Este es el título del excelente documental del francés Jean-Charles Deniau, uno de los platos fuertes del Festival de Cine de Washington DC, que en esta edición celebra su 25 aniversario. El documental recoge los testimonios de varias personas que han sido víctimas de abusos en la llamada “iglesia de la cienciología”, que alguno no duda en calificar de “secta”, y de ser “una completa estafa”.
De hecho, en Francia, la Cienciología está considerada una "secta" por el Estado. Sus actividades son toleradas porque han conseguido refugiarse bajo el estatuto de “asociación sin ánimo de lucro”. Sin embargo, han perdido ya varias demandas por abusos, y existe un movimiento para conseguir que la asociación sea ilegalizada.
No deja de ser irónico que su paragüas legal en Francia sea el de una ONG cuando precisamente, una de las grandes acusaciones vertidas contra la “iglesia” por sus ex miembros es el haber sido estafados. El grupo, fundado por el exitoso escritor de novelas de ciencia ficción Ron Hubbard, promete a los nuevos miembros que serán capaces de solucionar sus problemas personales e incluso aumentar su cociente intelectual si siguen el proceso de “purificación” ideado por su gurú.
Esta promesa de bienestar espiritual es común a la mayoría de religiones, el problema es que no lleva aparejado un costoso tratamiento. Didier, un pintor de mediana edad, cuenta en detalle los pasos del supuesto tratamiento desde su entrada. El primero, es un paquete de complejos vitamínicos por valor de 2.000 euros que sólo se fabrica en el cuartel general de la organización, en Florida. Y a partir de ahí, el coste va subiendo, a veces hasta centenares de miles de euros.
Alex Stoffen, un músico, se dejó todos sus ahorros en el tratamiento espiritual que debía ayudarle a superar sus miedos y angustias. Una vez sin fondos, le dijeron que no se preocupara, que ya pagaría más adelante. Unos meses más tarde le llegó una factura de un préstamo con un tipo de interés abusivo. Peor fue la situación para Maria Pia Gardini, una adinerada productora de cine, a la que, una vez en el cuartel general de Florida, le quitaron el pasaporte, la encerraron, la golpearon, y sólo la dejaron salir tras haber firmado cheques por valor de 600.000 euros.
Gardini sólo entró en la organización para poder estar continuar en contacto con su hija, pues sus mentores le habían dicho que debía cortar relaciones con todos quienes no fueran miembros de la Cienciología, incluida su madre. Si bien sus portavoces niegan que la “desconexión” sea obligatoria, numerosos testigos prueban que esta práctica es habitual, algo que sucede en las sectas más destructivas.
“El perfil de quienes entran tiene un punto en común: son personas que han sufrido una pérdida, o con problemas emocionales”, cuenta a El Mundo Jean-Charles Deniau. “Yo creo que entre la élite, un 90% saben que esto es una tomadura de pelo. Gardini me contaba que algunos se lo habían dicho, pero después de haberlo abandonado todo, sus carreras, su familia, etc, son incapaces de marchar”.
Muchas de las denuncias vertidas en el documental coinciden con las aparecidas en un amplio reportaje publicado recientemente por el magazine The New Yorker. A diferencia del documental, que es coral, éste se centra en la salida de la iglesia de una sola persona, Paul Haggis, uno de los guionistas más exitosos de Hollywood, y que cuenta en su haber con un Óscar.
Con John Travolta y Tom Cruise como sus más célebres abanderados, Hollywood es un terreno abonado para la Cienciología, cuyo seguimiento, como todo lo que envuelta a este grupo, es todo un misterio. Alguno de sus portavoces habla de 8 millones de creyentes en todo el mundo, pero en una encuesta sociológica sobre la religión en EEUU, se estimó que sólo son 25.000.
Ya sea por las poderosas conexiones de algunos de sus acaudalados miembros, o por el lugar sagrado que ocupa la libertad religiosa dentro del sistema político y legal de EEUU, de momento, la Cienciología cuenta con la áurea de respetabilidad que le da la consideración de religión.
Sin embargo, existen numerosos pleitos en su contra por abusos en los tribunales de California y Florida, donde se encuentran sus principales instalaciones, que según algunos “apóstatas”, se utilizan como centros de confinamiento de aquellos individuos que no obedecen las consignas de la jerarquía.
“Si con el documental consigo que algunas personas no entren, o ayudo a otras a salir, me daré por satisfecho”, explica Deniau, que decidió hacer este documental después de que algunos hijos de amigos suyos entraran en la secta, cuyo cuartel general se encuentra a dos manzanas de su domicilio parisino.