Shammi Haque es mujer y bloguera en Bangladesh, vive amenazada de muerte y con protección policial por el acoso que sufre en un país en el que, asegura, el integrismo crece tras el asesinato de cuatro blogueros ateos a manos de extremistas islámicos en lo que va de año.
Shammi Haque es mujer y bloguera en Bangladesh, vive amenazada de muerte y con protección policial por el acoso que sufre en un país en el que, asegura, el integrismo crece tras el asesinato de cuatro blogueros ateos a manos de extremistas islámicos en lo que va de año.
«La situación actual es muy oscura. Bangladesh es sobre el papel un país secular pero parece islámico. El integrismo está en aumento», dijo Haque en entrevista con Efe en una cafetería de Dacca próxima a un albergue de la ONG social en que hace prácticas.
«El integrismo no es solo llevar armas, es la mentalidad. No existe libertad de pensamiento», subrayó.
Haque, de 22 años, acaba de terminar la carrera universitaria de Empresariales y pertenece a una familia musulmana «tolerante» del sur del país, en la que su abuelo materno ya era ateo.
«Soy feminista. Si como mujer lees el Corán, tienes que ser atea de todas, todas. Pero a los ateos en Bangladesh se nos trata como a animales», lamentó.
En 2013 se unió a Gonojagoron Moncho, movimiento secular que durante ese «año inolvidable» organizó protestas masivas para pedir el ahorcamiento de ancianos líderes islamistas que desde hace un lustro están siendo juzgados por alinearse con el régimen de Pakistán en la guerra que en 1971 dio la independencia a Bangladesh.
«Estoy en contra de matar a gente. Sé que suena contradictorio, pero apoyo estas ejecuciones. Según nuestra percepción han matado y violado a miles de personas, así que deben ser castigados», explicó.
Dice no tener afinidades políticas, «como la mayoría» de un colectivo que la gobernante Liga Awami trató de capitalizar sin éxito antes de las elecciones de 2014.
Escribe en una bitácora digital sobre religión y feminismo, y se define como «activista» antes que bloguera: «todo el que usa las redes es bloguero».
Desde hace tiempo, se siente en peligro. Asegura haber recibido amenazas en su teléfono móvil y en la cuenta de Facebook del tipo «te violaremos y te cortaremos la cabeza», y presiones del imán de una mezquita cercana a su casero para que la echara de la vivienda.
Pero lo ocurrido la semana pasada fue la gota que colmó el vaso.
«Dos hombres estuvieron siguiéndome por todos lados. Vi en sus ojos que iban a por mí», relató la joven, que puso una denuncia en comisaría y ahora es vigilada las 24 horas por entre tres y seis agentes.
«Estoy muy asustada. Mis padres, mis vecinos están preocupados. Le dicen a mi madre: esta vez van a por tu hija. No puedo ir a casa porque temo que vayan también a por mi familia», agregó.
No cree que acaparar la atención mediática estos días le convierta en un blanco más fácil que otros, pues «todos están amenazados» sean conocidos o no, dice, aunque puntualiza que en cambio sí ha ayudado a que se tomen medidas para protegerla.
La reacción de las fuerzas del orden en su caso no es habitual. De hecho, hasta ahora las autoridades bangladesíes han sido muy criticadas por haber permanecido impasibles ante los ataques sufridos por los blogueros críticos con el radicalismo islámico.
No ha habido condenas enérgicas, ni medidas de seguridad adicionales, se ha tardado en ilegalizar al grupo sospechoso de los asesinatos -el Ansarullah Bangla Team- y planean muchas sombras sobre los arrestos en relación con los homicidios.
Entre finales de febrero y principios de agosto, cuatro blogueros bangladesíes, entre ellos el conocido escritor Avijit Roy, han muerto a plena luz del día en ataques con machetes y cuchillos ocurridos en la capital y la ciudad septentrional de Sylhet.
Hasta mediados de agosto, la Policía detuvo a cuatro personas en relación con los crímenes y en las últimas dos semanas se han practicado nueve detenciones.
«Soy escéptica con los arrestos. No han juzgado a nadie, no están preocupados por las muertes. Habrá más ataques y se volverán cada vez más fuertes», afirmó Haque, que piensa que si el Gobierno hubiera hecho algo más tras el ataque a Roy, se podrían haber evitado otros asesinatos.
«Un día, vendrán a nuestras casas y matarán a todos los ateos; después se cambiarán la ropa y se lavarán las manos. Como cuando en 1971 asesinaron a todos los intelectuales», mantuvo la joven, que se plantea emigrar si no ve otra alternativa.