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Altar y trono perpetúan el fanatismo

  EL rey católico Felipe VI  y su excomulgada mujer han cumplido con el mendaz voto al apóstol Santiago, una de las grandes supercherías de la secta catolicorromana para sacar dinero al ignorante pueblo crédulo. Fueron eficazmente secundados por los actuales beneficiarios del invento, el arzobispo de Santiago, el superintegrista Julián Barrio, y los 61 obispos y cardenales que concelebraron con él la misa solemne con botafumeiro, entre ellos el ultrarretrógado arzobispo de Madrid, Rouco Varela, que sigue haciendo de estrella invitada cuantas ocasiones se le presentan.

   El voto al apóstol es un invento creado en el siglo XIII por Rodrigo Jiménez de Rada, avispado arzobispo de Toledo, en su cronicón titulado De rebus Hispaniae. Los historiadores se atrevieron ya en el siglo XVIII, el definido como de la Ilustración, a separar la realidad de la leyenda, pero el voto se ha mantenido, como ejemplo de fanatismo del que se benefician por igual el altar y el trono, las dos instituciones deseosas de mantener la incultura popular para su provecho.

Una leyenda monárquico–eclesiástica

   Cuentan los cronicones que allá durante los remotos años de la reconquista de la península a los invasores árabes, Mauregato consiguió hacerse con el trono de Asturias en el año 783, gracias a la colaboración de Abderramán I, emir de Córdoba. En agradecimiento, Mauregato aceptó pagar, así como sus sucesores, un tributo anual de cien doncellas a su compinche. Este tratado molestó a los condes asturianos, que organizaron una sublevación contra Mauregato y lo mataron en 788.

   También aseguran que su sucesor, Bermudo I, consiguió cambiar las doncellas por dinero, que resultaba un poco menos vergonzoso, pero el nuevo sucesor, Alfonso II el Casto, se negó a pagar nada a los infieles, se enfrentó a ellos en combate y los derrotó en Lutos.

   Así se mantuvo el equilibrio entre los dos reinos peninsulares, hasta que en el año 844 el emir Abderramán II reclamó el tributo de las cien doncellas al rey Ramiro I. Continúa explicando la leyenda que el monarca cristiano se negó a cumplirlo y armó un ejército que fue vencido por los sarracenos en Clavijo, en la comarca de La Rioja.

Santiago vuelve a la Tierra

   Pero hubo una intervención presuntamente celestial que modificó la situación. Aquella noche se le apareció en sueños el apóstol Santiago al abatido rey cristiano, y le prometió la victoria para el día siguiente, porque él mismo combatiría contra los moros montado en un caballo blanco, como así ocurrió, en declaraciones de la leyenda, el 23 de mayo. La supuesta batalla se libró en el llamado Campo de la Matanza, y constituyó una gran victoria para el ejército cristiano, gracias a la valerosa participación del apóstol, que cortó más cabezas de infieles que todos los caballeros juntos.

   Éste es el motivo de que el apóstol sea venerado en España con el apodo de Santiago Matamoros, y esté representado en las iglesias montado en su caballo blanco, blandiendo ferozmente la espada en la mano derecha, y con un mahometano rendido bajo las patas del caballo. En los últimos años, para no molestar a los emires dueños del petróleo en el Golfo, los colegas del antiguo rey católico Juan Carlos I, se han quitado varias figuras morunas de las imágenes. En las pinturas es más difícil eliminarlas.

   Nunca hubo una batalla en Clavijo, eso es incuestionable, y absolutamente todos los historiadores la niegan, incluso los pertenecientes a la secta catolicorromana. Sin embargo, sigue contando la fábula que, en agradecimiento por tan milagroso favor, el día 25, instalado exactamente en Calahorra, Ramiro I estableció el voto de Santiago, por el que los reyes cristianos debían entregar todos los años a la basílica de Compostela el diezmo de los cereales cosechados, y el del botín conquistado en las batallas, entonces muy frecuentes, por encontrarse en plena reconquista. Este tributo especial se añadía al de las primicias de las cosechas y vendimias, que los campesinos debían entregar a los párrocos en todas las iglesias de la cristiandad. Lo que inventan los clérigos para vivir a costa del pueblo.

   Naturalmente, no se conserva el documento firmado supuestamente por Ramiro, que dicen lo vio todo el mundo hasta que se extravió. Lo cierto es que el arzobispo de Santiago fue desde entonces uno de los hombres más acaudalados de España, al menos de la parte cristiana reconquistada.

Un voto de ida y vuelta

   Así se estuvo repitiendo el voto, hasta que las Cortes de Cádiz en 1812 concluyeron que si nunca se libró esa batalla en Clavijo, debía suprimirse el voto. Pero el indeseable Fernando VII lo restableció en 1816. Durante la República, puesto que ya no había rey obligado a cumplir el voto de su predecesor, quedó eliminada tan fanática costumbre, pero el exgeneral sublevado convertido en dictadorísimo la rehabilitó, y sus sucesores a título de reyes la mantienen, porque lo dejó todo atado y bien atado.

