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Amelia Valcárcel: «La religión tiene que hacer la paz con los valores democráticos»

A Amelia Valcárcel (Madrid. 1950) hay que escucharla. Desgrana sabiduría, muchas veces provista de humor o ironía. Catedrádita de Filosofía Moral y Política de la Uned, volvió a León, para hablar de la capacidad humana de progreso moral. Una de las voces más rotundas del feminismo español, autora de libros como La política de las mujeres, es también Consejera electiva del Consejo de Estado y vicepresidenta del Patronato del Museo del Prado. En la ciudad que vivió como estudiante con 17 años, y más tarde como profesora, quiso conocer de cerca el retablo barroco que fue de la Catedral de León. El joven prior los Capuchinos, recién incorporado desde Córdoba, se lo mostró con interés. No hubo la misma suerte en la Pulchra donde se topó con un sacristán de muy malos modales. Quedó pendiente una deseada visita al convento de las Concepcionistas.

—¿Por qué el feminismo es la mayor innovación de occidente?

——Es la mayor novedad. Lo que distingue a nuestra sociedad de otras, cada vez más, es la posición de relativa igualdad en que las mujeres se desenvuelven aquí. Eso las hace peculiares. Respecto de nuestro pasado también, pero desde luego las diferencia mucho de sociedades actuales que comparten con nosotros el mundo pero en las cuales ese objetivo no sólo en algunas no está alcanzado, en otras no está en el horizonte. Algunas se vuelven resistenciales y una de las causas es el odio directo a esa idea de libertad femenina que no es fácil de asimilar.

—El progreso técnico se contagia, ¿Por qué no ocurre lo mismo con las ideas, por ejemplo en el caso del islam y las mujeres?

—Estamos acostumbrados a pensar que el islam es el tipo de civilización que peor trata a las mujeres. Siendo cierto que las maltrata de varias maneras, no es ni con mucho lo peor. En Nepal me entrevisté con la comunidad islámica local porque me interesaba mucho cómo funcionaban los imanes locales. A lo largo de toda la conversación me iba quedando meridianamente claro una cosa que para mí fue sorprendente: Tenía mucha más afinidad con aquellas personas que con los hindúes. En el fondo, los tres monoteísmos comparten un tronco común muy fuerte en el cual la idea de igualdad de alguna manera está siempre, aunque luego se niegue. Una sociedad de castas eso ni lo atisba, ni le importa. Para mí fue una especie de intelección asombrosa. Yo estaba en la otra perspectiva, que es una falsa perspectiva que en Occidente hemos tomado desde la colonización británica: los 70, la India, el pacifismo, los gurús… Nos ha llevado a no entender lo que pasa en la India ni qué sociedad es. La sociedad peor para una mujer en todo el planeta es India, no hay ningún sitio peor para nacer. Con el islam, tenemos un problema por proximidad geopolítica y porque viven aquí. Pero la sociedad más inhabitable para las mujeres es India.

—¿Se debería prohibir el uso del velo en Occidente, de la misma manera que se impone en muchos estados islámicos?

—El problema no es ponerse un velo aquí, es quitárselo allí. Occidente no funciona según el principio de simetría cuando se mide con otros mundos. Vivimos en una sociedad que respeta todas las formas de religiones siempre que sean privadas. Pero, lo de los trapos aquí es un debate que se abrirá en muchos sitios, porque no podemos estar soportando la presión de una minoría impactante que quiere imponerte su agenda en el espacio público.

—En la iglesia católica todavía no hay mujeres sacerdotes. ¿Lo vislumbra pronto?

—Cuando vemos que la jefa de la iglesia luterana sueca es una mujer nos hacemos a la idea de que allí, bien o mal, la religión cristiana está corrigiendo sus planteamientos respecto de la igualdad de varones y mujeres. La igual dignidad, el igual trato y el igual valor, tres igualdades muy importantes. Los inconvenientes teológicos que ven algunos, no lo hay a 2.000 kilómetros arriba textos. Yo no veo a la iglesia romana, con todo, haciendo ese tránsito fácilmente, pero creo que ha iniciado el camino.

—¿Y en las otras religiones?

—En el judaismo también conozco comunidades donde hay rabinas y me trato con las llamadas mujeres del muro en Jerusalén, que tienen unos problemas enormes, simplemente por querer ir a rezar al muro con kipa. Por ponerse el vestido de rezo, que se supone que es masculino, han sufrido agresiones. Las mujeres del muro, con quienes he estado, teólogas o profundamente religiosas, están intentando llevar el judaísmo a otra parte. Claro que también hay sinagogas donde te encuentras a un haredi con unas filacterias cimbreándose, que si eres mujer no te habla y no quiere ni mirarte.

