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Bendito Estado laico…

La laicidad es tema de moda en este país. Ahora están de plena actualidad todos los temas relacionados con la sociedad laica en un Estado laico. Bendita sea, ya era hora?

Como nadie ignora, en España no tenemos término medio: o vamos delante de los curas o detrás de ellos. Pero nunca hasta ahora se ha conseguido una coyuntura tranquila para hablar de este tema. Unos se refieren a la laicidad positiva, respetuosa de la importancia del hecho religioso, y otros abogan por un laicismo excluyente, en el que la religión no tiene cabida en la vida pública, quedando recluida al ámbito privado.

Yo, como protestante, siempre he defendido la separación Iglesia-Estado; mejor dicho, la separación del Estado y… las Iglesias.

Lo voy a seguir haciendo. “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. El Estado, si es laico, no debe que tener una religión oficial, ni siquiera una preferida (como ocurre en España con la católica, que es mencionada en la Constitución por su nombre, diferenciándola de las restantes creencias, que la Carta Magna despacha como “las demás confesiones”). Según el principio de separación Iglesia-Estado en un Estado laico, las iglesias, para ser independientes, no tienen que recibir financiación.

El culto y el clero lo deben de pagar los fieles de cada religión. Sé que esto en España, refiriéndonos a la Iglesia católica es impensable, pero sí es posible: lo hacemos los creyentes de las demás confesiones.

Eso no implica que el Estado no pueda colaborar con las instituciones religiosas para la realización de proyectos concretos de carácter cultural, educativo y de integración social como los que contempla, por ejemplo, la Fundación Pluralismo y Convivencia. Pero por supuesto no para pagar en ningún caso el culto ni el clero con cargo a los impuestos del contribuyente… agnóstico, protestante o ateo.

En este momento partimos de una situación de flagrante desigualdad y de la misma forma que el feminismo surge como un movimiento de liberación de la mujer contra la opresión que sufre a nivel general, el laicismo surge como un movimiento de defensa de la igualdad de todas las creencias. En un Estado laico todos los ciudadanos somos iguales ante la ley y tenemos los mismos derechos. Elemental.

Por cierto, en cuanto a la situación de la mujer es tan universalmente reconocido el hecho de que las religiones son las que menos favorecen su libertad, como que la equiparación de sus derechos, esto es, la igualdad, debe pasar necesariamente por la laicidad.

La meta es el Estado laico en el que todos, creyentes y no creyentes, tengamos los mismos derechos e idénticos deberes. No basta la fórmula del “Estado aconfesional”, pues no se trata de no tener confesión, sino de que el Estado sea laico. Ni siquiera irreligioso. Simplenente laico.

Sin embargo, es difícil ocultar el hecho religioso, circunscribirlo al ámbito privado exclusivamente, porque en este país la religión significa la vivencia de mucha gente. Yo creo que el legislador, al legislar, no debe regirse por lo numeroso que sean los colectivos que puedan verse afectados.

¿Tendría el Estado que tener acaso una relación especial con los clubes de fútbol por el simple hecho de que llenan estadios todos los domingos? Aunque haya mucha ciudadanía representada en las gradas, no por ello precisan un trato especial frente a los ciudadanos que no asistimos a los estadios.

Si es importante el tema laico en el mundo de la educación, puede que yo sea nostálgica pero me produce muy buenas vibraciones la idea de la escuela laica; debe ser que una añora la situación que se dio en la II República. En esto discrepo de la entidad que me representa como protestante española ante el Estado, que es la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE). Al contrario que esta entidad que mantiene acuerdos en el tema de la enseñanza religiosa en la escuela, yo sí creo que la religión debe de salir de la escuela. Y creo que no soy yo sola quien así piensa en el campo protestante.

El hecho religioso como catequesis, sea del signo que fuere, no puede ser evaluable como una asignatura más. Por otra parte, pienso que la Historia de las Religiones, o la Filosofía de las mismas, podrían tener cabida dentro de otras materias, con lo que nos ahorraríamos la discusión.

