Las iglesias y no solo la católica está interesada en mantener este tipo de tipificación, aunque apenas se lleguen a aplicar, como una transposición simbólica del pecado al delito y por tanto la recepción de la moral religiosa en la moral pública.
Por enésima vez se ha anunciado la supresión del delito de blasfemia en España que, eufemísticamente, está tipificado como ofensa a los sentimientos religiosos. Que en el siglo XXI persista este tipo de tipificación penal pareciera que fuera un vestigio de la edad media pero no es así. Esta tipificación fue introducida, en España, en la reforma del código penal del año 1995 y que incluso endureció la tipificación del código del año 1973. En efecto, mientras en el código penal del año 1973 las penas de blasfemia se circunscribían a los lugares y actos de culto y solo se contemplaba multas para el resto de los casos, en el Código penal de la democracia la blasfemia se extendía a cualquier lugar o medio; las penas por blasfemia en el código penal de la democracia son sorprendentes:
Artículo 525
1. Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican.
La profanación-otro curiosísimo delito-, en los artículos 523 y 524, incluso están más condenada que la blasfemia con penas de ¡seis meses a seis años.
Las iglesias y no solo la católica está interesada en mantener este tipo de tipificación, aunque apenas se lleguen a aplicar, como una transposición simbólica del pecado al delito y por tanto la recepción de la moral religiosa en la moral pública.
Es curioso que este anuncio se haya dado en un contexto de anuncio de ambiguas medidas, no enteramente explicitadas, sobre medios de comunicación y fake news; el propósito, se dice, es garantizar la información veraz y la transparencia financiera de los medios de comunicación. Sin embargo, somos muchos los que pensamos que la lucha contra la censura en la sociedad de hoy debería significar la garantía de la pluralidad de opiniones y una información inquisitiva y critica. Existen, de hecho, ya muchas leyes y reglamentos, pero no se cumplen en su cabalidad. ¿Es tan difícil, por ejemplo, tener una televisión publica plural y profesional alejada del mandato político partidista? Pues debe ser difícil ya que basta ver los programas informativos de las televisiones y medios públicos de este país para saber que son, en su mayoría, panfletos de propaganda política de los gobiernos que nombran a los directivos de estas televisiones. ¿Porqué no se potencian los medios públicos y comunitarios plurales frente a los medios privados al servicio de tal o cual porción del capital con mayúsculas?.
Dentro de la profesión periodística predomina la autocensura ya que el periodista está totalmente dependiente del dueño del medio como si desarrollaran todo su trabajo en una gran cadena FOX. De hecho, la libertad de conciencia del periodista sobre el mandato de su amo en nuestro país, en el mejor de los casos, conlleva una indemnización equivalente a un despido improcedente. Muchos nos tememos que bajo la cortina de la información veraz se persiga disciplinar los medios. El intentar disciplinar la crítica es siempre un acto de censura. Hoy la censura no es aquella decimonónica ejercida por clérigos o funcionario en manguitos en las galeradas de un periódico hoy la nueva censura esta asociada al control de las multinacionales de la información que se imponen sobre las soberanías de los pueblos y de los Estados y «el capitalismo de la vigilancia» promueve discursos unilaterales donde la información veraz y el pluralismo informativo salta por los aires. Los casos de Snowden y Assange pone en evidencia lo que es la censura en los tiempos de la digitalización y la inteligencia artificial.
Así el anuncio de suprimir la blasfemia se presenta como contrapunto progresista al anuncio de nueva censura más gigantesca en las redes, internet y los mass media para garantizar que los nuevos medios sean respetuosas de una nueva sacralidad: los intereses del mercado capitalista global y de la seguridad .
Una consideración final: junto a este enésimo anuncio de supresión de la blasfemia no se anuncia la derogación de la ley mordaza lo que fue prometido en una campaña electoral e incumplido en varias legislaturas; ley que afecta gravemente a libertad de reunión y manifestación; una libertad clave para los desposeídos de voz en esos mass media tan influyentes y que se vuelve tan importante en los momentos de desasosiego social.