   El artículo 16:3 de la Constitución monárquica vigente declara: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal.” ¿Cómo se armonizan tales contradicciones? Está claro que el actual rey nuestro señor incumple la Constitución, como la incumplió su antepasado Fernando VII. Ahora bien: según el artículo 56:3 el rey es irresponsable, y sus actos tienen que ser refrendados por el presidente del Gobierno (artículo 64.1), que es el responsable de los actos del rey (artículo 64:2). Por lo tanto, el impopular Mariano Rajoy ha conculcando la vigente Constitución, al consentir la continuidad de ese disparate histórico, y debe ser procesado por ese delito.

   Por otra parte, los historiadores aseguran que los restos humanos venerados en la catedral de Santiago no pertenecen al apóstol. Sin embargo, la Iglesia catolicorromana mantiene la vieja fábula en su beneficio. El 1 de noviembre de 1884 el papa León XIII expidió la bula Deus omnipotens, en la que aseguraba que los restos conservados en la basílica compostelana son los de Santiago y sus compañeros Atanasio y Teodoro.

Dos mentirosos

   En consecuencia, los pertenecientes a la secta catolicorromana deben propalar esa mentira histórica, a pesar de todas las pruebas en su contra. Nada importa si con esa fábula se nutren las arcas vaticanas: no es la única, en una institución sustentada en la mentira, el error, la hoguera y la sangre. Menudo negocio mantienen los arzobispos de Santiago, desde que inventaron las peregrinaciones a la supuesta tumba, durante los años más oscuros de la historia humana, la Edad Media europea.

   El rey católico Felipe aprovechó la declaración del voto para lanzar otra filípica con los conceptos a los que ya nos ha acostumbrado, sobre la unidad indisoluble de la patria en la que cabemos todos con las ideas más variadas. Mintió en la catedral ante las falsas reliquias del apóstol, a quien dio el tradicional abrazo sin ninguna vergüenza. En su reino no cabemos los republicanos, porque sus policías y sus jueces nos impiden expresar nuestras opiniones, apaleándonos y condenándonos a penas de cárcel y multas. El que no cabe es él.

   Le respondió en gallego el arzobispo archifanático Julián Barrio, quien igualmente utilizó la oportunidad para predicar pro domo sua, lamentando “la crise moral e económica que estamos a padecer”. A él no le afecta la económica, porque le sobra el dinero conseguido con las limosnas de los crédulos peregrinos, sino la moral. Se comprende, porque si el pueblo acrecienta su cultura y deja de creer en las fábulas religiosas de su secta, se le va a terminar el momio, y él no está acostumbrado a trabajar.         

   En tanto el alta y el trono permanezcan unidos en su doble beneficio, las falsedades históricas serán mantenidas como dogmas de fe.

La protesta popular

   El fanatismo, sin embargo, ya no puede imponerse con las hogueras de la Inquisición. Ya nadie puede aceptar que los reyes lo sean por la gracia de Dios. Quedó demostrado una vez más este 25 de julio en Santiago. Al mismo tiempo que se representaba este sainete en la catedral se desarrollaba una manifestación por el casco viejo de la ciudad, organizada por el Bloque Nacionalista Galego para conmemorar el Día da Patria Galega.

mani Dia Galicia 2014

   Unos cinco mil manifestantes con banderas independentistas siguieron una gran pancarta con el lema “En pé por Galiza. Soberanía, democracia e dereitos”, al tiempo que expresaban ruidosamente su oposición a la presencia de los reyes de España en su tierra patria. Los gritos más escuchados fueron “Galiza ceive” y “Poder popular”, además de los denuestos contra los borbones.

   En la Praza da Quintana tuvo lugar un mitin, con intervención de varios oradores, todos con una misma idea común: reclamar la autodeterminación del pueblo gallego. Recordamos especialmente la llamada de Xavier Vence, portavoz nacional del BNG, para que todos los gallegos defiendan el proyecto nacionalista, ante la proximidad de las elecciones municipales y autonómicas el año próximo, una ocasión para demostrar su oposición a la monarquía fascista española.

El reino de la falsedad

   Pero de eso no habló el rey Felipe. Se encuentra subordinado a cumplir fielmente las consignas dadas por el dictadorísimo a su padre, cuando lo designó sucesor suyo a título de rey. Como sucesor del sucesor por su voluntad, al margen de las opiniones del pueblo, debe defender la unidad indisoluble de las tierras y los hombres de España, como dijo tantas veces el repetitivo tirano a lo largo de sus 39 años de régimen autocrático, y como continuó propalando su sucesor a título de rey a lo largo de los 39 años de monarquía corrupta, que para eso lo designó. Nadie puede suponer que Felipe reine otros 39 años con su vergonzante mujer, desprestigiada por su pasado imposible de ocultar

   Todo es falso en este reino, ni en Santiago se guardan los restos del apóstol ni hubo una batalla en Clavijo, pero al altar y el trono les interesa mantener la superchería para fanatizar al pueblo. También es falso que en este reino podamos convivir todos los sometidos a la monarquía fascista instaurada por el dictadorísimo para perpetuar su régimen genocida.

   Durante la República los gallegos cantaban una copla con la que expresaban su parecer sobre la clerigalla que los mantuvo secularmente drogados con sus mentiras: “O cura de Carreira, / na monarquía, / facía dos veciños / o que quería, / e despois os veciños / tamén fixeron / do cura de Careira / o que quixeron.” No ha perdido actualidad.

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