Colegios de distintas regiones renunciaron a participar en los desfiles de Fiestas Patrias como protesta contra las autoridades corruptas que manejan el país. Momento propicio para reflexionar sobre esta costumbre cívico militar que divide a intelectuales y educadores.
“Una educación ciudadana no asume que los alumnos deben comportarse como soldados. No tenemos por qué hacernos eco de costumbres heredadas de las dictaduras militares”.
No era, de ningún modo, la primera vez que un colegio privado se abstenía de participar en el desfile escolar de Fiestas Patrias en Piura. Mucho menos se trataba del primer caso en el país. Pero la unánime indignación, tras la difusión de los audios que probaban actos de corrupción dentro del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), convertían la medida en noticia y la reacción en tendencia, en ejemplo a seguir.
De uno y otro lado, escuelas públicas y privadas comenzaban a emular a la institución educativa Jesús de Nazareth, que sin buscarlo tomaba un protagonismo inusitado. Lo que había comenzado como un hecho aislado, de importancia aparentemente local, ahora trascendía regiones. En pocos días, colegios de Iquitos, Cajamarca, Arequipa y Cusco replicaban la protesta y se rehusaban a marchar.
“Nos vemos obligados a no participar en ningún acto cívico por Fiestas Patrias. La situación que atraviesa el país no está para celebraciones, estamos de luto ante los hechos recientes, donde se ha descubierto como operan las autoridades corruptas”, declaraba Javier Chumacero, director de la escuela norteña que encendió la pólvora.
Pero las palabras del docente llegarían todavía más lejos. Inspirada por su discurso de rechazo, una región entera –ya no solo unos cuántos colegios–, anunciaba la cancelación de su desfile cívico militar. De este modo, Junín se vestía enteramente de luto para gritarle al país que su pueblo no está dispuesto a aguantar más actos de impunidad.
En ese clima de renuncias y decepciones, se desarrolló la semana previa al 198 aniversario de nuestra independencia. Momento difícil para festejar, pero propicio para reflexionar y replantear nuestra idea de país.
Renunciar para proponer
¿Es una buena medida renunciar a desfilar? Preguntamos a varios docentes y especialistas en educación. También indagamos en la importancia que tiene para la formación de un estudiante participar de un desfile escolar.
“Es una buena medida sí, una manera legítima de protestar contra lo que viene ocurriendo. Pero hay que tener en cuenta algo: no se trata de renunciar por renunciar, sino de renunciar para proponer. Existen muchas maneras de homenajear al país, no necesariamente marchando”, sostiene Lea Sulmont, docente y miembro del Consejo Nacional de Educación (CNE).
Esa ha sido, de cierta manera, la propuesta del colegio Jesús de Nazareth de Piura en la última semana. Sus actividades cívicas no se suspendieron, las clases continuaron y en lugar del desfile cívico militar, sus alumnos participaron de actuaciones, pasacalles y otras actividades en las que representaron nuestras costumbres y tradiciones.
“Como institución hemos visto conveniente decir basta y no participar del desfile, y eso no es ser antipatriota, es todo lo contrario, los chicos deben saber la calidad de congresistas, la calidad de jueces que tiene el Perú”, expresaba Javier Chumacero. Otra propuesta de este director, que muchos docentes imitaron, fue la de sumar a sus alumnos a la gran marcha nacional realizada el jueves.
“Hay muchas formas de protestar, pero hay que salir a las calles. Los piuranos, lamentablemente, somos muy conformistas y apáticos, pero hay que cambiar eso. Estos niños son el futuro del Perú”, agregaba orgulloso de su decisión. Nunca espero tanto revuelo.
Tradición reciente
Pero más allá de las protestas actuales, es necesario conocer que los desfiles cívico militares por Fiestas Patrias no son una tradición tan antigua como se cree. De hecho, empezaron recién a mediados del siglo pasado, con la creación de las grandes unidades escolares, durante el gobierno militar de Manuel Odría.
“El acto de desfilar se institucionaliza en los años cincuenta, época de las grandes unidades escolares. Lo que se buscaba era una suerte de competencia entre los colegios por quien desfila más organizadamente y marcialmente”, señala el historiador Manuel Burga, ex rector de San Marcos y estudioso del desarrollo de la educación en el Perú.
Fue gracias a esa iniciativa de Odría que los escolares asumen un rol importante en las Fiestas Patrias. Antes de eso, solo las Fuerzas Armadas, la Policía y los bomberos desfilaban en el mes de julio. Pero el gobierno pretendía integrar a la sociedad civil a estas celebraciones y lo logró a través de los más jóvenes.
La gran Parada Militar, tenía ya varias décadas entre nosotros y los desfiles que integraban a la sociedad civil se iniciaron al conmemorar el centenario de nuestra independencia en 1921. “El centenario integró a la ciudadanía en las celebraciones, antes se celebraba de otras maneras. El centenario también cambió nuestro sentido de patriotismo”, apunta Burga.
Como fuere, desde el inicio hubo posiciones encontradas respecto a la influencia militarista de los desfiles. Educadores con ideas más liberales, siempre cuestionaron su importancia en la formación de los estudiantes. Pero el tiempo no los favoreció.
“Fue un momento en que se apostó mucho por la educación y los desfiles quedaron como una de sus herencias más importantes”, agrega el historiador. Posteriormente, la época de violencia que viviría el país, daría más valor a los desfiles escolares, especialmente en las provincias azotadas por el terrorismo.
¿Costumbre innecesaria?
En la actualidad, uno de los opositores más firmes es el educador León Trahtemberg, quien sostiene que los desfiles escolares no representan los valores de la civilidad. “Hace cuarenta años que reclamo por la cancelación de los desfiles escolares militarizados. Una educación ciudadana no asume que los alumnos deben comportarse como soldados. No tenemos por qué hacernos eco de costumbres heredadas de las dictaduras militares”.
En tanto, destaca la iniciativa del colegio piurano (y los que le siguieron) de tomar posición respecto de la actualidad. “Como quiere protestar cada colegio es asunto de sus principios y contextos. Pero sí creo que si queremos formar ciudadanos, todos debemos aspirar a que los niños y jóvenes tomen iniciativas que expresen su mirada sobre los hechos conmocionantes en el país”, recomienda.
Con una visión diferente, Manuel Burga defiende la tradición de los desfiles como un homenaje a nuestra herencia republicana. “La república tuvo grandes principios, porque era la ola de la modernidad global. En Francia se sigue desfilando el 14 de julio, donde se inició la modernidad republicana. No es demagógico celebrar esta herencia con los desfiles escolares. Es una manera de recordar lo que somos”.