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¿El independentismo de Quebec gira hacia el populismo?

El Gobierno nacionalista quiere prohibir crucifijos, velos y turbantes a los empleados públicos en una iniciativa tildada de electoralista

El nacionalismo quebequés ha vuelto a agitar el debate político social en la provincia francófona de Canadá con una polémica que ha salpicado a todo el país. Si en su día fue la obligatoriedad del francés y luego la convocatoria de dos referendos, ahora se trata de la propuesta de una nueva Carta de Valores, un proyecto de ley que impedirá que las personas que trabajen en el sector público exhiban símbolos religiosos como grandes crucifijos, velos musulmanes, turbantes sij o kipás judías. El Gobierno de Ottawa ya ha advertido de que acudirá a los tribunales si prospera la iniciativa, que considera inconstitucional, y que desde otros ámbitos se interpreta como un movimiento con trasfondo electoral.

El espíritu del laicismo francés se abre paso entre el multiculturalismo anglosajón (canadiense) y el interculturalismo que ha practicado Quebec en una tercera vía que tiene más que ver con un republicanismo de nuevo cuño. ¿Tiene miedo Quebec a que se diluya su identidad? El Gobierno nacionalista de Pauline Marois justifica la propuesta porque «el Estado es neutral y aquellos que trabajan para el Estado deben ser también neutrales en su imagen» y en que la Carta de Valores «unificará a todos los habitantes de la provincia». ¿En qué manera una personas que trabaja en una guardería con un velo afecta a su neutralidad?, se ha preguntado al Ejecutivo, que no ha dado una respuesta.

La normativa permitirá colgantes con pequeños crucifijos y pendientes con el símbolo de la media luna, siempre que no sean «ostentosos», un término muy estudiado. Quebec tiene una fuerte tradición e identidad católica, de ahí que el Ejecutivo regional actúe con pies de plomo con respecto a su tradición y su pasado. Por eso se apresuró a dejar claro que el proyecto no afectaría a los símbolos que cuentan con una herencia cultural emblemática, como el crucifijo del Parlamento, la gran cruz de la cima de Mount Royal –por cierto, escenario habitual de domingos mestizos y multiculturales–, las decoraciones de Navidad en las oficinas o las numerosas ciudades que llevan nombres religiosos. Tampoco elimina las ayudas a los colegios privados ni las exenciones fiscales a iglesias, mezquitas y sinagogas.

La medida, si finalmente es aprobada, se aplicará a jueces, policías, trabajadores de guarderías, empleados de los hospitales, funcionarios municipales y profesores, entre otros sectores. «Voy a un hospital y la enfermera que me saca sangre lleva hiyab. ¿Y_qué? Impedir a alguien trabajar para el Estado y practicar su fe excluye y ofrece a las personas menos oportunidades», escribía recientemente en su blog Andrés Griffith, exdirector general del departamento de Ciudadanía y Multiculturalismo del Gobierno canadiense.

Eso es lo que temen muchos de los colectivos de inmigrantes afincados en Quebec, que atisban horizontes de desigualdad y estigmatización. En el propio movimiento soberanista, que cuenta con representantes llegados de otras latitudes, también ha calado la polémica, sobre todo después de los esfuerzos que han realizado para no asustar a los inmigrantes y convencerlos para su causa. Y una cosa son las zonas rurales y otra muy diferente Montreal, donde crecen los matrimonios mixtos. «La soberanía de Quebec no ocurrirá sin Montreal», avisó María Mourani, exdiputada federal del Bloque Quebequés, expulsada del partido por su rechazo a la Carta de Valores, que ahora se ha rebautizado como Ley de Laicidad. Mourani, de origen libanés y abiertamente católica – aparece en sus ruedas de prensa con un pequeño crucifijo colgado al cuello– defendió un independentismo de laicidad inclusiva. Crimonóloga de formación, considera la iniciativa un error estratégico del movimiento independentista, que «ha primado la estrategia electoralista sobre la defensa y reivindicación de las libertades».

