Nietzsche escribió en 1888 su famoso El Anticristo: Maldición sobre el cristianismo. Pero, ¿existe el anticristianismo?
Para empezar, es necesario aclarar qué entendemos por anticristianismo. Para nosotros será anticristiana aquella posición que directamente se oponga al cristianismo en general. Es decir, que no encuadramos como anticristianismo a aquellas teorías o planteamientos que, aunque no sean cristianos, tampoco se le opongan de forma frontal o explícita.
De esta forma, el ateísmo o el agnosticismo no pueden considerarse anticristianos, por cuanto que son planteamientos que se oponen a la religión en general y no solo al cristianismo en particular. El ateo niega que exista el dios cristiano, pero también el musulmán, y Zeus, y Mitra y todos los dioses, y el agnóstico niega que pueda saberse acerca de la existencia de ninguno de ellos. Por lo tanto, no podemos considerarlos anticristianos (ni antimusulmanes, ni anti-Zeus, ni anti-Mitra…, o más bien serían anti-todos-ellos, si acaso).
Con respeto a las religiones no-cristianas, tampoco podemos considerarlas anticristianas solo por eso. El musulmán no es cristiano igual que no es budista, pero no tendría sentido calificarle de anticristiano o antibudista. Salvo que entendamos que toda religión es anti-las-demás: en este sentido tiene razón Richard Dawkins cuando dice que todas las religiones son ateas con respecto a los dioses de las demás, porque no creen que existan esos dioses de las demás religiones, y añade que los ateos simplemente van un dios de delante de todas ellas.
Tampoco podemos considerar anticristianismo al anticlericalismo. Éste no pretende acabar con ningún tipo de cristianismo sino con la injerencia clerical en el ámbito político, y por clerical incluimos a cualquier tipo de clero y no solo al cristiano. Lo que el anticlericalismo persigue es la laicidad del Estado, la separación de los ámbitos público y privado y su respectiva independencia, de forma que el Estado no pueda inmiscuirse en los asuntos de la fe, ni el clero de ninguna confesión en los asuntos públicos y políticos. Clericalismo es, por el contrario, el intento del clero de cualquier religión de influir, manejar o manipular el ámbito público para su propio beneficio, procurando imponer sus normas o creencias particulares al conjunto de la sociedad. Por lo tanto, el anticlericalismo no tiene nada que ver con ningún anticristianismo de ningún tipo. Tan anticlerical es quien protesta por las intromisiones de la jerarquía católica en la política española como quien critica las teocracias islámicas o las injerencias hinduistas en la política de la India. Es más, es perfectamente posible ser cristiano y anticlerical a la vez, como es el caso de las comunidades cristianas de base, la teología de la liberación y otros que admiten la separación entre el Estado y las religiones. Tal vez la confusión entre ambos términos proceda del prefijo “anti”, pero aclarado queda que nada tienen que ver. Cosa muy distinta es que la iglesia católica constantemente se sienta atacada o perseguida cuando surgen voces laicistas en contra del clericalismo: el victimismo católico es increíblemente hipócrita, pues no hay hipocresía más grande que la de que los máximos perseguidores de toda la historia se rasguen las vestiduras cuando alguien simplemente expresa que la iglesia católica debe permanecer en el lugar que le corresponde, el ámbito privado, y no en el público.
Tampoco podemos calificar de anticristianas las primeras persecuciones contra las comunidades cristianas primitivas por parte del Imperio romano. Estas persecuciones fueron esporádicas y tuvieron más motivos políticos que estrictamente religiosos, pues se debían a la negativa cristiana a adorar al emperador, lo cual era sinónimo de rebeldía política e insumisión a la autoridad política del Imperio. A los primeros cristianos no se les persiguió por cristianos sino por rebeldes o potenciales subversivos: no es que el Imperio fuera especialmente anticristiano, sino que más bien era anti-rebeldes, como todo Imperio debe ser. Salvando las distancias temporales, podemos decir que Roma persiguió a esos primeros cristianos por razones similares a las que hoy en día utilizan los Estados democráticos para perseguir a los yihadistas islámicos, pero eso no hace a los Estados democráticos anti-musulmanes, sino simplemente anti-terroristas. Hemos de recordar que esos primeros cristianos no predicaban el amor universal ni nada por el estilo, sino la segunda venida de Jesús resucitado para liderar un ejército de judíos contra el Imperio romano. Para los romanos era algo imposible esa segunda venida, pero había que vigilar a los fanáticos que, en su locura, pudieran almacenar armas y cometer atentados creyendo que el día había llegado o estaba por llegar. Por todas estas razones, tampoco estas persecuciones pueden calificarse de estrictamente anticristianas. A lo que hay que añadir un dato meramente cuantitativo pero significativo: las persecuciones romanas contra los cristianos pudieran haber dado un saldo de miles de víctimas cristianas, mientras que el total de víctimas de la represión posterior cristiana durante la edad media se calcula en millones.
