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El evolucionismo y la necesidad de ser ateo

Las declaraciones del presidente Felipe Calderón en las que responsabiliza al ateísmo de la drogadicción de miles de jóvenes, debe hacer pensar sobre el papel que las religiones han desempeñado históricamente en la dispersión de mentiras y falsedades.

Sin embargo, nos topamos con un obstáculo: la exigencia de respeto a las religiones es uno de los valores más universalmente aceptados. La religión ha aparecido siempre revestida de una gruesa y misteriosa capa protectora que le impide ser cuestionada. Es curioso que no ocurra así en otro tipo de debates.

Se pueden atacar las creencias u opiniones de toda persona en casi cualquier otro ámbito de la vida: puede debatirse sobre lo que sea: PAN contra PRD, Chivas contra América, Sky contra Cablevisión, Beatles contra Rolling Stones, alopatía contra homeopatía, etcétera. Pero, ¿ateísmo contra religión? ¡Cuidado! Que nadie ose alzar la voz para cuestionar, aunque sea de manera mínima a la religión o a sus seguidores, porque a la menor provocación se alza firme la voz que exclama: ¡Respeto a mis creencias!

Pero, ¿hasta qué punto está justificada esta actitud? ¿Hay que respetar, sobre cualquier otra cosa, las creencias religiosas sin importar lo que impliquen? Un análisis atento del asunto, como el que realiza el zoólogo y evolucionista británico Richard Dawkins en su reciente libro, El espejismo de Dios, muestra que esto no tiene por qué ser así.

Si bien es cierto que cada quien tiene derecho a creer lo que quiera, y es de elogiar que muchas personas, impulsadas por su religión, hayan luchado, a veces hasta dar la vida, por la justicia y la libertad, eso no puede dejar de lado el carácter mismo de la religión en cuanto a su valor de verdad. No es simplemente que el mundo de la fe y el de la ciencia estén separados y no tengan punto de contacto y por tanto que la ciencia o los científicos no se ocupen de religión. Esa explicación no basta, dice Dawkins con razón.

Sin caer en el cientificismo chocante, sí hay que recalcar que hace 150 años Charles Darwin, con rigor científico sobresaliente, demostró la falsedad de la visión religiosa en cuanto a la naturaleza del mundo vivo y la creación. Demostró que la visión creacionista es una mentira, la cual, sin embargo, se ha propalado por el mundo, a pesar de la evidencia científica en su contra, gracias al poder de las instituciones eclesiásticas.

La falsedad de la religión puede ser puesta a prueba científicamente. También de esta forma se puede demostrar que los muertos no pueden levantarse y andar, que los espíritus de las personas no pueden subir al cielo, que las piedras no se pueden convertir en pan ni el agua en vino, que Dios no existe.

Así, no es posible unir a la ciencia con la religión. Un principio básico de la lógica dice que dos proposiciones contrapuestas no pueden ser verdaderas simultáneamente: es una o la otra.

La exigencia abstracta de respeto a la creencia religiosa pasa por alto, además, las formas concretas con las que por milenios la religión le ha sido impuesta a millones de personas: oleadas de niños a lo largo de la historia han sido obligados mediante crueles castigos, sufrimientos, chantajes, creación de sentimientos de culpa, de inferioridad y de cultivar el sadomasoquismo, a adoptar principios religiosos, en una etapa de su vida en la que no pueden comprender de qué se les está hablando ni se les da la oportunidad de conocer otras visiones del mundo. Mediante guerras santas se ha obligado a pueblos enteros a someterse a los dictados de las instituciones que se autodefinen como la elegidas para imponer sus creencias religiosas.

¿A título de qué tienen que respetarse esas prácticas?

No, la humanidad hace tiempo que ha sido capaz de salir de las catacumbas de la mentira religiosa. La teoría de la evolución de Darwin revolucionó el mundo, porque sustituyó una visión falsa por una verdadera y la búsqueda incesante de la verdad, y con ello realzó la superioridad ética de la verdad frente a la mentira y el ocultamiento. En un mundo como el presente, en un México como el actual, en el que las fuerzas más oscurantistas se solazan en dominar a sangre y fuego y fomentar la ignorancia y el fanatismo para perpetuar la injusticia, la búsqueda de la verdad adquiere un carácter subversivo y revolucionario que jamás ha tenido. El evolucionismo es una de las mejores herramientas para eliminar la imposición religiosa de la condición humana.

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