“Una de las muchísimas relaciones entre la fe religiosa y la infancia siniestra, malcriada y egoísta de nuestra especie es el deseo reprimido de verlo todo destrozado, devastado y malogrado. Esta necesidad de pataleta va emparejada con otras dos variedades de «gozo culpable» o, como dicen los alemanes, schadenfreude. Primero, la propia muerte queda suprimida, o tal vez correspondida o compensada, por la destrucción de todos los demás. En segundo lugar, siempre se puede confiar egoístamente en que uno será perdonado personalmente y acogido con satisfacción en el seno del gran exterminador, y que observará desde un lugar seguro el sufrimiento de los menos afortunados.”
— Christopher Hitchens, god Is Not Great