Es significativo que la publicación de una serie de caricaturas de Mahoma aparecidas en un periódico de un pequeño país de la Unión Europea provoque una tempestad de protestas de una punta a la otra del mundo musulmán.
Existen en efecto fuerzas en el mundo musulmán que no han aceptado todavía un hecho esencial que condiciona el desarrollo de esta religión sobre nuestro continente: el Islam en Europa deberá aprender a ser una religión como cualquier otra, limitada esencialmente a la vida privada y sometida al respeto de las leyes y de los principios democráticos entre los que está la libertad de expresión.
Todo europeo tiene el derecho de caricaturizar a Mahoma, así como tiene el derecho de caricaturizar a Jesús, a Moisés o a Buda, o al Papa, a la Reina de Inglaterra, al Presidente de la República francesa, o a los homosexuales, o a los minusválidos, o a los amigos de los animales, a los ecologistas, a los comunistas, a los rubios, a los belgas, a los franceses, a los alemanes, a los americanos, a los rusos, a los africanos, a los árabes, a los judíos, a los auverneses, a os escoceses,…o bien a su propio vecino. Si existe un perjuicio, es la justicia la que debe decidir y no una autoridad religiosa o grupúsculo activista.
Los Europeos no han recorrido siglos, a menudo muy sangrientos, hasta llegar a este equilibrio estable y satisfactorio para la inmensa mayoría de sus conciudadanos, para verlo de pronto cuestionado por integristas religiosos que desean que su propia ley, que consiste en prohibir la representación de Mahoma, se imponga a todos aquellos que no creen en su religión. En Europa, no son las religiones las que dictan la ley, sino que son los pueblos, los que mediante votos mayoritarios y con arreglo a principios democráticos aceptados por la casi totalidad de las poblaciones del continente, crean las leyes. En este caso, así como es evidente que no hay ninguna legitimidad para provocar a un grupo sobre sus convicciones profundas (religiosas, filosóficas, sexuales o de otro tipo), desde el momento en que no existe infracción de la ley, en Europa la caricatura es libre de elegir los personajes o temas que quiera.
Por otro lado, los mismos defensores de la no representación del profeta del Islam son a menudo los mismos que invocan su nombre a diestro y siniestro, apelando a su « legitimidad » en el menor atentado que cometen, o en la menor de las reivindicaciones que emiten. En estas ocasiones, parecen menos orgullosos de la ortodoxia religiosa y los creyentes parecen infinitamente menos preparados para sublevarse contra los desvíos eventuales del espíritu y del texto de su religión. Por tanto, no debemos dejarnos manipular por el supuesto "impacto" de estos dibujos sobre la mayoría de los musulmanes, sobre todo los que viven en Europa. Su inmensa mayoría está callada porque verdaderamente se pregunta sobre qué va todo esta polémica. Recordémosle cómo en el momento de la prohibición del fular islámico en la escuela en Francia las mismas fuerzas que hoy denuncian el sacrilegio, habían anunciado grandes movimientos de rebelión. El resultado fue elocuente: menos de una centena de casos individuales en toda Francia, corregidos sin dificultad en pocas semanas.
Dejemos pues a un lado a los profesionales de la presunta irreductibilidad del Islam a la modernidad o a un entorno laico europeo, y miremos a la realidad de las próximas décadas, a saber ¿cómo integrar el Islam en el tejido religioso europeo?.
Tuve la oportunidad a mediados de diciembre 2005 de participar en un largo debate con 25 especialistas y conocedores del Islam, en Jerusalén, sobre el tema « Europa, Francia e Islam ». Durante estos muy enriquecedores intercambios, debí recordar las relaciones de fuerza existentes entre Europa y el Islam, particularmente frente a una supuesta imposibilidad de adaptación de esta religión.
Con sus 500 millones de habitantes concentrados sobre "pequeño trozo de tierra", la UE puede condicionar fuertemente la evolución de una religión que cuenta con sólo tres veces más creyentes diseminados sobre varios continentes; más aún cuando en el seno de la UE, el Islam es una religión por cierto en crecimiento, pero muy minoritario (cerca de 20 millones de creyentes). Y, en efecto, los europeos van masivamente a hacer presión sobre los Musulmanes para que éstos comprendan que en Europa el Islam debe comportarse como otras religiones y estrictamente quedar limitado a la esfera particular, sometiéndose a las leyes y los principios democráticos. Es pues un gran desafío común el que afrontan el conjunto de los europeos y sus conciudadanos musulmanes: ¿cómo alcanzar por la educación, la integración, el debate (y necesariamente a veces la polémica también) la adaptación de la religión musulmana al contexto laico europeo? Es un camino difícil que verá a integristas de todo tipo tratar de hacerlo derrapar. Porque del lado cristiano o judío existen también unas tendencias que querrían que las religiones volvieran a ser las fuentes de la ley como lo eran en Europa hasta el Renacimiento, y que veían en los incidentes con el Islam la ocasión de empujar adelante sus propias ambiciones.
Y es así por lo que debemos estar vigilantes. Así como se lo recordaba a mis interlocutores en Jerusalén, nadie debe olvidar que Europa, que los europeos poseen una "cara oscura" que de repente es capaz de generar lo peor: expulsiones, pogromos, matanzas, campos de la muerte,… la lista es larga. Considero que la subida ininterrumpida de las fuerzas extremistas y xenófobas en nuestro continente desde hace una veintena de años marca la vuelta de esta "Europa sombría", amordazada desde 1945. Es, por otra parte, uno de los objetivos de Newropeans el de oponerse con éxito a estas fuerzas de exclusión, encarnando una nueva opción política, democrática y abierta, construida a la escala de nuestro continente; a la escala donde estas fuerzas actúan también. Sin embargo, no hay que tentar al "Diablo" {[1]} y dejar alimentar estas fuerzas extremistas ofreciendo campo abierto a las actitudes y discursos que encuentran anormal que un periódico publique una caricatura de Mahoma, y que incluye a aquellos que ignoran que la justicia es la que debe decidir si hay perjuicio o no. Los integristas musulmanes y los adeptos del "políticamente correcto" multiculturalismo son los mejores amigos de los que sueñan con una vuelta a una Europa intolerante. Los Musulmanes europeos serían las primeras víctimas. Porque en tal caso, el destino europeo se moldearía de nuevo sobre antiguos esquemas y conduciría a los europeos a una nueva locura sanguinaria de expulsiones masivas o de pogromos anti-musulmanes. Evidentemente en Jerusalén, estas frases resuenan más fuertemente que en Europa, ya que Musulmanes o Judíos, Cruzadas del Holocausto, conocen esta barbarie europea latente.
Pero deben también resonar fuertemente en Europa con el fin de que podamos mantener este delicado equilibrio que les permite a los europeos de toda religión, y sin religión, coexistir pacíficamente en el seno de una sociedad común. Para conseguir, por la integración, la educación, el debate, es esencial no ceder a la facilidad del relativismo cultural, a la ficción de que existen unas especificidades autoproclamadas legítimas, al terrorismo intelectual del "políticamente correcto". Recordemos nosotros que somos un continente, cuya libertad se construyó sobre la capacidad de sus ciudadanos que conquistaron el derecho a burlarse de los poderosos, y en particular de sus Reyes o sus Dioses.
Un verdadero poderoso no teme la caricatura. Se divierte con ella. Lo que es verdad para los Hombres debe también serlo para los Profetas que son también Hombres. He aquí una verdad europea que dice de una manera sencilla que el Islam en Europa debe meditar, y que nosotros debemos debatir con todos los que lo deseen. ¡ Y son la mayoría!
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