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Mientras en gran parte del mundo civilizado—y a pesar de que falta recorrer un camino todavía sinuoso hacia un auténtico respeto de los derechos humanos— la libertad progresa, existen países como Qatar, que se alista para la mayor cita deportiva del mundo y, quizás, para meter a la cárcel a varios cientos de los que asistan a la misma.
Una de las grandes lecciones de la Ilustración es la tolerancia, que ha cobrado trascendencia en el mundo a través de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDDHH). El dictum atribuido a Voltaire según cual él hubiera defendido hasta la muerte nuestro derecho a decir algo incluso si divergía de lo que él pensaba, prueba que la tolerancia fue uno de los grandes pilares sobre los que se sostuvo la revolución propuesta por quienes vivieron y dieron brillo al llamado Siglo de las Luces y de la Razón. Spinoza aun llegó más allá al defender con uñas y dientes no solo la libertad de pensamiento y de palabra sino todo lo que se pudiera decir oralmente o por escrito en contra de la religión revelada por las iglesias.
Y sin embargo, es evidente que, a mucho más de dos siglos de haberse constitucionalizado en la naciente república francesa, el inmenso valor de la tolerancia no ha llegado a oídos de los qatarís, pues más allá de si las notas periodísticas –siempre sujetas a ser desmentidas- son verídicas o no, lo evidente es que el país musulmán parece ni siquiera haberse enterado de que existe un organismo mundial que hace más de 70 años ha proclamado la DUDDHH, que entre otras cosas establece que toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado (…). Pero, además, todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, (…) y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión, según estatuyen los artículos 18 y 19 de ese instrumento.
Entonces, poco importa si durante el Mundial de Fútbol se podrá o no portar una bandera LGBTI, sin riesgo de ser sancionado por la ley, porque de lo que en realidad los pertenecientes a esa comunidad y en general el mundo occidental debe tener en cuenta en esas semanas de delirio,es que no puede pasarse ni por la mente, incluso si profesan el Islam, cambiar de religión, ya que podrían ser ejecutados sin poder volver a su país de origen. En cualquier caso, y por lo menos en el marco de la legalidad, en países europeos en que se han asentado millones de musulmanes, no están prohibidos los ritos del Corán que, después de todo, como sostiene Spinoza, es una obra de hombres de carne y hueso.
En un país en que independientemente de si están o no de acuerdo con las comunidades LGBTI o el derecho que estas tienen de expresarse como mejor les plazca sin violentar derechos de terceros, existen todavía la esclavitud laboral, la sumisión contra natura de las mujeres frente a los varones y el desafío a los principios que el liberalismo dio vida, como el respeto a la libertad. Amparados en su libro sagrado y sus leyes medievales, no solo los visitantes sino los propios deportistas—entre los que existen muchos homosexuales— tendrán que cuidarse de no expresar ninguna manifestación que traicione su estereotipo de género; y si por ese motivo logran zafarse de cualquier infracción a la arcaica legislación, deberá estar atento a no apostatar, porque podría terminar ahorcado, o,si es mujer, tener el otro ojo atenta a caminar siempre unos pasos detrás de su pareja varón.
Como todo ser pensante, defensor de la libertad y amante de la paz, tengo mis propias convicciones respecto a las prácticas homosexuales, pero por sobre ellas defiendo con vehemencia la virtud cristiana, legal y principista de la tolerancia hacia ellos y a los de cualquier credo, rechazando cualquier forma de discriminación solo por esos estatus.
Todo individuo
tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones