No se nos olvida que Esperanza Aguirre da importantes cantidades de dinero a colegios religiosos y ultra conservadores, ni que hace lo mismo y cede suelo al Opus Dei que separa a sus alumnos por sexo, pero aún así la familia de Najwa debe respetar las normas del colegio y luchar por el respeto a la libertad religiosa.
Ya sabemos que, desde la época de Aznar, el PP no guarda ninguna simpatía hacia los árabes y musulmanes, y mucho menos hacia los musulmanes españoles. Es más, las amistades peligrosas de Esperanza Aguirre y sus andanzas por Israel, además del boicot a las actividades de una institución española importante como Casa Árabe, nos revelan donde se sitúa ella y su partido que todavía no ha pedido perdón por una guerra criminal en la que fueron pisoteados los Derechos Humanos de millones de mujeres y hombres iraquíes.
No cabe ninguna duda de que el PP, al verse atrapado en medio de la corrupción de decenas de sus cargos, ha asumido los postulados de la extrema derecha, utilizando la xenofobia y la ignorancia, con el fin de desviar la atención de sus problemas internos.
Los españoles sabemos que la educación en este país no es laica y a muchos nos gustaría que lo fuera para que, entre otras cosas, se ponga fin a la discriminación religiosa y al señalamiento permanente contra aquellos que no proceden de la misma religión y gozan de más de una cultura.
Resulta irónico que el mismo partido que fomenta los colegios religiosos y se opone al derecho de las mujeres al aborto, a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, a los derechos humanos de gay y lesbianas, a la Ley de Igualdad y la laicidad del Estado, ahora quiera presentarse muy preocupado por la libertad de las musulmanas españolas.
El discurso islamófobo de muchos militantes del PP demuestra más ignorancia, superficialidad y chulería que conocimiento y tolerancia. Ni convence ni cuela el cuento de defensor de las libertades de este partido, porque los 10 colegios de los Legionarios de Cristo -los de Marcial Maciel, el pederasta-, los 73 del Opus Dei, y los 5 colegios de la integrista Asociación Católica de Propagandistas, cuya educación no se diferencia en nada a la educación que imparten los islamistas fundamentalistas, reciben subvenciones de instituciones gobernadas por el Partido Popular e, incluso, algunos de los hijos de sus dirigentes estudian en ellos.
El velo está sirviendo al PP como una cortina de humo, permitiendo a sus dirigentes, tras semanas de escondidos, hacer cola ante los micrófonos para hablar de musulmanes en lugar de dar explicaciones sobre la corrupción que le tiene agujereado, sobre el recorte de gastos en la escuela pública, sobre el abandono escolar que roza la cifra del 30% y, lo que no es menos importante, los millones de euros que dan a organizaciones religiosas fundamentalistas que operan en España, África y América Latina.
Sólo un modelo de escuela pública y laica es la garantía de extender los valores de igualdad, tolerancia y pluralidad, evitando la discriminación por raza, sexo, o creencia religiosa. El papel del Estado es crucial en esta tarea, porque los criterios selectivos basados en una sola creencia religiosa y un modelo cultural absoluto que no admite la diferencia, reflejan un pensamiento único, estrecho y excluyente.
Tanto Najwa como su familia han de saber que, desde el respeto a las normas y la moderación, se puede luchar en defensa de la libertad religiosa y contra la xenofobia. Seguirle el juego al PP y sus dirigentes gürtelistas, haciendo caso a la demagogia y el populismo islamófobo, es darle alas al fundamentalismo y echarle mano a la derecha arcaica que pretende esconder su corrupción bajo un trozo de tela.
* Ahmed Hijazi es editor de www.mundoarabe.org