—Entonces, ¿Hay que empujar el cambio?

—El destino de todas las religiones es acompañar a sus sociedades, si esas sociedades se hacen más abiertas sus religiones las tienen que acompañar. Lo que quizá no podemos esperar es que las religiones den el primer paso. Las religiones sólo se mueven cuando son urgidas por la sociedad en la cual viven. Si por el contrario, pueden cerrarlas lo intentan, porque son fuerzas de conservación. El vínculo social, cualquier sociólogo y socióloga mínimamente prudente lo sabe, tiene que ser cuidado. No se puede romper ni se puede hacer con él todo lo que uno quiere. Pero siempre hay fuerzas de conservación y las religiones son de las más fuertes. Sobre todo aquellas que imponen tabúes. La religión cristiana tiene muy poco tabú de salida porque es en origen una religión imperial. Es evidente que si quieres convertir a todo el mediterráno, con cien pueblos y cada uno de una manera, lo primero que has de hacer es renunciar a los tabúes. Así que el cristianismo hace un rito fácil de entrada, el bautismo, y no dice qué podemos comer o no, qué podemos vestir o no; nos dice, cómo pero no qué. Pero el islam te dice que no puedes comer no sé qué, que no podemos andar con no sé qué… Y el judaísmo lo mismo. Son religiones que tienen viejos tabúes, que son muy importantes.

—¿Tabúes con un origen antropológico? Estoy pensando en Marvin Harris.

—Bien pensado. Era un tipo excelente. Yo lo conocí. No parece verosímil, pero me parece buena la explicación de Marvin Harris del tabú del cerdo: que es un animal muy costoso y cuesta tanto que una sociedad no puede permitirse mantener cerdos porque a la larga es pésimo para su esquema de alimentación general. Por tanto se tabuiza el cerdo y se impide que se tenga, porque son territorios áridos, etc. No lo sé. Porque cuando un grupo humano se traslada a otro sitio, puede conservar el tabú. Pero lo que sí está claro es que el concepto más fuerte, el pecado, está vinculado con la noción de pureza.

—¿A qué se refiere?

—Mary Douglas, una de las grandes antropólogas y antropólogos del siglo XX, sino la más grande, tiene un libro extraordinario que se llama Pureza y peligro, en el que explica que la mayor parte de las sociedades, de los grupos humanos, han establecido fronteras para decidir quién queda fuera. Esa frontera es la noción de pecado, lo que te contamina. La pureza asegura la suerte y la salud. El pecado no es desagradar a Dios, ni cosas por el estilo, sino que si comes cosas prohibidas te manchas, si estás con gente prohibida te manchas, si estás con cadáveres te manchas… Esa es la verdadera noción de pecado. Es un pecado físico. Como la religión cristiana nació en un ámbito imperial, no podía mantener eso, tenía que abrirse. Es una religión expansiva donde cualquiera puede apuntarse. En el judaísmo no te haces judío, o naces o no. La religión cristiana era expansiva. El islam también, pero con otro método, que es la guerra.

—Entonces ¿qué posibilidades tienen las mujeres en el ámbito islámico?

—Cualquiera de las religiones que habitan el planeta y cualquiera de las sociedades vienen de ser patriarcados más o menos duros y vigilantes. Pero lo que yo percibo es que las mujeres están cambiando de posiciones en todo el planeta. Incluso en los lugares más inesperados, no están haciendo lo que hacían sus abuelas. Hemos inducido un cambio en sociedades que a veces nos lo pagan con odio. A no ser Boko Haram, ni siquiera ninguna sociedad islámica dice que las mujeres tienen que permanecer iletradas y las tasas educativas en Arabia Saudí son las mismas que aquí.

—¿Entonces la siguiente innovación que se tiene que dar es este contagio efectivo?

—El contagio está en marcha desde los años 30. Los primeros congresos feministas ya tenían mujeres que venían de todas partes. De India, de Japón, de China… Aunque fueran minorías reducidísimas. En todo el planeta las mujeres forman parte de una fuerza de cambio aunque sean conservadoras (aunque ciertamente si eres conservadora y no quieres mantener la posición anterior, no eres tan conservadora como crees). Pero es una partida que todavía está en juego, y nadie puede saber cómo va a salir.

