Donde aparecen los dioses y sus cohortes desaparece la razón y, por ende, la democracia. Guarden sus creencias para el templo o abandonen la plaza pública
Hace 350 años nos dejó el bueno de Blaise Pascal, el más lógico de los cristianos, al que una depresión continuada lo arrojó en manos de la creencia. La fe del tal Blas, la definió mi tocayo Nietzsche como suicidio permanente de la razón.
Podemos estar más o menos de acuerdo con aquello de que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Así acostumbramos a relacionarnos con el arte y en el amor, dos ámbitos, si no absolutamente inconmensurables, difíciles para establecer cánones que a todos gusten. Pero en asuntos tan mundanos como la economía política, donde nos va la vida pedestre, la del alimento terrenal, la del sueldo a fin de mes, la visión de políticos profesionales, gentes que cobran mucho más que el común de los mortales por hacer su trabajo; el verlos arrodillados ante un pedazo de madera policromada con forma de una tal María que concibió a través de la oreja a un tal Jesús que era hijo y padre a la vez. Virgen dicen que era, antes, durante y después del parto del anterior citado. Que yo cuando miro estampicas del marido, en el entrecejo de José intuyo que anida la duda. Dicen que madre e hijo ascendieron a los cielos y que olvidaron al carpintero. Que ríete tú de Edipo y su complejo. Yo, cuando he visto a responsables políticos, esta misma semana, pidiendo a la Virgen (sea la de Begoña, la de la Paloma, la del Rocío, la de Valvanuz, la de la Candelaria, la del Sagrario o cualquier otro de los miles de hímenes marianos inmaculados) que saque al país de la crisis económica, tanto las razones del corazón como las razones de la razón me hierven en idéntico compás. ¿Por qué les pagamos lo que no cobramos nosotros a estos orates? ¿Por sus supersticiones? ¿Por su inutilidad para la administración de la cosa pública?
La Ministra de Trabajo, Fátima (¿cómo no?) Báñez, ha agradecido el capote que, la Virgen del Rocío, ha echado para salir de la crisis al ser declarado el Año Jubilar Mariano como Acontecimiento de Excepcional Interés Turístico. Lo que supone la inclusión de una enmienda en los Presupuestos Generales del Estado para la aplicación de deducciones fiscales (hasta el 95% de lo invertido) a las empresas que colaboren en dicha celebración. Concluyendo su intervención, -la ministra de lo público-, con un ¡Viva la Virgen del Rocío!
Ana Botella, la mujer-mujer del líde-líder y alcaldesa de la capital española, ha rezado por el empleo en la madrileña Iglesia de la Paloma. En Canarias, Galiza, Castilla, Cantabria, Rioja, etc…. hemos podido contemplar idénticas ceremonias y rituales por parte de políticos de un Estado oficialmente aconfesional.
Al mismo tiempo, por aquí en Bilbo, Iñaki Azkuna, el católico más dicharachero, pedía a la Virgen de Begoña que echara una mano para soportar la crisis al tiempo que lamentaba la falta de creencias religiosas del personal.
Las razones de sus enfermos corazones han invadido el espacio de lo público. Donde aparecen los dioses o sus cohortes desaparece la razón y, por ende, la democracia. Guarden sus creencias para el templo o abandonen la plaza pública.