Adelanto que me encuentro dentro del número de personas residentes en Cartagena, mi caso mitad Cartagena-mitad Mazarrón, que no me siento ni humillado, ni ultrajado porque tenga usted fijada su residencia en un palacio pintado de rosa pastel (así me parece a mí) en la ciudad Murcia, con lo cual así los servicios municipales públicos de limpieza, pueden echarle unas máquinas para que el recinto esté limpico y se ahorre usted una perricas.
Nos reunimos en la ciudad de Murcia un grupo de personas que pertenecemos a Europa Laica, Región de Murcia Laica, y, a título personal, escribo y solicito lo siguiente visto que siempre nos queda la duda de cuál es realmente el patrimonio a nombre de ese obispado o camuflado que forma parte de su estamento. Un estamento, el suyo, el católico cristiano vaticano, que simplemente por los signos externos de riqueza de como viajan, disponen, controlan, viven, su alta, media y baja curia, de nunca ha sido un estamento en umbral alguno de pobreza; pero es que ahora se salen de los aparejos en cuanto al poderío económico y de gestión estatal, y es probable que ya le estén mojando en la trastienda la oreja a los gobiernos españoles.
Visto lo que se ve, se va conociendo, se adivina, y lo que está en la oscuridad patrimonial, y dado que por la vía de todo un entramado de funcionarios “voluntarios” que suelen estar de su parte y no sueltan prenda, aunque tengan la obligación de hacerlo, el motivo básico de mi escrito peticionario es que para evitar trámites y gastos innecesarios de una asociación laica como la que pertenezco que no tiene más ingresos económicos que las cuotas de los socios. Y siguiendo en la línea que hemos necesitado de trabajo para determinar aproximadamente la cantidad tan tremenda de bienes inmuebles que son de la propiedad de ese obispado, solo en el ayuntamiento de Cartagena más de 150, que no pagan impuestos, no estaría nada mal y le agradeceríamos que desde ese obispado me enviasen, o personalmente pasaría a recogerlo, un listado total de bienes de propiedad de la dicha zona episcopal murciana.
El motivo está claro; Siempre es un placer, para los que estamos “tirando en la varas del carro”, saber a cuántos llevamos aupados arriba sin que cooperen para nada a la hora de llenar los pilones de la cuadra en la que repostar nuestros piensos de vida; porque en nuestra simplicidad social nos produce cierto desequilibrio emocional (tengo que ir flojico porque está en vigor todavía la ley mordaza) simplemente desconocer a cuánto se puede elevar la cantidad económica que ustedes, en virtud de un acuerdo firmado cuando los luceros tiraban tiros de fusil mañaneros, y ratificados cuando estábamos todavía con las legañas de los ojos cerrados del largo tiempo imperial franquista, entendieron que en asuntos de impuestos, solidaridad cooperativa social necesaria para la buena marcha de los bienes públicos que son básicos en nuestras relaciones de convivencia, son de la opinión reiterada y manifiesta, porque lo dice a su manera un papel, que coticen los demás.
Porque se puede dar la paradoja que la máxima propietaria, incluso haciéndole sombra al propio Estado, sea la iglesia católica apostólica romana; y que, a pesar, siga recibiendo aquellos bienes que por indicación de sus propietarios los leguen a la hora de su muerte a “los pobres”. Y ustedes los más ricos después del Estado, por encima de todas las empresas, aparezcan con una legalidad-ilegal y rancia, diciendo que es el estamento adecuado para “repartir” entre los necesitados, que, por otro lado, aquí en la cortijá murciana están aumentando en cantidades preocupantes y no son gente que no habla el español.
Pero como me estoy saliendo de parva, lo que servidor a título personal desearía y se lo hago llegar, si le llega, por medio de esta misiva pública, es que para evitarme una panzá en documentarme, me gustaría que de un modo rápido, simple y decidido, desde ese obispado me indicaran que están a mi disposición la total relación de bienes a nombre directo de la diócesis, y los que estén camuflados.
En espera de sus noticias, queda el de la firma.
Salud y Felicidad.
Juan Eladio Palmis
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