El sacerdote y teólogo Benjamín Forcano decía textualmente en El País el 16 de octubre de 2004 que ”la laicidad es la base del Estado democrático y del respeto de las religiones”. “El respeto de todas las ideologías y religiones y la independencia del Estado y de las religiones”, venía a afirmar, “son la única garantía para el desarrollo de los valores comunes del ser humano y de una Constitución que regule respetando todos los derechos de toda la ciudadanía sin excepción”.

La laicidad supone un grado importante de tolerancia y de respetuosa curiosidad hacia los otros, así como el rechazo del dogmatismo, la libertad de manifestar sus ideas sin imponerlas con la ayuda del poder, de cualquier poder, el respeto a las convicciones personales de cada uno. La laicidad, a mi modo de ver, no entra en colisión con la religiosidad individual, sino con la religión del poder establecido.

Como sostiene Fernando Savater, en la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en cuanto al derecho de quienes las asumen, pero no como algo que se pueda imponer a otros.

Eso no implica el que se tenga que borrar la religión de la sociedad. La religión tiene su lugar y su sitio para trabajar por conseguir un mundo mejor. El Estado tiene que delegar muchas veces en organizaciones de diverso tipo, también religiosas, tareas que no podría desarrollar por sí mismo, pero que sí puede subvencionar. Aquí es donde yo veo la relación entre la religión y el Estado, en una cooperación sana y llevada de forma libre por las distintas instituciones.

Otra cosa que se deberá debatir y que entra de lleno en la teoría de la laicidad es el respeto a la diversidad. Seguramente, muchas personas no son conscientes de cosas que pasan a diario, como el que en los tanatorios se tengan que celebrar actos religiosos de otras confesiones en capillas que para nada son interconfesionales.

Los protestantes, pongo por ejemplo, hemos de celebrar nuestros servicios delante de los símbolos de la religión católica; lo mismo ocurre con otras confesiones. En una sociedad laica, estos lugares deberían estar vacíos y que cada religión pudiera poner sus propios símbolos, o ninguno, en el caso de que se trate de un acto civil y para nada religioso.

Igual sucede en los hospitales, en los aeropuertos… Estas limitaciones claras a la libertad religiosa se resolverían con un Estado laico en el que los ciudadanos todos seamos iguales y tengamos los mismos derechos, como ya hemos mencionado, tanto los creyentes como los no creyentes.

Otro tema a tener en cuenta es el de la presencia religiosa en los actos oficiales. En un Estado laico, y con el fin de que todos los ciudadanos nos podamos sentir representados, sobra todo tipo de simbología religiosa. Eso no implica el que no están presentes en pie de igualdad líderes representativos de las distintas religiones.

Como conclusión, y sin pretender eliminar el hecho religioso de nuestra vida social, sí hay que regularlo desde una perspectiva justa para todos. Las manifestaciones públicas por parte de las religiones deben de ser regladas para evitar que se den las arbitrariedades que se dan ahora y que son debidas a mi entender a la falta de normativa.

Como ejemplo, puedo comentar que hace no mucho prohibieron una concentración protestante en una de las calles principales de Madrid con el pretexto de que sólo se pueden utilizar para manifestaciones de tipo revindicativo. Pocos días después Madrid fue tomado por las procesiones católicas de Semana Santa. La pregunta huelga: ¿reivindican algo las procesiones?

Nosotros, los creyentes, no podemos pretender que nuestras creencias se traduzcan en leyes y mucho menos que establezcan lo que es delito.

En un Estado laico son las religiones las que deben acoplarse a las leyes y no al revés.

María Rosa Medel es maestra y licenciada en Geografía e Historia. Empresaria editorial. Miembro de la Primera Iglesia Bautista de Madrid. Secretaria nacional de la Unión de Mujeres Evangélicas de España (UDME). Miembro de Cristianos Socialistas

Artículo publicado en Lupa Protestante

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