LA exclusión de una alumna de un centro público de Pozuelo de Alarcón (Madrid) por acudir a clase con el velo islámico ha generado una polémica artificial que se sustenta en argumentos falsamente progresistas. Resulta sorprendente que en determinados sectores que intentan eliminar el crucifijo de las escuelas en contra de la Constitución y de la realidad social defiendan con tanto énfasis la peculiaridad «cultural» del islam en lo relativo al atuendo femenino. Tampoco es lógico que el Ministerio de Igualdad no tenga nada que decir sobre una cuestión que entraña una evidente discriminación hacia la mujer y que se presenta con frecuencia como símbolo de sumisión a la voluntad de los padres y maridos. Esta doble vara de medir demuestra que ciertos ambientes seudoprogresistas sólo se hacen oír cuando el objetivo es denigrar a la Iglesia católica. Por ello, sería deseable un pronunciamiento de Bibiana Aído sobre este asunto, puesto que en muchos países europeos el velo no se considera como una manifestación de singularidad sino como una fórmula discriminatoria que vulnera el principio de igualdad del varón y la mujer ante la ley.
Es muy lógico que la dirección del centro educativo haya decidido aplicar con toda normalidad las reglas generales en materia de uniforme y vestimenta de los alumnos. Las normas son iguales para todos y no hay motivo para cambiar de criterio en función de las circunstancias. El artículo 16 de la Constitución reconoce la libertad religiosa, pero siempre -como es lógico- dentro del respeto a las reglas básicas en materia de libertad e igualdad que sustentan un sistema político basado en los derechos fundamentales de la persona. Las creencias religiosas no tienen nada que ver con la exhibición pública de signos cuyo significado resulta cuando menos equívoco, ya que es una falacia afirmar que las niñas lo llevan de forma voluntaria sin tener en cuenta la presión que ejerce sobre ellas el ambiente familiar y social. Con todo ello, quedan de manifiesto la incoherencia e incluso el absurdo que muestra el laicismo radical, siempre intransigente cuando está por medio la Iglesia católica, pero en cambio demasiado comprensivo hacia la discriminación cuando se trata del islam.