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¿A gobernar con la Biblia en la mano?

El trino de Rodrigo Rivera aceptando el cargo como comisionado de paz con versículo bíblico en mano revivió el debate sobre política y religión en el país. Discusión interesante en víspera de elecciones.

Gobernar a Colombia con la Biblia en la mano no es una rareza. Sin embargo, sigue generando polémica.

En el plebiscito del pasado dos de octubre se evidenció – una vez más –  el poder que tiene el voto cristiano. Quienes hicieron campaña por el NO, que finalmente fue la opción que ganó el ejercicio electoral, encontraron en los fieles un importante número de votos.

Hacer proselitismo bajo el techo de una iglesia no es una práctica exclusiva de una tendencia política. En esas se ha visto tanto al senador, Álvaro Uribe Vélez; como al presidente Juan Manuel Santos. Incluso, en su tránsito hacia la vida civil, se han visto ejercicios en los que las Farc muestran su relación con Dios.  Ese matrimonio entre política y religión es, tal vez, el más duradero en la historia de la humanidad.

Menos de 24 horas después de que el presidente Juan Manuel Santos lo nombrara como nuevo Comisionado de Paz, Rodrigo Rivera publicó un trino que generó controversia. En el tuit, el exministro de Defensa citó un versículo de la Biblia para agradecerle al presidente haberlo designado en el cargo. Usuarios de la red social le recordaron a Rivera que Colombia es un Estado laico.

La relación del nuevo Comisionado de Paz con Santos y con la religión, además de estrecha, no es reciente.

En 2010, cuando la Ola Verde, liderada por Antanas Mockus, crecía desbordadamente, Rivera – miembro fervoroso de Avivamiento, una de las iglesias cristianas más grandes del país, presentó a Santos ante una multitudinaria audiencia.

“Me siento muy orgulloso de poder presentarles a un amigo temeroso de Dios. A un hombre de familia, que con su esposa y sus hijos, nos da testimonio de que ha sabido gobernar su casa y que también sabrá entonces gobernar bien a este país, si Dios nos bendice con la posibilidad de elegirlo como Presidente de Colombia en esta elección presidencial. Es un placer presentarle al Avivamiento, a mi amigo – y espero que Dios lo quiera así – al próximo Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos”.

Aquel fue un movimiento estratégico y clave para el futuro de las elecciones. Mockus, en su momento, no fue muy claro al hablar de su relación con Dios. En el ambiente quedó la sensación de que el candidato de la Alianza Verde era ateo.  Después aclaró y dijo que no lo era y que su relación con Dios era estrecha, que de joven fue acólito, que rezaba frecuentemente con su esposa. Fue muy tarde, el daño estaba hecho.

La campaña de Juan Manuel Santos aprovechó el traspié y pisó a fondo el acelerador para estrechar su cercanía con el los fieles cristianos y católicos.

Todo parece indicar que en las próximas elecciones presidenciales, el voto cristiano estará con el candidato que respalde el senador Uribe. Por eso, la llegada de Rivera al gabinete, podría ser una jugada estratégica de Santos para tratar de recuperar ese voto.  Está por verse como reaccionará el uribismo y cuál será el apoyo de partidos políticos cristianos como el Grupo Mira.

Dos ejemplos de varias decenas. Roberto Gerlein, congresista del partido conservador, dijo: “Mahatma Gandhi decía que quien no sepa que la política es parte de la religión; o no sabe de religión o no entiende de política. La religión está presente en todas partes. Uno no puede deshacerse de sus pensamientos religiosos para elaborar sus discursos y convicciones. Es muy infantil pensar eso”.

No hace mucho, el exprocurador, Alejandro Ordóñez, aseguró: “Colombia no es un estado laico, eso es un cuentazo”. En la constitución de 1991 quedó consagrado lo contrario. El artículo 18 de la carta magna especifica que las decisiones del Estado deben estar separadas de las decisiones de la iglesia.

Desde los tiempos de Rafael Núñez, el presidente que lideró la llamada ‘Regeneración’, la relación entre la iglesia y el Estado ha sido permanente. Durante el tercer mandato de Nuñez se consolidaron las relaciones entre el Estado y el Vaticano.

La constitución consagraba esa alianza como elemento esencial de orden social capaz de lograr la unificación del país.

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