Sí que es cierto que en otras ocasiones los cristianos han sido perseguidos precisamente por sus creencias. Pero tampoco en estos casos podemos decir que hayan sido persecuciones anticristianas, sino más bien ha sucedido que algunos cristianos han sido víctimas de la intolerancia política o religiosa, muchas veces a manos de otros cristianos, pero no por ser concretamente cristianos. Para entenderlo, podemos decir que no ha existido un anticristianismo similar al antisemitismo. A los judíos sí que se les ha perseguido históricamente por el simple hecho de ser judíos. Desde la expulsión de los judíos de España por parte de los reyes católicos, a los pogromos en Rusia o la Solución Final de los nazis, los judíos han sido un pueblo y una religión perseguidos en diferentes sitios y momentos solamente por ser judíos. Pero nunca les ha pasado algo similar a los cristianos: nunca y en ningún sitio se les ha perseguido solo por ser cristianos. Más bien ha sucedido justo lo contrario: han sido los cristianos los que han perseguido a las demás religiones o a quienes pensaban simplemente de un modo distinto. La historia del cristianismo es, en gran parte, la historia de cómo unos cristianos han perseguido a otros cristianos, a las demás religiones y a quienes no tenían ninguna.
Podría decirse que los cristianos sí que han sido perseguidos en algunos momentos o países concretos, por ejemplo, en algunos periodos de las dictaduras comunistas o en ciertos países islamistas. Pero incluso en esos casos, dichas persecuciones no lo han sido contra ellos por ser cristianos específicamente. Las dictaduras comunistas perseguían a las religiones en general en su intento de instaurar el ateísmo oficial, y no solo a la cristiana, y las teocracias islamistas persiguen a los cristianos, a los hinduistas, a los budistas y a todo aquel que no se someta al islam, no solo a los cristianos. Este tipo de persecuciones son reprobables y terriblemente crueles, totalmente injustificadas, pero no anticristianas.
Anticristianismo solo será el planteamiento que explícitamente señale a los cristianismos como enemigos o religiones especialmente reprobables o contrarias. En este sentido, son pocos los anticristianos. Y de hecho, anticristianismo como tal solo podemos encontrarlo en algunos tipos de satanismo y neopaganismo, con el antecedente de la filosofía de Nietzsche. Y jamás en forma de persecuciones sistemáticas con el objetivo de exterminar a los cristianos como tales y solamente, o principalmente, a ellos.
Nietzsche fue un filósofo anticristiano. El título y el subtítulo de su obra de 1888 ya lo dice todo: El anticristo: Maldición sobre el cristianismo. En este libro, Nietzsche llega a decir: “¿Qué es lo más perjudicial que cualquier vicio? La acción compasiva hacia todos los fracasados y los débiles: el cristianismo”. Por no hablar de la “Ley contra el cristianismo” que figura al final del libro y donde se leen cosas como las siguientes: “Guerra a muerte contra el vicio: el vicio es el cristianismo”, “artículo 6º: A la historia “sagrada” se la llamará con el nombre que merece, historia maldita; las palabras “Dios”, “redentor”, “santo”, se las empleará como insultos como divisas para los criminales”. Como es sabido, Nietzsche fue un crítico de la sociedad occidental, a la que acusaba de estar en decadencia desde la Grecia clásica por culpa de Sócrates, Platón y prácticamente toda la filosofía posterior hasta él mismo, incluyendo no solo a la escolástica medieval sino a la Ilustración y a la ciencia moderna. En general, Nietzsche es antirracionalista y también contrario a la moral que llama de esclavos, considerando que ambas, la razón y la moral, no son sino formas del resentimiento de los débiles contra la moral de los señores o superhombres. La religión sería otra forma más de resentimiento, y especialmente el cristianismo, en tanto que contiene lo peor de la decadencia occidental.
La filosofía de Nietzsche ha dado mucho que hablar, así como el propio Nietzsche, y ríos de tinta se han vertido intentando explicar qué quería decir realmente, qué significan sus aforismos, si fue o no precursor de las ideas nazis, si su hermana falsificó o no sus escritos y en qué medida, etc. Pero tal vez sea que tanto empeño por saber cómo era realmente el traje del “emperador” Nietzsche no haya permitido darse cuenta de que el emperador estaba desnudo. Muy posiblemente, Nietzsche haya recibido mucha más atención de la que se merecían sus textos. Y, en cierto modo, a los textos de Nietzsche les pasa como a los textos bíblicos: que leídos literalmente son aborrecibles, pero que cualquier interpretación en otros sentidos resulta, cuanto menos, bastante arbitraria. Lo que realmente quisiera decir con “superhombre”, “voluntad de poder”, “eterno retorno de lo idéntico”, etc., es algo que solamente él sabría, si es que significa algo. Nietzsche inicia una senda en la filosofía occidental que después influirá notablemente en la hermenéutica y el existencialismo y, posteriormente, en la llamada filosofía posmoderna, y que conducirán al relativismo actual que caracteriza a una buena parte de la filosofía occidental.
El problema de la crítica nietzscheana al cristianismo es que es difícil entender qué quiere decir exactamente. Lo único que está claro es que el tono despectivo, insultante y airado de esa crítica la desmerece, pues, como se le ha reprochado, es difícil convencer o hacerse entender cuando se está echando espumajos por la boca.
Sea como sea, el caso es que Nietzsche ha influido también en otras corrientes como son el satanismo y el neopaganismo. Ambos interpretan a su forma las ideas nietzscheanas de superhombre y voluntad de poder y coinciden en señalar al cristianismo como su máximo enemigo. A unos y otros tal vez les dediquemos alguna entrada en próximas semanas.
Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.