Los obispos invitan a poner la cruz en la casilla del llamado “impuesto religioso”, con imágenes de una misa y de asistencia a los pobres. En realidad, los que están en la miseria reciben una parte miserable, insignificante, de ese impuesto, que sí va prácticamente por entero al salario de sus sacerdotes, por lo que debería llamarse “impuesto clerical”. No es pues “por”, es decir, para todos, sino para unos pocos pobres y para los ciudadanos, cada día menos, que utilizan los servicios del clero.
Lo que sí es una escandalosa verdad es que, como los que ponen esa cruz no dan ni un céntimo más a su Iglesia –como hacen en los países serios- ese dinero tenemos que pagarlo por igual que ellos los dos tercios que no queremos hacerlo, lo que viola nuestros bolsillos y conciencias. El otro tercio, al poner esa cruz, se hace cómplice de una violencia antirreligiosa colaborando al dominio político de una ideología que así falsifica radicalmente el mensaje evangélico que, como toda religiosidad digna de ese nombre, exige una adhesión voluntaria.
Archivos de imagen relacionados