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Boom sacro inmobiliario: iglesias que ceden terreno a las torres

Hay congregaciones que buscan capitalizar sus valiosos predios, y otras procuran defenderlos del avance de  grandes construcciones. En la mayoría de los casos, el Ejecutivo porteño aprueba las obras, y los vecinos interponen amparos.

El llamado “boom inmobiliario” que atraviesa la Ciudad de Buenos Aires hace más de una década trae aparejada una voracidad que se ha llevado puestos el patrimonio y la identidad de muchos edificios, y las iglesias no son la excepción. En algunos casos, las mismas congregaciones promueven la venta de parte de sus terrenos; en otros los sacerdotes luchan contra torres linderas; y son los vecinos y ONGs quienes se colocan a la vanguardia de los reclamos.
“No son casos aislados sino un modelo que se está repitiendo. En los últimos años, el gobierno porteño promueve y facilita –a veces de manera ilegítima– la edificación en altura en inmuebles protegidos por ley”, afirma a Tiempo Santiago Pusso, representante de Basta de Demoler.
Su mirada apunta a la esquina de Paraguay y Libertad donde está el Convento de Las Victorias, un conjunto de estilo neogótico inaugurado el 25 de octubre de 1883, que incluye la parroquia Nuestra Señora de Las Victorias. Sus vitrales llegaron de París, y en el ingreso al templo perdura la tumba de Antonio Solari, un laico en proceso de beatificación. Desde y hacia allí tiraron los bandos enfrentados en la Revolución del Parque, en 1890, y albergó, en 1967, el matrimonio entre Jorge Luis Borges y Elsa Astete Millán. Hace unos tres años, sus propietarios, la Congregación del Santísimo Redentor, planearon su demolición parcial y que se construya allí una torre de ocho pisos para oficinas comerciales, sobre la capilla de Libertad 870. Los trabajos avanzaron, a pesar de que el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales (CAAP), dependiente del Ministerio de Desarrollo Urbano porteño, promovió su inclusión preventiva en el Catálogo de Inmuebles Patrimoniales y recomendó catalogarlo con nivel de protección estructural, por ser “un ejemplo atípico de la arquitectura religiosa de la ciudad”. Pero el propio ministerio avaló la obra nueva.
A partir de un amparo de Basta de Demoler y comuneros, en mayo de 2014 la Cámara de Apelaciones rechazó “cualquier proyecto de construcción que pueda afectar a este paisaje urbano y el valor histórico que representa” y resaltó la concepción de patrimonio colectivo, no sólo individual, donde una pieza hace al contexto, se alimenta de él y se entrecruzan. Resolverá el Tribunal Superior, pero los interiores de la capilla y la biblioteca –sostienen los denunciantes– ya fueron “desmantelados”.
En mayo del año pasado la Sala I de la Cámara en lo Contencioso Administrativo y Tributario ratificó la cautelar que declaró nulo el permiso de construir una torre en el terreno lindero al monasterio Santa Catalina de Siena, en Viamonte y San Martín. Al amparo de especialistas y ONGs adhirió el rector del monasterio, Gustavo Antico, mientras la Ciudad apelaba el fallo junto a la constructora. “En el caso de Santa Catalina, el funcionario que firma la aprobación del proyecto, Ramón Ledesma, antes de asumir era socio del arquitecto que presentó la obra. Ahí se ve claramente la relación íntima entre el Ejecutivo y los sectores de la construcción”, acota Pusso.
Aquí se trata de los perjuicios que puede generar una construcción de 18 pisos y seis subsuelos –un hotel 5 estrellas, viviendas, oficinas– justo al lado, sobre la calle Reconquista. La Ciudad avaló el proyecto en 2011, mientras la Legislatura aprobaba la creación del Área de Protección Histórica “Catedral al Norte”, que limita las alturas y prohíbe las torres en la manzana afectada; y a pesar de las recomendaciones del Consejo del Plan Urbano Ambiental y el CAAP de preservar la morfología de la manzana.
Santa Catalina de Siena fue el primer monasterio de religiosas de Buenos Aires. Construido en 1745, es uno de los mejor conservados. Su presencia dio nombre al “Barrio de las Catalinas”. Los especialistas coincidieron ante la Justicia que la nueva edificación afectaría al conjunto colonial, declarado Monumento Histórico Nacional, por la relación con la escala y el tejido urbano actual: de concretarse la obra, el monasterio quedaría encerrado entre la actual torre de 70 metros de la avenida Córdoba, y la que se proyecta en Reconquista, afectándose la visión del conjunto y el asoleamiento. Un estudio de ingeniería estructural dictaminó que con sus cimientos sostenidos por ladrillos y argamasa de barro, las estructuras corren serio riesgo de colapso por la excavación, que afectarían también el patrimonio arqueológico.
A principios de 2014, el caso tuvo difusión internacional cuando la ONG global World Monuments Fund incluyó a Santa Catalina de Siena en el listado de los principales edificios en riesgo del mundo. Desde 2001, funciona como Centro de Atención Espiritual para los ajetreados transeúntes del microcentro. Ese es su lema: “Entre el ruido, alguien te escucha”.
En la esquina de Amenábar y Dorrego, Colegiales, hubo hasta hace meses un terreno que pertenecía a la Casa Salesiana León XIII “Don Bosco”. La mitad de la manzana se vendió para una megaobra comercial de Constructora Sudamericana, el Quartier Dorrego, con más de 30.000 metros cuadrados y usos prohibidos por el Código de Planeamiento Urbano. Los vecinos reclamaron el año pasado y obtuvieron un amparo favorable. La obra permanece clausurada. Consultados por este diario, desde la congregación optaron por el silencio.
En Palermo también protestaron los vecinos. Y también recibieron el aval de la justicia. En febrero, el Juzgado en lo Contencioso Nº13 declaró nula la aprobación que hizo el Ejecutivo porteño de los planos de obra presentados por la Congregación del Verbo Divino Provincia Argentina Sur para demoler la fachada de Mansilla 3845 y hacer un edificio con jardín privado, alojamiento y cocheras, a pesar de que tenía catálogo preventivo, entre otras cosas por ser previo a 1941. En ese espacio, a fines del siglo XIX, cuando Palermo no era sensible ni Villa Freud, la familia Figueroa aprovechó su chacra y edificó una capilla devota de la Virgen de Guadalupe. En 1894 se hizo cargo el Verbo Divino y dos años más tarde, el Arzobispado creó la parroquia, constitutiva de la identidad religiosa del barrio.
En este caso actuaron vecinos, la Defensoría General y el Observatorio de Patrimonio y Políticas Urbanas. El fallo que les da la razón a los denunciantes expresa que la preservación del patrimonio cultural no siempre está ligada a la conservación del hecho construido, “sino que en muchos casos atañe al rescate de valores intangibles que hacen a la memoria colectiva”.   «

