El jurista de la Corte Suprema argentina Raúl Zaffaroni aboga por «limpiar elementos de la Inquisición que perviven en el sistema penal actual y pueden llevar al genocidio»
«En el sistema penal, en los códigos penales actuales, persisten elementos de carácter autoritario bastante análogos a la Inquisición» y también «el discurso legitimador» de tal práctica, «vivo en el Estado actual, en sus leyes», lo que pone en riesgo el Estado de Derecho, «el respeto al otro», y «nos puede llevar al genocidio». Como consecuencia habría que hacer una limpieza de esos códigos penales «y del pensamiento de mis colegas penalistas y criminólogos» para eliminar «el poder punitivo que sólo busca la venganza» y evitar esas graves consecuencias, reflexionó el ministro de la Corte Suprema de Justicia de Argentina y Premio Estocolmo de Criminología 2009, Raúl Zaffaroni, que participó ayer como ponente en el II Congreso Internacional de Criminología Ciudad de Zamora, titulado «Violencia Criminal y Religión».
El jurista argentino profundizó en la necesidad de poner fin a esa infiltración, y advirtió que si el poder punitivo sólo busca «la vendetta», como es el caso, «ese sentimiento es muy fácilmente explotable entre la población e instrumentalizable a través de los poderes políticos. Y cuando rompe un límite de racionalidad, desaparece el Estado de Derecho, el respeto al otro como persona y nos vamos al genocidio».
Sin querer entrar en el debate sobre si esos elementos «perviven o no en la jerarquización e institucionalización católica -se lo dejo a los teólogos, sabemos que hay un debate entre teólogos muy fuerte, en eso no me meto-», el jurista de reconocido prestigio internacional, catedrático de Derecho Penal, que disertó sobre «Religión y delito. Relaciones de ida y vuelta», explicó que la persistencia de esos elementos en el sistema secularizado, en el Estado, «sin una relación causa-efecto», pervierten su esencia. Aunque «muchas veces se simplifica y se dice «bueno, lo eclesiástico es autoritario, pero cuando se seculariza estamos liberados» y no. Eso es mentira: Lo eclesiástico, de alguna manera, es el resultado de un fenómeno de poder, que romanizó el cristianismo y que dura hasta hoy y ese fenómeno de poder también permanece en el Estado».
Zaffaroni desvinculó, además, tal fenómeno de lo puramente religioso para lo que precisó que «cuando la verdad mostrable de la religión, la verdad de fe, pretende convertirse en una verdad científica demostrable, en ese momento, se traiciona a la religión, pierde su esencia, pasa a ser una idolatría y éstas, pueden ser un pretexto, religioso o ateo, que también existen».
Especialmente interesado se mostró por el estudio de la inquisición medieval, «contra las brujas, porque es la que más ha elaborado el discurso legitimador y está vivo en el Estado actual, en sus leyes», además de ser «fundacional». De ahí la importancia de su estudio.
Minutos antes Francisco Mora Turiel abordó otra división esencial para el avance de la humanidad: La ciencia y la religión. Frente al filósofo y sociólogo, Elías Pastor Verdú; y al sacerdote, teólogo y médico forense, Javier Vega, el científico negó «la existencia del alma espiritual en el hombre, es pura biología, consustancial con el medio a lo largo de millones de años de evolución. No hay razón sin sentido emocional y la religiosidad está, en parte, en él». Y concluyó que «Dios no existe, no está en ninguna parte física, es una idea sublime, que nos abraza, pero desde la ciencia producida por nuestro cerebro. Más allá viene la fe, área que no me compete». Y en ese área entró el teólogo Vega, tras escuchar la ponencia de Pastor Verdú, quien habló sobre religión y violencia para asegurar que «no está demostrado que exista una relación esencial» entre ambos y, en todo caso, culpó de ello al hombre, no a la religión en sí.
Las religiones se pervierten, se convierten en armas peligrosas contra quien no pertenece a la organización, sólo cuando son utilizadas por grupos de poder para imponer su ideología y manipular a la sociedad. «A veces la práctica y la administración de esas organizaciones, en las que siempre entra en juego el dinero y los caprichos de los humanos, adquieren un papel tan grande que olvidamos la filosofía», explicó ayer la presidenta de la sinagoga conservador Masortí La Pavura de Valencia, Alba Toscano, durante el Congreso de Criminología organizado por la Sociedad de Criminología y la Universidad de Salamanca.
De este modo, negaba la pérdida de los valores espirituales de las grandes religiones en favor del poder y el dinero, un postulado que responde al «intento de desvirtuar su esencia y desarrollar luego una tendencia en contra de los que representan a esa organización religiosa». Ahí están los «tópicos que relacionan a los judíos con grupos poderosos de presión; a los musulmanes como terroristas; o a los cristianos como inquisidores», en detrimento del discurso filosófico. Para esta practicante del judaísmo, nacida en Estados Unidos, son más los valores que aportan a la sociedad que los aspectos negativos, de los que responsabilizó a una minoría.
El teólogo y ex rector de las universidades Pontificia de Salamanca y Católica de Avila, José Manuel Sánchez, incidió en la injusticia que significa «descalificar a las grandes religiones» por la conducta inapropiada de algunos de sus integrantes, si bien admitió que la fe absoluta que defiende el cristianismo ha llevado en ocasiones a practicar la violencia para que los denominados paganos aceptaran su fe.
Objeción de conciencia
Por otro lado, se manifestó a favor de la objeción de conciencia de los creyentes a la hora de seguir o aplicar alguna ley «siempre que no dañe de manera inevitable» a terceros ni los derechos humanos. El catedrático de la Sagrada Escritura estima que la confrontación entre creencias y normativa legal es comprensible, ante lo que se mostró partidario de que se acate cualquier ley aprobada democráticamente.
No obstante, insistió en que la objeción de conciencia debe respetarse y que su aceptación por la autoridad judicial y la política «es una muestra de madurez democrática». En cuanto a la relación entre criminalidad y religión, reiteró que las conductas y prácticas que están fuera de la ley pueden producirse, dado que los practicantes son personas que pueden caer en tales irregularidades.