Julio Jia Zhiguo, obispo de Zhengding, fue detenido a primeras horas de la tarde en la puerta de su casa por dos hombres, que lo trasladaron a un lugar que de momento se desconoce.
Según Asianews, representantes del Gobierno de Pekín, ya le habían advertido del arresto y le habían ordenado que dijera a sus vecinos que iba a ser "trasladado a otro lugar para ser sometido a controles médicos". La agencia vaticana precisa que el prelado "no estaba enfermo en esos momentos y no necesita cura alguna".
Jia es obispo desde 1980 y ha transcurrido veinte años en prisión. Dirige una de las diócesis donde hay mayor concentración de católicos, un millón y medio.
Arrestos en fiestas religiosas
Casi siempre se encuentra en arresto domiciliario en su casa de Hebei y como no está reconocido por el Gobierno chino -que sólo reconoce a la Iglesia Católica Patriota, a la que controla- no puede desarrollar su ministerio.
Siempre que hay una importante fiesta religiosa (Navidad, Semana Santa, Pentecostés, etc) es arrestado y sometido a adiestramiento religioso por parte de las autoridades chinas, según la agencia vaticana.
En 1999 para impedir su actividad evangélica la policía le prohibió abrir un orfanato para niños abandonados o minusválidos. Después, debido a la presión internacional, se le permitió y hoy tiene en su casa a un centenar de niños disminuidos.
Con Jia el número de prelados chinos arrestados o desaparecidos asciende a 19 y el de sacerdotes a 19, precisó Asianews.
Disputas entre el Vaticano y China
El Vaticano y China continental no mantienen relaciones diplomáticas desde 1957, después de que el Papa excomulgara a dos obispos designados por el Gobierno de Pekín, que a su vez expulsó al nuncio apostólico que había acreditado el Gobierno nacionalista de Chiang Kai Shek, que se estableció en la isla de Taiwán.
Un año antes, en 1956, el presidente comunista chino Mao Zedong había creado la Iglesia Patriótica, subordinada al control del Estado.
En este medio siglo las relaciones entre el Vaticano y Pekín fueron tormentosas y se enfriaron aún más en octubre del 2000, después de que el papa Juan Pablo II canonizara a 120 mártires de China, considerados, sin embargo, por el Gobierno comunista como traidores a la patria.
Ya en enero de ese año Pekín había desafiado al Vaticano nombrando a cinco obispos sin el permiso del Papa.
Se tiende la mano
En el 2001 el Papa tendió una mano a Pekín pidiendo perdón a China por los daños cometidos por los cristianos en el pasado, a la vez que propuso la reanudación del diálogo y la "normalización" de relaciones diplomáticas.
Sin embargo, Pekín insistió en que Roma nunca debió proclamar santos a los 120 mártires. Para restablecer relaciones con el Vaticano, Pekín exige -como reiteró tras la elección de Benedicto XVI- que la Santa Sede rompa relaciones diplomáticas con Taiwán y que deje de "interferir" en los asuntos internos de China.
Actualmente, existen en la China comunista unos 5,2 millones de católicos miembros de la Iglesia Patriótica y entre ocho y diez millones de católicos fieles a Roma.