Las universidades públicas son centros dedicados a la docencia y a la investigación, pero no al rezo.
El siglo XIX vio cómo se transformaba la visión que los seres humanos tenemos de nuestro origen. El relato bíblico de que el mundo tenía un origen divino y reciente no pudo seguir siendo aceptado.
Estamos viviendo revoluciones extraordinarias en cosmología y en biología. Hoy la antigüedad de nuestra especie y de nuestro planeta puede ser comprendida mediante procesos naturales y sin la tutela de los dioses. Por eso veo con sonrojo la enconada insistencia en dotar a los centros públicos de enseñanza obligatoria de una asignatura de religión. Otro tanto ocurre con las universidades, que mantienen en su seno capillas destinadas al culto. Que las capillas se trasladen a un sitio más pequeño por razones de espacio, que se conviertan en salas ecuménicas abiertas a otros cultos o que sean frecuentadas por un indeterminado número de fieles, son argumentos irrelevantes. Las universidades públicas son centros dedicados a la docencia y a la investigación, pero no al rezo. Cada día que pasa resulta más lamentable tener que traer a cuenta estas observaciones, pero no por dejar de ser obvias las cosas hay que dejar de decirlas.
Jesús Álvarez Sanchís. Profesor titular de Prehistoria de la Facultad de Geografía e Historia, Universidad Complutense de Madrid.
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