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Santa Sofía, la derrota de la convivencia

El 10 de julio el gobierno turco anunció que el museo de Santa Sofía (Hagia Sophia) en Estambul, será transformado en mezquita, decisión que causó malestar en las comunidades cristianas y una advertencia geopolítica: la islamización de la otrora catedral patriarcal es una clara provocación.

El recurso legal empleado para revocar la condición de museo de Hagia Sophia dice mucho acerca de las transformaciones que están llevándose a cabo en Turquía. Según los juristas oficialistas, la estructura era la propiedad privada del sultán Mehmed II, el conquistador de Constantinopla, y fue él quien la consagró como mezquita ad eternum.

Grecia, la heredera cultural de Bizancio, amenazó con orquestar una campaña internacional de desprestigio y elevar el asunto en las Naciones Unidas. Rusia, si bien es reacia a criticar las políticas domésticas de los turcos en público, dejó entrever su malestar.

Al decir del licenciado en Relaciones Internacionales y magíster en estudios de Medio Oriente por la Universidad de Tel Aviv, Federico Gaón, la tesis de esta tensión es la de un “choque de civilizaciones”.

Popularizada en el marco de los ataques del 11 de septiembre de 2001, la teoría es particularmente conocida por postular que el Islam tiene “fronteras sangrientas”. Según articulaba Samuel Huntington, los Estados musulmanes raramente se reconcilian con sus vecinos de otras denominaciones, arrojando una tradición que antagoniza o contrasta negativamente con otros grupos culturales.

En este sentido, la cuestión de Hagia Sophia ha tenido el efecto reminiscente de despertar las memorias colectivas de los cristianos ortodoxos y de los países conservadores de Europa oriental. Para bien o para mal, a juzgar por los discursos en boga, tanto griegos como rusos, búlgaros y húngaros son conscientes de que el último milenio fue testigo de la progresiva expansión del Islam sobre territorios cristianos, incluida la propia Europa. De hecho, la histórica y longeva dominación otomana de los Balcanes ayuda a explicar el gran sentimiento antimusulmán que reflejan los cristianos (y los colectivos antiliberales) de los países que se independizaron de los sultanes a partir del siglo XIX.

En rigor, Hagia Sophia dejó de funcionar como iglesia en 1453, cuando cayó Constantinopla. Fue convertida en mezquita y funcionó como tal hasta 1934, cuando, bajo Mustafa Kemal Ataturk, el edificio se transformó en museo. En aquel entonces se iniciaron labores para restaurar los mosaicos bizantinos cubiertos durante casi cinco siglos, en lo que constituye la atracción turística más importante del país. Fuentes turcas aseguran que, contrario a lo que temen los detractores, la iconografía cristiana no será removida, sino que probablemente será cubierta con cortinas durante los servicios religiosos.

Sin embargo, exagerada o no, la indignación contra el “sultán” Recep Tayyip Erdogan tiene su contracara en la creciente retórica y actitud filoislamista de las autoridades turcas. Al respecto, mientras que los voceros del gobierno esbozan palabras moderadas para la CNN y la prensa occidental, imparten otro mensaje diferente cuando se trata de comunicar las novedades para el mundo musulmán. Mientras que en inglés se afirma que todos los cultos tendrán permitido el acceso al edificio, en árabe se establece que “la resurrección de Hagia Sophia es un afectuoso llamado de nuestro corazón a todas las ciudades de nuestra civilización, desde Bujará (Uzbekistán) a Andalucía (España)”.

“Erdogan -dice Gaón en un artículo publicado ayer en Infobae- es hipócrita cuando rutinariamente denuncia el maltrato contra musulmanes cuando él mismo desconoce los reclamos de los cristianos. Es demagogo, pues apela al renacimiento islámico para cosechar votos nacionalistas, pero también, evidentemente, para apalancar la reputación y prestigio de Turquía en el mundo musulmán”.

Los países árabes y del sudeste asiático son portadores de un sentir religioso mucho más afianzado que el existente entre los propios turcos, quienes vienen arrastrando un siglo de laicismo de Estado (kemalismo) hecho a la usanza francesa.

En este contexto, el recurso legal empleado para revocar la condición de museo de Hagia Sophia dice mucho acerca de las transformaciones que están llevándose a cabo en Turquía. Hagia Sophia funcionaba como uno de los grandes símbolos de la convivencia interreligiosa. Y lo perderá tanto Turquía como la humanidad.

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