—¿Qué hay que hacer con la religión en una sociedad que es aconfesional pero la mantiene, particularmente a la católica, en la escuela?

—La religión es un asunto privado y no está mejor titulada que cualquier otro discurso para opinar de los valores del ámbito público. Ahí está su frontera. Es un asunto privado, pero no quiere decir que sea clandestino.

—Las procesiones son bien públicas…

—Son manifestaciones que tienen que ver con el ámbito de las costumbres. Como la Navidad es la celebración del solsticio, todo el Occidente lo hace, hasta tal punto que en el hemisferio sur donde celebran la vuelta de la luz en pleno verano. Todas las religiones están asentadas en las sociedades. Así que, uno: siempre va a haber personas que son religiosas. Dos: las religiones conservan un enorme atractivo porque lo son por sí mismas. Y tres: Si los seres humanos tuvieran solucionada su vida al cien por ciento podrían dejar de confiar en ayudas extrañas para momentos muy difíciles. Al contrario, la neurobiología está descubriendo que tenemos un cerebro religioso.

—¿Qué hay una tendencia biológica a la religión?

—Nuestro cerebro tiene una tendencia enorme a dar el tipo de explicación religiosa a determinados fenómenos o situaciones. Así que con la religión lo que hay que hacer es la paz y para que ello ocurra es la religión la que tiene que hacer la paz con los valores de la democracia. La religión se pensó a sí misma como única explicación posible del mundo y como la única capaz de dar valores a la sociedad. Pero ha de admitir que la ciencia lleva cierta ventaja y la democracia lleva ventaja en cuanto a proveer de valores.

—¿Le parece lógico que la parte de la sociedad más laica esté invadida por el discurso que identifica la promoción de la ciudad con la Semana Santa?

—Imagina el sur, que empieza la Semana Santa tres meses antes cuando ensayan o te vas a una taberna y están quemando incienso porque resulta que es una taberna de cofrades…

—Aquí también sucede.

—Todo fenómeno social tiende a desbordarse y a veces se necesita una administración prudente de este tipo de recursos, aunque solo sea para que no te tapen otros igualmente importantes. Por ejemplo, yo he encontrado que la Catedral de León debe proveer de explicación histórica e iconológica a su contenido porque si no se te presenta como un contenido fideísta, como si fueras un habitante del siglo XIII, que no lo eres. que darte un marco explicativo, no fideísta, incluso en los edificios religiosos. Es un deber de cultura general.

—Sobre todo ahora que el Cabildo cobra por entrar, aunque el dinero sea para restaurarla.

—Yo creo que el Estado restaura catedrales mediante presupuestos crecidos. O sea que más bien son los impuestos de todo el mundo los que están restaurando las catedrales. Los cabildos, por otro lado, ya no son muy numerosos porque en general el clero ya no es muy numeroso. Pero, sabiendo esto, hay clero que hace la paz y hay clero que no lo quiere hacer. Hay dos maneras de verlo. Yo, por ejemplo, a veces soy invitada y voy encantada al seminario de Madrid para hablar del fenómeno religioso. Ya saben de sobra que no mantengo con ellos ningún compromiso de otra naturaleza. Pero una disposición más abierta, en ese sentido, ilustrada, ayuda. Y también ilustrada para los fenómenos religiosos paralelos, incluidos los sistemas procesionales. La sobrepresencia de algo tampoco es buena nunca porque está desbordando la propia capacidad social de adhesión.

—¿Cómo ve la situación en Cataluña?

—El patriotismo es una virtud. Amar a tu patria no es malo, no puede serlo. Los romanos que eran gente seria nos dijeron que era una virtud. Ahora bien, cuando ese tema es el primerode la agenda, todos los demás desaparecen porque es, junto a la religión, el que desata la violencia mayor. A mí no me duelen prendas decir que Cataluña es una nación, tiene toda la pinta, pero si además tuvieran otra forma religiosa sería una frontera insalvable. Cuando se alían las fronteras religiosas con las nacionales ya estamos ante el caso de no tiene remedio. No es el caso. Tiene remedio.

Filósofa

Madrileña de nacimiento y asturiana de ascendencia y vecindad, Amelia Valcárcel y Bernaldo de Quirós recuerda siempre que viene a León, que fue alumna del instituto Juan del Enzina, que aquí descubrió «la libertad intelectual». Filósofa experta en religiones y política, es una de las pocas mujeres que se sienta en el Consejo de Estado y está en el patronato del Museo del Prado

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