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«La cárcel de Zamora: ¡un lugar para triturar hombres!»

El Plural.com muestra en exclusiva los testimonios que los curas de la prisión del Concordato han presentado en la querella argentina contra la dictadura

“Maldita cárcel ésta. Todavía estamos sanos de la cabeza. Pero sobran motivos para enloquecer”. De este modo plasmaba en versos Xavier Amuriza uno de los curas que han presentado su denuncia en la querella que instruye la jueza argentina María Servini de Cubría por los crímenes del franquismo, su paso por la prisión de Zamora, la que Iglesia y Estado franquista habilitaron para los curas. ELPLURAL.COM publica en exclusiva los testimonios que han aportado. El jesuita Francisco García Salve la describía así: “La cárcel de Zamora: ¡un lugar para triturar hombres! He pasado 127 días en celdas de castigo por faltas que se amontonaban y que la Junta de Régimen, especie de Sanedrín donde no falta el capellán-funcionario, sanciona bajo la batuta del director…”

 (Consulta aquí los testimonios de los curas que sufrieron las penurias de la cárcel concordataria de Zamora)

“En noviembre de 1964 eché el sermón que traería consecuencias. En Areatza algunos quitaron el retrato de Franco y la bandera española que presidía la escuela. En represalia, la guardia civil detuvo a una docena de jóvenes de Herri Gaztedi y al bertsolari Balendin Embeita, persona mayor. Torturaron a dos de ellos y golpearon a Balendin. En mi sermón declaré: En las cárceles de Euskal Herria se tortura con frecuencia”. Así comienza el primer testimonio de los 16 curas en la querella ante la jueza argentina. La historia referida es la del sacerdote Alberto Gabikagogeaskoa, quien pasaría varias veces por la cárcel de Zamora durante los años 60, la última con una condena de 12 años tras una huelga de hambre en el obispado de Bilbao.

Las marcas de tortura y el obispo
Otros curas, como Martin Orbe encausado en el juicio sumarísimo de Burgos, narran a la jueza las torturas que sufrieron: “ (… ) Reclinar las rodillas, doblar todo el cuerpo hacia adelante, con las dos muñecas sujetas detrás de las rodillas y obligar a caminar a la velocidad que exijan y así hasta que revienta el preso y empieza a soltar. Semejante tortura no hay quien la aguante”. Menciona también  las torturas psicológicas: “…Echarte una y mil veces en cara que los hechos bien demuestran que eras un sacerdote indigno”. El cura intentó enseñarle las marcas de las torturas al administrador apostólico de Bilbao José María Cirarda que fue a visitarle pero éste “rehusó verlas”. Corría 1969.

“Multas por cualquier motivo”
Por la huelga de hambre en el Obispado de Bilbao en 1969 en denuncia de “las torturas y el estado de excepción”  fueron condenados a cumplir condena en Zamora varios curas. Al sacerdote Josu Naberan le cayeron 12 años, “sentencia realmente fuerte por un manifiesto que denunciaba la represión de los derechos humanos, las torturas, la ley de bandidaje y terrorismo, juicios especiales…”. El cura Xavier Amuriza, recuerda su primera vez en la cárcel del Concordato, en 1965 por impago de “multas que nos lanzaban por cualquier motivo, sermones, propaganda, manifestaciones… y que suponían un mes de prisión”.

La muerte del sacerdote Nicolás Tellería
Amuriza  reseña el motín y la quema de la prisión que protagonizaron, las celdas de castigo y la muerte de otro compañero sacerdote encerrado con él, Nicolás Tellería, quien falleció de cáncer a los tres meses de su puesta en libertad. Tellería también fue encarcelado durante seis años por la huelga de hambre en el obispado. El jesuita Paco García Salve denunciaba que la inasistencia medica y las privaciones habían precipitado su fin.

Militancia y sacerdocio
En 1972 el cura Pedro Berrioategortua escribió al alcalde y a los concejales “afeando sus conductas porque  con su presencia corporativa en misa no representaban al pueblo sino al poder establecido que niega en las leyes y en la práctica al ejercicio libre de los derechos humanos”. El TOP le envío a Zamora por desacato. Algún cura como Jon Etxabe dice haber ayudado en ocasiones a militantes liberados de ETA en 1969. En el proceso de Burgos le cayeron 50 años. “Yo quería presentar mis contradicciones entre la militancia y el sacerdocio”, explica Etxabe en su testimonio.

Aplausos en Holanda
Algunos sacerdotes, como Felipe Izaguirre, mantuvieron sus particulares peleas para que les trasladaran a prisiones comunes. Izaguirre llegó a secularizarse para conseguirlo. También consiguieron solidaridad:  El cura obrero Juan Mari Zulaika  acudió en representación de sus compañeros presos – en una salida de la cárcel-  al congreso de la Iglesia Contestaria de Holanda: “Ellos luchaban por la supresión del celibato clerical. Nosotros luchábamos por los derechos más elementales, como el derecho a la huelga, la libertad de expresión, contra la tortura… Aplaudieron a rabiar”.

Himno nacional y banderas
“Prohibí que se tocara el himno nacional en la consagración y el gobernador me impuso una multa de 25.000 pesetas”, rememora el sacerdote Iñaki Aurtenetxe. Fue en 1968. Las multas se le fueron acumulando y acabó en Zamora. Algo parecido le ocurrió ese mismo año a Imanol Oruemazaga multado por tapar las dos banderas nacionales que presidían el altar mayor en la celebración del día de la patrona de la guardia civil. Fue su primera sanción. Desde 1964 a 1967 el sacerdote Patxi Bilbao protestó en sus sermones contra el uso de la bandera en actos religiosos. Sufrió denuncias continuas. Años más tarde también conocería la cárcel concordataria.

Silencio administrativo del obispo
“Pasé siete veces por comisaría. Nunca les permití ningún tipo de privilegio hacia mí por mi condición sacerdotal”, reivindica Periko Solabarría que saldría de Zamora en 1971. Por su parte, el fraile Pablo Muñoz Peña recuerda que según  el juez instructor militar “mi procesamiento fue efectivo a consecuencia del silencio administrativo del obispo de la diócesis de Donostia don Jacinto Argaya que no contestó al preceptivo requerimiento del juez según estaba establecido en el Concordato para el procesamiento de religiosos. Era la estrategia de los obispos, no contestar ni si, ni no, pero el silencio administrativo era interpretado por los jueces como carta blanca para procesarnos sin tener en cuenta el Concordato”.

Catalanes también
No solo pasaron por Zamora curas vascos, también sufrieron allí prisión curas catalanes como los del barrio obrero de Ca n´Oriac que en 1967 participaron en una fiesta campestre reivindicativa,  convertida en un enfrentamiento cuando la policía irrumpió en el acto. Tres curas fueron detenidos e interrogados sobre si conocían a algún comunista o miembro de Comisiones Obreras y por fin recluidos en Zamora tras pasar por el TOP.

La cárcel a una entre Iglesia y Estado
Julen Kalzada, dice que en el patio de la cárcel de Zamora rescataron unas plantitas de no más de 4 centímetros   “que nos devolvieron la sonrisa. Una de las plantas se ha hecho árbol frente al caserío de mi padre fusilado  en 1937 y mi hogar hoy”. Un rayo de ternura en la desesperanza. Pero en la orilla de la realidad, el cura García Salve remachaba: “…Ni siquiera reúne las condiciones de una cárcel corriente. La cárcel Concordataria es la única cárcel que tiene la Iglesia Católica a una con el Estado, en todo el Oriente y el Occidente, incluidos los países del Este…”.

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