Mourani cree que el Partido Quebequés ha abierto un debate que «divide y hiera a las familias de Quebec» y que la Carta de Valores crea una gran barrera frente a los inmigrantes, «que se sienten excluidos». La gestión de la diversidad –cultural y religiosa–, el acomodo de la diferencia, ha sido un debate complejo y delicado en Quebec, que ha vivido equilibrios inestables. La laicidad, el pluralismo, la protección de los derechos y el acomodo religioso ha chocado con el miedo a que la identidad francófona se vea afectada. En 2007, el sociólogo Gérard Bouchard y el filósofo Charles Taylor presidieron la Comisión que lleva sus nombres para buscar un acomodo razonable a las diversas culturas y religiones: su modelo de convivencia se convirtió en una referencia para otras sociedades. Bouchard acaba de visitar Bilbao para hablar sobre esa experiencia en el Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe, en colaboración con el Forum Deusto, aprovechando su estancia en España de la mano de la Fundación Pluralismo y Convivencia.

Un magma racista peligroso

El investigador social canadiense, una voz autorizada en estas cuestiones, se mostró muy crítico con la iniciativa del Partido Quebequés (PQ), que va en la dirección opuesta a la que marcó aquella Comisión. Bouchard considera que se trata de un cambio, de un giro en los postulados de la formación nacionalista, que se desprende de sus elementos más progresistas y liberales. Interpreta, además, que el PQ se ha sacado un as de la manga, una bandera electoral, después de acumular dos derrotas en su apuesta independentista. El discurso de la separación Estado-confesiones con un órdago de secularismo en la esfera pública ha tenido eco en distintos sectores, como el republicanismo y el feminismo, así como en otros núcleos de la población recelosos con los inmigrantes, y en particular con el islam, lo que, a juicio de Bouchard, puede generar un magma populista y racista, peligroso porque está muy desfigurado y no está articulado.

Los últimos sondeos dan la razón a quienes sostienen que el Partido Quebequés ha desarrollado una nueva estrategia electoral que transita por una senda cada vez más identitaria. Una encuesta realizada a finales de enero constataba un aumento del apoyo electoral al Partido Quebequés tras la propuesta contra los símbolos religiosos: un 36% de los votantes apoyaban a la formación de la primera ministra provincial, Pauline Marois, lo que suponía cuatro puntos más que en el sondeo anterior. Un 48% de los encuestados apoyaba la aprobación de la nueva Carta de Valores, un porcentaje que subía hasta el 86% entre los votantes del PQ. Entre los francófonos, el 57% respaldaba la iniciativa, frente al 18% de los anglófonos. Algunos analistas consideran que el Partido Quebequés se está rearmando para convocar una elecciones anticipadas que les otorgue la mayoría absoluta, ya que ahora gobiernan en minoría tras quedarse a 18 puntos de esa cota en los últimos comicios.

Una campaña en defensa de «nuestro valores» movilizaría, según estos observadores, un voto identitario en favor del soberanismo. Con mayoría absoluta, el Gobierno se plantearía la convocatoria de un nuevo referéndum por la independencia –aunque no figure así en la pregunta–. Sería el tercero, ya que los dos anteriores los perdió, el primero en 1980 (un 60% votó a favor de permanecer en Canadá), y el segundo en 1995 por unos 60.000 votos (el 49,4% votó afirmativamente frente a un 50,5 que lo hizo en contra).

A finales del pasado mes de octubre, todos los partidos quebequeses representados en la Asamblea Nacional de la provincia canadiense votaron unidos en defensa del derecho a decidir. El Gobierno de Ottawa pretendía invalidar la Ley 99 quebequesa que avala un resultado con una mayoría de un 50% de votos más uno en una consulta para permitir la independencia. En 1998 el Tribunal Supremo estableció que para que Canadá negociase la secesión de la provincia se requería una mayoría clara. Luego se aprobó la Ley de Claridad que recogió el dictamen del alto tribunal, sin especificar el porcentaje necesario. Pero estableció que el resultado debe ser claro, al igual que la pregunta. Pauline Marois, que ha actuado con cierta moderación con respecto al estatus político de Quebec, ya avisó que retomaría la cuestión del referéndum cuando disponga de una mayoría suficiente. La fe mueve montañas.

protesta sij Canadá 2014

Un sij protesta en Montreal con un crucifijo en una mano y el corán en la otra./ Reuters

mani Canadá 2014

Manifestación contra la iniciativa del Partido Quebequés, al que se acusa de racista en un cartel. /Reuters

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