El jesuita Masiá vuelve a criticar a los obispos por intentar «detentar el monopolio de la moral»
No todas las voces dentro de la Iglesia española muestran el mismo tono al referirse al anteproyecto de ley para modificar la normativa sobre el aborto. La Conferencia Episcopal emitió recientemente un durísimo manifiesto en contra de esta práctica, pero el jesuita y profesor de Bioética en la Universidad de Santo Tomás de Osaka (Japón) Juan Masiá les recuerda que, igual que “ningún Gobierno tiene derecho a arrogarse el monopolio de la democracia”, tampoco “ninguna iglesia o confesión tiene derecho a detentar el monopolio de la moral". En este debate, afirma, se debería “apostar por una mayoría éticamente serena, capaz de independizarse de las patologías extremistas de sus respectivos partidos e iglesias”.
Para el jesuita, la Iglesia no puede “imponer” sus ideas en contra del aborto “saltando por encima de las reglas constitucionalmente consensuadas por la comunidad política”. “Todos pueden proponer, sin imponer. Todos pueden cuestionar, pero sin condenar”, subraya en un artículo de opinión publicado en El País. Y es que Juan Masiá no encuentra adecuada la reacción encendida de la Iglesia contra esta nueva normativa, ya que, a su juicio, “en una sociedad sanamente plural, laica y democrática, no tiene sentido que un determinado grupo cultural o religioso se erija en portavoz exclusivo de la moral ante la opinión pública”.
"Contienda de romanos contra cartagineses"
Masiá lamenta que la “reducción del tema [del aborto] a una contienda de romanos contra cartagineses” en nuestro país ha “desenfocado” el debate convirtiéndolo en un “pugilato de izquierdas contra derechas, de Gobierno contra Iglesia”, cuando la “esperanza democrática” está precisamente en que “posturas políticamente divergentes” sean capaces de “argumentar” para “converger en mínimos comunes”.
Ni deseable ni penalizado
El jesuita apela a un “decálogo de reglas para el debate sobre el aborto” elaborado por el sacerdote Javier Gafo en 1999 en el que se pide a las “posturas opuestas” que busquen puntos de encuentro, como la idea de que “el aborto no es deseable ni aconsejable”, lo que sería compatible con aprobar que “las leyes no lo penalicen como delito”, porque “el apoyo a esas despenalizaciones no se identifica con favorecer el aborto a la ligera”.
"Tomar en serio la contracepción"
Además, este decálogo hace hincapié en que para reducir el número de abortos hay que “tomar en serio la contracepción”. Pese a que la Iglesia católica se muestra abiertamente en contra del preservativo y del resto de métodos anticonceptivos, Masiá afirma que es fundamental “fomentar la educación sexual” y “enseñar el uso eficaz de recursos anticonceptivos” responsabilizando también a los varones “sin que la carga del control recaiga solo en la mujer”. “Sin tomar en serio la anticoncepción no hay credibilidad para oponerse al aborto”, advierte el jesuita.
Excepciones y situaciones dramáticas
Por otra parte, el profesor de Bioética señala la importancia de “dejar margen para excepciones” aunque no se apruebe la práctica del aborto, y “reconocer lo trágico” de ciertas situaciones “dramáticas”, como es el caso de embarazos en adolescentes que ha sido víctimas de abusos, por ejemplo. Masiá también apuesta por no “ideologizar el debate” y evitar “arrojarse mutuamente a la cabeza etiquetas descalificadoras ni excomuniones anacrónicas”.