Sin ignorar la importancia de los movimientos feministas que, en Europa y en varios países del mundo islámico, defienden la libertad de la mujer de llevar o no el velo en sus diversas variantes, resulta cuando menos curioso constatar que la derecha francesa, históricamente vinculada al patriarcado, al orden moral y a la Iglesia, sea la que hoy defiende la laicidad: milagros del Islam y de la islamofobia.
Pero, más allá del uso perverso que el gobierno galo hace del miedo maniqueo frente a la comunidad musulmana, el debate ha revelado las contradicciones que carcomen a la Unión por un Movimiento Popular (UMP) el partido gobernante. En efecto, el principio republicano de la laicidad, uno de los pilares del Estado y herencia de la Revolución de 1789, no podría ser evocado esta vez. La laicidad significa que el Estado debe mantener su neutralidad frente a las religiones y respetar la libertad de conciencia.
Se puede prohibir la manifestación externa de una fe determinada en los establecimientos públicos, pero no en la calle.
Sin embargo, Sarkozy se las ha arreglado para manejar un nuevo argumento: “la dignidad de la mujer y la igualdad entre sexos”. Más de un miembro de la propia derecha ha señalado que en ningún lugar de la Constitución figura esta indefinible expresión. La pregunta clave es ¿qué esconde el velo? Según los cálculos oficiales de la Dirección Central de Inteligencia Interna, habría en Francia 367 mujeres portadoras de burqa. Si a esta cifra se agrega el niqab, que deja medio rostro fuera, se alcanza un total de dos mil personas. La población francesa actual es de 65,4 millones de habitantes: el problema resulta cuando menos marginal.
Lo que al parecer preocupa seriamente al sarkozysmo es la recuperación del electorado de ultraderecha, aquel que vota por el Frente Nacional y que le dio su apoyo en las presidenciales. Este sector (un 14% del electorado) le volvió la espalda en las últimas regionales que la UMP perdió. Nunca el índice de aceptación de Sarkozy ha sido tan bajo. Una encuesta del diario conservador Le Figaro reveló que 66% de los franceses considera estos tres primeros años de gobierno como “un fracaso”.
El del velo es, pues, un falso debate que incumbe a una insignificante minoría y desvía la atención de la opinión pública de problemas más concretos: la crisis económica, el desempleo, las arbitrariedades de la política fiscal, las fallas de la educación y del sistema médico, la creciente precariedad de la población desfavorecida. Pero, después de todo, Sarkozy no inventa nada. El método ha sido utilizado con éxito más de una vez en otros lugares, incluyendo nuestro propio país.