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«¿Tiene algún sentido que recordemos a Cipriani? Lo tiene. La memoria histórica es lo único que puede impedir que nuestro corazón se convierta en un espantoso cementerio»
El Opus Dei acaba de ser degradado por El Vaticano, y esa es una excelente noticia tanto para quienes nos proclamamos cristianos como para todos los que creemos en la libertad de conciencia y en la más plena democracia. ¡Gracias, Papa Francisco!
En el Perú, Monseñor Cipriani ha pasado de ser la cabeza visible de esa secta hasta hace 3 años a convertirse en su perpetua máscara nefasta. La última perla de Juan Luis Cipriani, al despedirse en 2019 fue justificar las violaciones de niñas. Para conseguir el aplauso de los violadores y los pervertidos, aseguró que: “No es que se abuse de niñas, sino que la mujer se pone en un escaparate provocando”.
Cipriani, cabeza del Opus Dei peruano gustaba de concitar la atención por sus posiciones atrabiliarias. Entre ellas, su perpetua condena contra las madres solteras, los homosexuales, los métodos anticonceptivos, el aborto terapéutico y el divorcio.
A pesar de justificar estas posiciones en una supuesta defensa de la vida, miró hacia otro lado cuando el gobierno de Fujimori ordenó la esterilización masiva de unas 200 mil mujeres de nuestra sierra. No escuchó los ayes lastimeros de quienes eran obligadas a ese tratamiento bestial debido a su pobreza.
“Los derechos humanos son una cojudez” es la frase más recordable del líder del Opus. Durante la dictadura de Fujimori y en medio de una guerra que dejó 70 mil muertos, Monseñor Cipriani, en vez de actuar como pastor de la reconciliación y de la paz, hizo de apologista de la tortura, martirio de las víctimas. sacristán del tirano, y por fin, trabajó por la reelección indefinida del mismo. La corrupción. Por la existencia de seres como Cipriani, en el Perú hay dos males muy graves. Una, la corrupción que involucra a todos los presidentes de este siglo y a centenares de funcionarios públicos.
La perversidad Terminado hace más de 20 años el conflicto armado interno, los condenados por su participación que lograron salir al cumplir el tiempo de sus largas condenas, se pasarán la vida pagando reparaciones civiles al Estado. Contra todo principio del derecho que prohíbe penas retroactivas, el Congreso creó una ley de muerte civil que impide a los más de ellos trabajar en sus profesiones.
¿Tiene algún sentido que recordemos a Cipriani? Lo tiene. La memoria histórica es lo único que puede impedir que nuestro corazón se convierta en un espantoso cementerio.