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Amin Maalouf: «El naufragio de las civilizaciones»

El laicismo que había caracterizado a la región fue reemplazado por un fundamentalismo religioso, cuya presencia tampoco suponía una novedad.

Traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Alianza. Madrid, 2019. 275 páginas. 18 €.

El periodista libanés Amin Maalouf nos ofrece un ensayo vertiginoso, dinámico y de fácil lectura en el que aúna pasado (inmediato) y presente para trazar escenarios de futuro globales. El tono del autor es pesimista debido a la deriva que ha tomado el mundo en los últimos años, consecuencia de la acumulación de cuestiones complejas que emergieron durante las décadas previas, las cuales no han recibido una respuesta ni efectiva ni compartida.

En la obra podemos distinguir dos partes diferenciadas, si bien en ningún caso resultan compartimentos estanco. Una primera, más vivencial, en la cual aborda el declive de los dos países (Egipto y Líbano) en los que vivió durante su juventud: Si aquellas experiencias levantinas hubiesen tenido éxito, si hubiesen podido brindar modelos viables, las sociedades árabes y musulmanas habrían podido evolucionar de forma diferente. Hacia menos oscurantismo, menos fanatismo, menos quebranto, menos desesperación…” (p. 74).

El pluralismo y el cosmopolitismo que caracterizó a las citadas naciones mutaron en un desgobierno cuyas repercusiones, en particular en lo que alude a las cuestiones de seguridad, no se limitaron sólo al entorno regional. Asimismo, destacan las sensaciones encontradas que Amin Maalouf muestra hacia Nasser (uno de los principales actores de la obra, cabe añadir). El aludido militar egipcio, en su deseo de construir una “nueva nación”, puso en marcha acciones escasamente democráticas (eliminación de los partidos políticos y de la libertad de prensa, uso reiterado de los servicios secretos para arremeter contra la oposición…) Además, desde el punto de vista económico, aplicó un dirigismo burocrático, trufado de demagogia y de nacionalismo, que resultó ruinoso para el país.

No obstante, la peor de las decisiones que adoptó fue la guerra de los seis días frente a Israel en 1967: “En última instancia, el auténtico beneficiario de la derrota del rais iba a ser el islamismo político. Ocupó el lugar del nacionalismo en tanto en cuanto ideología dominante. Sustituyó al nasserismo y sus reencarnaciones como portaestandarte de las aspiraciones patrióticas y suplantó a los movimientos de inspiración marxista como portavoz de los oprimidos” (p. 101). En consecuencia, el laicismo que había caracterizado a la región fue reemplazado por un fundamentalismo religioso, cuya presencia tampoco suponía una novedad. En efecto, los Hermanos Musulmanes habían hecho acto de presencia en Egipto décadas atrás, si bien hallaron respuesta contundente por parte de Nasser, quien en varias ocasiones ridiculizó las aspiraciones políticas y religiosas de aquéllos (por ejemplo, el uso obligatorio del velo por las mujeres).

En la segunda parte de la obra, Amin Maalouf aborda el estado actual del mundo. Para tal finalidad, toma como punto de partida lo que denomina las “revoluciones conservadoras” acaecidas en 1979, dentro de las cuales, aún con sus evidentes diferencias, sobresalen dos que él asocia a nombres concretos. Por un lado, Jomeini en Irán con su visión tradicionalista y anti-occidental del Islam: Lo que la hacía atípica era que la dirigía un clero socialmente conservador, al que exasperaban unas reformas que, desde su punto de vista, iban en contra de la religión y de los valores tradicionales”, (p. 149). Por otro lado, el binomio formado por Thatcher y Reagan quienes proyectaron un credo político y económico que, simplificando, se tradujo en un desmantelamiento del Estado y una defensa a ultranza de la libre empresa. El autor considera que esta forma de concebir la política se halla muy enraizada en la actualidad: “Resulta fácil entender, por ejemplo, que quienes desconfían de su propio gobierno desconfíen más aún de las instancias internacionales (…) Si no queremos que el poder público intervenga en la vida económica de la nación, razón de más para que no queramos que una autoridad supranacional emita directrices” (p. 208).

En la recta final de la obra, Amin Maalouf disecciona el complejo mundo de la posguerra fría, llegando hasta nuestros días en su exposición. Al respecto, proyecta críticas contundentes contra la forma de actuar tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea, subrayando la incapacidad de ambos para convertirse en referentes éticos y políticos globales. De manera más particular, considera que Washington optó por aprovecharse de su antiguo adversario (la URSS) en lugar de apoyar las medidas económicas liberalizadoras que tenía en mente Gorbachov. Posteriormente, quienes han habitado en la Casa Blanca se han caracterizado por cambiar de rumbo en lo relativo a sus objetivos exteriores, lo que ha socavado la imagen de los norteamericanos incluso entre sus aliados históricos. En cuanto a la Unión Europa, insiste en que la defensa de la soberanía nacional ha impedido que se convierta en una organización auténticamente federal.

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