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Cataluña abre un cisma entre la Iglesia y el PP

Casado y Aznar cargan contra los obispos a favor de los indultos ante una Conferencia Episcopal dividida.

“No hemos sabido explicarnos”, lamenta uno de los obispos más mediáticos de la Conferencia Episcopal Española (CEE). “Explíquese”, le pide EL PAÍS. Acepta hacerlo, pero sin que aparezca su nombre. Después insiste en lo que dijo también el portavoz episcopal, Luis Argüello: los obispos han respaldado los indultos a los independentistas catalanes presos por no dejar en mal lugar a sus “hermanos de Cataluña”. ¿Solo por eso? “Todo es más complejo”, contesta, y resume así las consecuencias de que la Iglesia avalara la medida de gracia: “Todo está que arde”. La reflexión de este prelado no es ninguna exageración, y la posición de los obispos ha desatado un inusual enfrentamiento entre la derecha y la Conferencia Episcopal, que ha llevado al líder del PP, Pablo Casado, a disparar sin tapujos: “Soy católico y no me siento representado por los obispos que sostienen que los indultos se pueden aceptar. Les diría que al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

Ese choque, a priori extravagante, del líder del PP con la Iglesia, es defendido en su dirección, donde ha irritado la decisión de los obispos. El expresidente José María Aznar fue el más contundente en expresar el malestar que recorre a sectores de la derecha con la Iglesia, que dio un balón de oxígeno al Gobierno de Pedro Sánchez en un asunto decisivo y tremendamente delicado: “Son días para apuntar y no olvidar”, les avisó Aznar el 25 de junio.

El equipo de Casado defiende que la posición del líder del PP contra la jerarquía eclesiástica no le perjudica en su electorado, porque este está mayoritariamente en contra de los indultos. “Solo hay que leer lo que han dicho el ABC o la COPE, es que nadie comprende lo que han hecho los obispos. El sector católico entiende la posición de Casado. No le resta entre sus bases, sino al contrario”, argumenta un dirigente.

Fuera de la cúpula del PP, algunos exdirigentes populares subrayan que a Casado no le conviene este enfrentamiento. “Me parece innecesario que el PP busque adversarios en ese terreno, como en la CEOE. A veces, gestionar mal unas desavenencias es peor que las desavenencias en sí mismas. El PP no saca nada de enfrentarse con la Iglesia católica”, estima José Luis Ayllón, exjefe de gabinete de Mariano Rajoy.

La historia de este choque deja varias preguntas. Una es por qué la Conferencia Episcopal ha terminado respaldando un asunto tan polémico. Y la otra, por qué Casado se ha tirado a la piscina de un conflicto abierto con la Iglesia.

En la dirección actual del PP interpretan que entre las motivaciones de la Conferencia Episcopal ha pesado su interés en tener buena relación con el Gobierno de Sánchez para evitar que pueda tomar decisiones que vayan en su contra. Y ponen el foco en las discrepancias internas que ha procovocado la cuestión catalana en la Iglesia. Pablo Hispán, exjefe de gabinete del líder del PP, que sigue como asesor en su equipo y es experto en asuntos religiosos, incide en que el respaldo a los indultos “ha causado una enorme división dentro de la Conferencia Episcopal”. “Llama la atención que el cardenal de Barcelona [Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal] se ponga enfrente del Tribunal Supremo”, enfatiza. “La inmensa mayoría de los españoles están en contra de los indultos y lo mismo sucede con la inmensa mayoría de los católicos españoles”.

Desde que la Comisión Permanente episcopal respaldó, los días 22 y 23 de junio, los indultos por boca de su portavoz, es decir, sin nota oficial por escrito, el episcopado se siente acosado por muchos de sus fieles; incomprendido por varios de sus comunicadores estrella, entre ellos Carlos Herrera, principal estandarte de la COPE, y maltratado por muy altos representantes del PP.

