Cuando los clérigos de religiones mayoritarias no tienen nada mejor que hacer -generalmente casi siempre- les encanta quejarse de la amenaza del secularismo. Lo describen como una oscura pesadilla, una endemia que nos regresó al salvajismo amoral.
Muchos dirigentes políticos están explotando esto, y la verdad es que lo hacen porque en primer lugar son líderes políticos y usan la religión para sus fines primarios -los políticos- y no parecen tener ningún respeto por tergiversar la laicidad para ejecutar egoístamente sus fines. Así, son cómplices necesarios de la expresión más peligrosa del planeta, el Islamismo yihadista. Esa doctrina (que no es Islam verdadero) se ha constituido en un rasgo prominente de la vida Occidental por los últimos 20 o 25 años en que se las arreglo para devorar libertades individuales y civiles con cierto éxito a través de su demanda constante de un trato especial, ello siempre bajo la implícita amenaza de la violencia. Como consecuencia de ello, hoy tenemos tribunales que aplican la sharia en el Reino Unido, Francia y Alemania y donde las mujeres son consideradas la mitad del valor del hombre. Como laico, yo no me acostumbre a eso, conozco y hago la diferencia entre Islam e Islam-político, pero pareciera que casi todo Occidente si se acostumbro a leyes discriminatorias y represivas cuya peligrosidad es mayor a la opinión de no criminalizarlas en nombre de no ofender al verdadero Islam. Lo cierto es que donde quiera que la religión se mezcle con la política es secuestrada por radicales, hay intolerancia, conflicto, violencia, la gente se vuelve menos libre y no hay excusas ante tanta barbarie.