La asociación Movimiento hacia un Estado Laico (MHUEL) ha presentado una instancia solicitando al Ayuntamiento de Zaragoza el cese inmediato de la emisión del cántico católico diario, y por triplicado, que desde la basílica del Pilar se escucha en gran parte de los barrios zaragozanos. Su petición, propia de un estado aconfesional, es conforme a la normativa que el propio Ayuntamiento estableció para la protección del medio ambiente contra ruidos y vibraciones. La polémica está servida y la reacción fundamentalista no ha tardado en desatarse.
Hace algunos años una de mis tareas en el hospital donde trabajo era limpiar la capilla semanalmente. Bajo la escrutadora -y porqué no decirlo un pelín libidinosa- mirada del orondo y preconciliar cura que la regentaba, me resignaba a repulir los bancos de madera y a fregar de rodillas, a petición sacerdotal, las zonas que él consideraba más sagradas. Trataba de evadirme silbando cualquier canción, mientras ejecutaba estas labores. Un día ese santo varón me recomendó que mis veleidades musicales se derivarán hacia temas más piadosos que las baladas con las que solía deleitarle. Siempre dispuesta a complacer al prójimo, empecé a tararear La Internacional. Su iracunda respuesta se enfrentó con mi premeditada candidez ante lo que el padrecito entendió como un acto de rebeldía y provocación.
"¿Provocación? -le contesté ojiplática-. No se me ocurre himno que sea un compendio de la caridad cristiana mejor que éste. Habla del género humano como único y de la lucha contra la opresión y la injusticia. ¿No va en concordancia con lo que predicaba Jesucristo?". Tras un revuelo de sotanas, que se me figuró el ala de un negro cuervo, salió como alma que lleva el diablo a exigir que mandaran a otra persona a encargarse de estas faenas.
Ahora el Movimiento hacia un Estado Laico ha solicitado al Ayuntamiento de Zaragoza el cese inmediato del cántico de alabanza a la Virgen del Pilar que, tres veces al día y todos los días del año, se emite con gran potencia de megafonía desde dos torres de la Basílica, inundando a gran parte de la ciudad con su "bendita y alabada…". A mí, que habito en el popular barrio de El Gancho, cercano al Pilar, me parece una cuestión de simple justicia.
MHUEL no atenta contra la libertad religiosa, sólo pretende circunscribir estos cánticos a su ámbito, el templo. Como corresponde a un Estado aconfesional que no persigue a ningún culto, pero tampoco puede bombardear a la ciudadanía con manifestaciones religiosas sean católicas, musulmanas o cienciólogas.
¡Hay que ver el alboroto que se ha montado en Saraqusta entre creyentes y no creyentes, defensores de todo tipo de tradición, ya sea ésta, los toros o el garrote vil! Las masas enfebrecidas, como el colérico sacerdote de mi anécdota, han arremetido contra los laicos acusándolos no sólo de querer cargarse esta típica y tópica práctica mariana, sino de alentar a la reconquista de España por las hordas musulmanas.
A mí se me expulsó del templo por un pequeño acto de sedición contra la tiranía musical del páter pero, como penitencia, se me impuso escuchar sus atronadoras alabanzas sobrenaturales, diariamente, durante el resto de mi vida. MHUEL intenta ahora la redención de mi condena, que espero no sea eterna, combatiendo la intransigencia e imposición a puro golpe de libertad de conciencia y con la ley en la mano. Solo me queda agradecerles este valiente gesto mientras, inconscientemente, en mi cabeza vuelvo a tararear aquello de: "Ni en dioses, reyes ni tribunos/ está el supremo salvador./ Nosotros mismos realicemos/ el esfuerzo redentor".