Además, están las decenas de miles de eclesiásticos y activistas en primera fila en las iglesias, las parroquias y los centros sociales católicos. En la cúpula de la Iglesia temen que el enfado y el posible desprestigio afecten a los ingresos que los obispos reciben del Estado por el impuesto de la renta (IRPF), 300 millones de euros este año sin que los fieles pongan nada de su bolsillo. “¿Escuchan los obispos a los abandonados, a los otros catalanes, a los otros fieles?”, se queja el exdiputado del PP por Barcelona Jorge Trías Sagnier. “La Iglesia se ocupa ahora de los desheredados o de católicos marginales que se sitúan fuera de la ley, como los independentistas catalanes o vascos. ¿Y quién se ocupa de los millones de católicos que ni son pobres indigentes o que respetan la Constitución?”

La realidad es que la Iglesia se ha dividido a cuenta de este asunto, a pesar de que suele decirse que no hay nada que se parezca más a un obispo que otro obispo. Pero esa idea ha saltado por los aires estas últimas semanas. El detonante han sido los indultos, pero los desacuerdos son tan profundos que alcanzan, incluso, a la figura del papa Francisco. La paz interior en la Conferencia Episcopal parece inalcanzable.

La tesis oficial la ha reiterado el cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, contrario a los independentistas por razones casi doctrinales: “La unidad de la nación española es un bien moral que debe protegerse”. En la Comisión Permanente de la CEE, esta doctrina es mayoritaria, con el respaldo de los arzobispos Jesús Sanz Montes (Oviedo), Francisco Cerro Chaves (primado de España como prelado de Toledo), Mario Iceta Gavicagogeascoa (Burgos) y José Ángel Saiz Meneses (Sevilla), además del secretario general y portavoz de todo el episcopado, Luis Argüello García, obispo auxiliar en Valladolid.

Este grupo selecto, el más joven entre los que se sientan en la Permanente (los cuatro cardenales en activo ya han cumplido con creces los 75 años), era partidario de emitir una nota oficial que justificase el sí o el no a los indultos, en consonancia con lo dicho por la CEE a lo largo de los años. No se les hizo caso y ahora están cargados de razón. Se dio la paradoja de que uno de ellos, quizás el más dialéctico contra los indultos, el portavoz Argüello, fue quien salió a explicar en conferencia de prensa las razones de un sí que parecía un no, o de un no que parecía un sí. “Usted quiere un titular que diga sí o no”, contestó a un periodista que le urgía concreción. “No se esfuerce, don Luis, no se esfuerce”, ironizaba esa misma tarde uno de los articulistas más representativos del diario católico Religión Confidencial, José Francisco Serrano Oceja, catedrático de la Universidad San Pablo CEU.

Preguntado por las tensiones internas y externas a que se enfrenta la cúpula episcopal, Serrano Oceja subraya el hecho de que la cuestión de los indultos se haya abordado por la Permanente, muy reducida, y no en la Asamblea General del episcopado. “No sabemos cuál es el sentir de la mayoría de los obispos, aunque lo sospechemos. El cardenal Omella coloca en la primera línea las cuestiones sociales y procura evitar temas que puedan hacer pensar que la Iglesia es un actor político más. El problema es que este proceso no está siendo entendido por parte de no pocos fieles, por ausencia de matices”.

Tampoco se esforzó en los matices el grupo partidario de los indultos. Lo hicieron, dicen, por “comunión con sus hermanos de Cataluña”, pero, en realidad, utilizan las mismas palabras que el Gobierno (paz social, diálogo, perdón), con el añadido de “no tener actitudes inamovibles”, dicho por la institución más sedentaria de Europa. La voz cantante de este grupo en la Permanente, ausentado el cardenal Omella porque dijo que debía viajar a Roma, la llevó el arzobispo Joan-Enric Vives i Sicília, diocesano de Urgel, pro independentista y copríncipe (copresidente con Francia) del Principado de Andorra. Ausente Omella, Vives arrastró a su lado nada menos que a los cardenales Ricardo Blázquez (arzobispo de Valladolid y expresidente de la CEE) y a Carlos Osoro (Madrid), además de al arzobispo de Tarragona y presidente de la nunca concedida por Roma Conferencia Episcopal Tarraconense, Joan Planellas Barnosell. El otro cardenal en activo, Cañizares, no asistió.

