La alcaldesa pronuncia un discurso durante una misa en la Plaza Mayor
Carmena señaló que es un «honor» para ella acudir al oficio religioso y destacó el compromiso de los madrileños para hacer del «querido Madrid lugar de reposo para el agotado, con techo para el desahuciado, con amistad para el abandonado, con esperanza para los sin techo y tenga abrazos acogedores para los refugiados».
En la misa presidida por el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en la Plaza Mayor, Carmena se comprometió ante la Virgen en un discurso para creyentes y no creyentes para construir «una ciudad abierta y acogedora, realmente fraternal en la que todos quepan, independientemente del color, el origen o la condición social».
Carmena defendió un Madrid «integrador y positivo en el que se respetan y promueven los derechos humanos» y en el que se elija resolver los conflictos «desde el diálogo y siempre por medios pacíficos». Esta es la primera vez en la que Manuela Carmena renueva el Voto de la Villa como regidora de Madrid. Este Voto es un gesto de agradecimiento por salvar a la ciudad de unas graves inundaciones en 1646, según cuenta la tradición.
Más aún, querer poner de su lado, en su actitud antidemocrática, a los no creyentes católicos mediante un discurso incoherente, es una falta de respeto adicional, además de una ofensa a la inteligencia de la ciudadanía.
Ni siquiera es congruente la alcaldesa con sus propias declaraciones en el sentido de no confundir las creencias privadas con los deberes de las instituciones públicas.
En suma, Carmena se ha establecido en una actitud servil ante el poder eclesiástico, y populista, probablemente ante el temor a la pérdida de votos. Servilismo y populismo que confluyen en todo un fraude de lesa democracia.