La vieja Abadía de L.M. Campos

Otra propiedad eclesiástica que hace años está en la mira de constructoras es la Iglesia de San Benito, sobre la Avenida Luis María Campos al 1000, en el barrio de Belgrano, en cuyos terrenos una desarrolladora (Dypsa) planeó sin suerte en 2006 construir un Centro de Diagnóstico Clínico de 5 pisos. El proyecto contemplaba una edificación subterránea y una supuesta “recuperación” de la barranca, que permitía una “mejor observación” del convento, considerado patrimonio de la Ciudad. El espacio principal de la Abadía fue erigido en la década del ’20 por el arquitecto León Ferrari. Allí se instaló la orden Benedictina y llegó a congregar a 50 monjes.

La casa de Jerónimo Podestá y Clelia Luro, en la mira

Existe otro sitio histórico relacionado a lo eclesiástico que corrió –y corre– peligro por una obra lindera. Se trata de la casa más antigua de Caballito donde vivieron durante décadas el obispo tercermundista Jerónimo Podestá y su mujer Clelia Luro, emblemas de la lucha por un celibato optativo.
Esa propiedad colonial de 1864, que perteneció al hijo del mazorquero de Rosas, Ciriaco Cuitiño, fue sede de Congresos de la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados, creada por el matrimonio, cuyas convocatorias solía tener a Bergoglio como asiduo visitante.
“Jerónimo y mi mamá llegaron a esta casa cuando regresaron del exilio, en 1982. El lugar estaba casi abandonado y ellos fueron limpiando y reconstruyendo el espacio”, contó a este diario meses atrás Clelia, la hija de ambos, ya fallecidos.
En 2004 la Legislatura porteña declaró al sitio de interés cultural e histórico, tuvo su ley de expropiación, pero la Ciudad no avanzó con los trámites. En cambio sí autorizó la construcción de una torre de 10 pisos en el terreno lindero que puso en peligro la casa de adobe, afectándola en lo estructural, en su ventilación e iluminación.
Tras cautelares a favor del amparo presentado por vecinos y ONGS de Caballito, un fallo de la Cámara del 15 de agosto pasado, resuelve que la obra vecina no puede continuar hasta que el gobierno porteño primero refaccione y ponga en valor la casa de Podestá y Luro, de Gaona 1367.
El fallo habla de tutelar el entorno “en tanto integra su valor patrimonial”, que está en juego “el patrimonio cultural e histórico” local y que cuando la Ciudad cataloga un bien no puede dejarlo a su suerte. La prioridad la tiene el bien patrimonial, que gracias a una ley del Congreso del año pasado será expropiado por el Estado Nacional y pasará a ser, por fin, un museo abierto que continúe el lema de Jerónimo “que todos sean uno para que el mundo crea”.

 En la Web

La situación del Convento de las Victorias y del terreno salesiano de Amenábar y Dorrego llegaron hasta la plataforma de pedidos internacionales change.org, con firmas de vecinos y ONG de la ciudad. En total, suman más de 6000 pedidos.

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