciones, pero eso es algo que estamos viendo en el mundo. Muchos factores de apertura o de equidad a veces generan espacios de rechazo, de miedo. No sé cuánto tengan que ver ahí Bolsonaro o Trump.

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