"Él solía enviarme los casos porque no tenía exorcistas en Buenos Aires. Me los enviaba a La Plata, que queda a una hora; hacíamos ese servicio y quedaba muy agradecido".A sus 79 años, el obispo Carlos Mancuso es uno de los exorcistas más reconocidos de Argentina, y a quien el entonces cardenal Bergoglio (El Papa Francisco y el supuesto exorcismo) enviaba los casos que no se trataban en Buenos Aires.
En una entrevista con Tiempo, el exorcista lleva tres décadas expulsando demonios, y enfrentándose con ellos y con una sociedad que cada vez espectaculariza más este tipo de posesiones, sobre todo gracias al cine. "Nunca he sentido miedo", apunta.
"Yo no ato al endemoniado, como lo hacen otros exorcistas; lo acuesto sobre una alfombra, sobre una almohada, bocabajo, y cada uno de mis cuatro ayudantes le traba un miembro. De ahí no se va a ir, porque intenta salir disparado. Si no se libera, no hay más remedio que hacer más exorcismos. Hay casos más fuertes que otros, no hay dos casos iguales. Y eso hace que no todos los endemoniados se comporten igual: unos tienen un demonio mudo, otro que grita y escupe, son distintos", explica Mancuso.
¿Y cómo reacciona el diablo? "Con furia y soberbia. Miro los ojos de los endemoniados y el diablo no puede sostener mi mirada. Lo miro, el otro mueve la cabeza. Al demonio hay que hacerle la vida lo más intolerable posible; si no, no se va nunca".