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Benedicto XVI se revela incapaz de adecuar la Iglesia a los tiempos

A los 5 años de su elección, la crisis de los abusos sexuales atenaza al Papa Pensadores católicos lamentan la rigidez «defensiva» de la curia romana

«Este no es el Papa que hará las reformas de la Iglesia». El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, ha respondido así de franco a algunos funcionarios que en el Vaticano le preguntaban por dónde va la Iglesia católica. La respuesta ha sorprendido, ya que las informaciones que trascendieron del cónclave que, mañana hará cinco años, eligió al actual Pontífice, indicaban precisamente lo contrario. En en 2005, el cardenal Joseph Ratzinger, guardián de la ortodoxia durante más de 20 años, era el único que, según la mayoría de los electores, habría podido afrontar las reformas para poner al día la institución, manteniendo al mismo tiempo un rumbo seguro, que no provocase recelos entre el variado mundo de los católicos. Sin embargo, el escándalo de los abusos sexuales está evidenciando dramáticamente la insostenibilidad de una monarquía absoluta sobre más de mil millones de seguidores y el aislamiento, no intelectual sino social, en el que vive el Papa.

UN PROBLEMA DE GOBIERNO / «El Papa ha fracasado», ha escrito sin pelos en la lengua el teólogo HanS Küng, apartado de la enseñanza por su ideas progresistas, excompañero de juventud de Joseph Ratzinger, con quien, ya siendo Papa, mantuvo un encuentro de cuatro horas, seguido por una larga correspondencia que duró meses. El movimiento internacional de Nosotros somos Iglesia, que reúne a intelectuales y católicos de a pie que no se resignan frente al dictado de Roma, ha publicado un comunicado en este quinto aniversario de la elección de Benedicto XVI en el que afirma que el problema no es que las sociedades se hayan vuelto más laicas, «sino la incapacidad del papado de leer los signos de los tiempos». El prolífico escritor católico Giancarlo Zizzola declaró a EL PERIÓDICO: «Ahí fuera existe una Iglesia que vive por su cuenta, poniendo en crisis la pretendida hegemonía de la Curia».

MÁS ALLÁ DE LOS ABUSOS / Muchos pensadores católicos apuntan que la cuestión no es solo cómo se ha afrontado el caso de los clérigos pederastas, sino cómo funciona el gobierno católico. Durante al menos 20 años, el entonces cardenal Ratzinger gestionó los casos de abusos sexuales con poderes confiados por Juan Pablo II, con quien consultaba los pasos fundamentales a dar y los casos más graves. Por eso, muchos se preguntan si Karol Wojtyla fue el «inductor» del silencio del que ahora se acusa a Ratzinger. «La Iglesia no es un democracia», había recordado Juan Pablo II. «Tampoco es una multinacional», había repetido en otra ocasión. Sin embargo, más allá de los abusos sexuales, aquel Papa, cuando era ya anciano, dejó escrito, en una encíclica y en su testamento, que trasladaba a su sucesor la tarea de reformar el papado, reconociendo que un hombre solo no puede con todo.

UN NUEVO CONCILIO / Hans Küng, pero también el cardenal Carlo María Martini, jubilado y exportavoz de los electores más abiertos en el cónclave del 2005, han pedido la celebración de un nuevo concilio para afrontar las cuestiones que plantea la modernidad. Ambos coinciden en la necesidad de seguir la indicación de un concilio celebrado en la ciudad de Costanza, en el siglo XV, de reunir periódicamente a los obispos de todo el mundo. «Es exagerado, una entelequia», afirma Piero Coda, presidente de los teólogos italianos, para quien «se necesita tiempo para recoger los frutos sembrados por el Concilio Vaticano II». Vayan por donde vayan las reflexiones internas de los católicos, terminan siempre en aquel concilio convocado por Juan XXIII (1962-1965), que afrontó la relación de la Iglesia con el mundo moderno y la necesidad de reformar su estructura.

UNA RESTAURACIÓN / Aquel concilio, definido como «la primavera de la Iglesia», dejó más de mil páginas de documentos que debían traducirse en reformas concretas, pero en los 45 años siguinetes, solo Pablo VI afrontó parcialmente, en 1967, la de la curia o gobierno central.
Sobre la relación con la modernidad, los pensadores católicos y más aún los no católicos, señalan que la cúpula romana se manifiesta siempre en actitud defensiva. No a la incorporación estructural de los obispos en la curia, no a los anticonceptivos y a la readmisión de los divorciados, no a la eutanasia, no a un mayor papel de la mujer y no a muchas de las posibilidades que ofrece el progreso científico. Una rigidez que para algunos es la causa del abandono de muchos católicos, algo que sorprendentemente a Benedicto XVI no parece preocupar. Antes y después de ser elegido, dijo que la Iglesia «es una minoría», aunque influyente en la sociedad y en el gobierno del mundo. Una especie de nueva restauración, como la que realizó el emperador Constantino en el siglo IV, o la del Concilio de Trento, en el siglo XVI, en respuesta a la Reforma de Lutero. No un cierre de filas defensivo, sino un reagrupamiento de fuerzas para la reconquista del mundo moderno, que Ratzinger considera como un huérfano al que deben ser infundidos los valores del catolicismo tradicional.

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