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El Papa de Roma por la puerta asoma

De vez en cuando nos visita la familia: la madre superiora, el avi del Barça, el hijo pródigo, las Hijas de María, el Tío Sam, el primo de Zumosol,… y hoy le toca al Santo Padre, alias Papa de Roma. Su llegada ha alborotado la ciudad: calles cortadas, cambios de sentido, tiradores de élite por las azoteas… Mucho me temo que suscitan más simpatía los Magos de Oriente, que nos visitan cada 5 de enero con el consiguiente desorden callejero, que Su Santidad; la diferencia reside en que ellos son una maravillosa mentira que para algunos es verdad y él es una media verdad que para muchos es mentira.

El alcalde Hereu ha publicado un bando invitándonos a colgar banderas en los balcones para recibir al Papa con los honores propios de un jefe de Estado. ¿Cómo puede serlo alguien que predica que su reino no es de este mundo? ¿Cómo puede ser considerado un Estado el Vaticano si su índice de natalidad

-todo son hombres, y además, teóricamente castos- tiende al cero absoluto? Quizá nuestro alcalde, al paso del papamóvil, solo vea un voto en blanco dentro de una urna electoral, y ya que en su vara no han florecido ni Juegos Olímpicos de invierno ni Fòrums ni Diagonales, ansía que su gestión sea recordada como la del Papa y las seis copas.

Argumentan los posibilistas que la visita de Ratzinger llenará las arcas municipales; pero ¿no se trataba de echar a los mercaderes del templo? Tampoco el enviado de Dios podrá, como su antecesor en el cargo, invitar a los niños a acercarse a él, ya que crearía fundadas suspicacias. Solo le ruego al Sumo Pontífice que, ya que no sabe, como el buen Jesús, resucitar muertos, por lo menos no envíe a más Lázaros al indigno calvario del sida con eso del no al preservativo.

Por lo que a la lengua se refiere, un hombre que viene de otro mundo y otra época no debería hablar en catalán ni en castellano, sino en arameo, la lengua de los apóstoles. Amén.

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