Pide a la Iglesia que «no se deje atrapar por la idolatría de los medios». «Hay que decir no a la mentira de Estado que sostiene que un niño puede tener dos papás o dos mamás»
Es una de las figuras con más renombre de la Iglesia. El cardenal de Lyon, Philippe Barbarin, iba en bici al precónclave y llegó a figurar en la rosa de los papables. El prestigio no se le ha subido a la cabeza y, ayer, en la universidad de la Santa Croce de la Obra en Roma explico, sin darse importancia, la aventura de la Iglesia francesa en defensa de la familia. Y aseguro que la homosexualidad «es una atracció o un deseo» y no puede explicarse en clave de identidad sexual.
Pequeño y sumamente delgado, sólo conserva de grandeur su entonación. Quizás, porque, como explicó su presentador, es un retornado. Tuvo cáncer y lo venció. Cuando Juan Pablo II lo nombro arzobispo le dijo: «Te queda prohibido morir de cáncer como tus dos predecesores». «Le obedecí sólo en parte: tuve cáncer, pero no me morí», suele decir el cardenal.
Barbarin dedico gran parte de su intervención a glosar la estrategia de la Iglesia francesa para defender la familia tradicional en un país laico como Francia. Un «éxito total», que fue creciendo hasta desembocar en las ya famosas «manif para todos».
Manifestaciones que, a su juicio, fueron «minimizadas cuando no negadas por los medios». Dolido con esta actitud de los medios, aseguraba que, cuando «la dinámica mediática se pone en marcha, nada la puede detener».
A su juicio, «la lógica de los medios es loca» y a Barbarin le da miedo que la iglesia se deje atrapar por esa dinámica y caiga «en la idolatría de los medios».
La homosexualidad, una atracción
Después de asegurar toda la comprensión del mundo para los gays, Barbarin aseguraba, de entrada, que «cuando se habla de homosexualidad no hay debate, sino combate». Para el purpurado galo, no se puede abordar la homosexualidad desde la identidad sexual. Porque «la homosexualidad es una atracción o un deseo» y «cuando se educa a nivel de sexualidad, todo se falsea».
Una postura que el propio cardenal reconoció que «hoy no se puede decir». Por el rechazo social e, incluso, eclesial. Porque, a su juicio, hay dos tipos de eclesiásticos: los que lo filtran todo a través. Del prisma de la ley, el orden y la doctrina, con lo que «matan la verdad», y los partidarios de la misericordia, que también matan la verdad.
Aún así las manifestaciones tuvieron un éxito inesperado hasta para el nuncio en París, Luigi Ventura, que le mostró al cardenal su admiración por la reacción francesa.
El propio cardenal se manifestó en Lyon. Porque «hay que decir no a la mentira de Estado que sostiene que un niño puede tener dos papas o dos mamas». Y reivindicar, alto y claro pero con dulzura y humildad como piden las bienaventuranzas, que «no hay familia sin hijos; no hay hijos sin padres y no hay padres sin alianza de amor».
Para Barbarin, los creyentes tienen que luchar «contra la dictadura del deseo que prima en la situación actual y lo contamina todo». Y hay que clamar contra esta dictadura, porque, de lo contrario, «corremos el riesgo de perder toda una generación de jóvenes».
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