Algunas fuentes en el PP teorizan que Casado se lanzó conocedor de esa división en la Iglesia, pero en su equipo enfatizan que lo que sabía Casado “es que la inmensa mayoría de los españoles está en contra de los indultos”. Esa es la razón principal de su posición, aunque otros dirigentes del PP ven más derivadas. “Casado ha defendido la autonomía del partido frente a la Iglesia en una cuestión como la unidad de España, que no afecta ni a la moral ni buenas costumbres”, subraya el exministro José Manuel García- Margallo. “En mi opinión, puede no haberle salido mal la jugada”, opina otro exministro popular. “Un PP capaz de no ser sumiso a los curas aparece como un partido más moderno”, defiende. No obstante, este ex alto cargo también destaca los riesgos: “En la oposición tienes que hacer amigos, es de manual. Aquí parece que, igual que con la CEOE, Casado no ha hecho amigos”.

Desencuentros históricos

Los dos jerarcas con más peso en el catolicismo español contemporáneo, los cardenales Vicente Enrique y Tarancón y Antonio María Rouco Varela, coincidieron en que la derecha política no les apreciaba tanto como creían merecer. “Los obispos vivimos mejor con Gobiernos de izquierdas”, dijo Tarancón, presidente de la CEE entre 1971 y 1981. “No veo muchos ricos en las iglesias”, se quejó Rouco, líder episcopal entre 1999 y 2005 y de nuevo desde 2008 a 2014.

Sobre Tarancón, la derecha aferrada a la figura del dictador Francisco Franco popularizó en los años setenta del siglo pasado el eslogan “Tarancón al paredón”. Durante uno de los mandatos de Rouco, el presidente José María Aznar, del PP, llamó inmorales y perversos a los obispos por oponerse en 2002, mediante una instrucción pastoral, a la ilegalización de Batasuna, el brazo político de ETA. El PP consideraba que los obispos no tenían derecho a opinar oficialmente sobre esa ilegalización. Ahora, vuelve a irritarle el que la Conferencia Episcopal se haya posicionado en favor de los indultos en la línea —casi con las mismas palabras— del Gobierno que preside el socialista Pedro Sánchez.

Los desencuentros de la jerarquía católica con la derecha también católica vienen de lejos, casi siempre a cuenta de la cuestión nacional. En los últimos años de la dictadura, Franco tuvo que parar las iras de sus ministros más religiosos. Uno de ellos, Julio Rodríguez, de Educación, le negó el saludo al cardenal Tarancón cuando este iba dando la mano a todo el Ejecutivo al final del funeral por el presidente Luis Carrero Blanco, víctima del terror etarra.

El gesto dio la vuelta al mundo, pero era uno más en una escalada que culminó con la apertura de una cárcel solo para curas en Zamora; la decisión de mandar al exilio al obispo de Bilbao, Antonio Añoveros (un avión lo esperaba en el aeropuerto de Sondica y si no se ejecutó la orden de salida fue porque Tarancón acudió a Franco con el expediente de excomunión en el bolsillo: entonces, el dictador, llorando, llamó al presidente Arias Navarro y mandó parar). También fue sonada la propuesta de Arias de castigar a los prelados retirándoles algunos de sus muchos privilegios económicos. Se cuenta que en tales conflictos, si llegaban al Consejo de Ministros, Franco solía decir siempre lo mismo: “No comáis carne de cura, que la carne de cura indigesta”.

Los catalanes, los que menos marcan la equis

Los obispos tienen un problema en Cataluña si la fidelidad para con la religión se midiera en dinero. Así pensaban cuando pactaron con el Gobierno de Felipe González el mal llamado impuesto religioso, provisional mientras los prelados encontraban una fórmula de sostenimiento propio. Nunca la encontraron, si es que la buscaron. Se trataba de marcar una equis en los impresos del IRPF en favor de la Iglesia. La Conferencia Episcopal supuso entonces que, si el 95% de los españoles se dicen católicos, un gran porcentaje marcaría esa equis. Resultó que ni siquiera la mitad. El año pasado fue el 35%, y eso que la CEE gasta cada año cuatro millones en una campaña con el eslogan “Ni pagas más, ni te devuelven menos”. Peor aún. La tacañería del católico español, pese a no tener que poner nada de su bolsillo, va por barrios. En Castilla-La Mancha marca la equis católica el 45% de los declarantes; en Madrid, el 38%, y en Andalucía, el 39,2%. En Cataluña no llega al 17% (16,9% el ejercicio fiscal pasado).

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