Hace apenas tres años, Ousmane Sonko (Thies, Senegal) era un desconocido en su propio país. Hoy, sin embargo, es una de las figuras políticas con más proyección de África occidental. Su denuncia del expolio de los recursos africanos y de la corrupción, así como su rechazo a la presencia francesa en el Sahel o al franco CFA, la moneda heredada del colonialismo, le han convertido en un referente de la nueva ola de protestas que protagonizan jóvenes inconformistas. A sus 45 años, este inspector de impuestos senegalés y diputado desde 2017 encarna esa África que persigue un cambio profundo.
Pregunta: En 2019 se presentó a las presidenciales senegalesas y quedó en tercer lugar. ¿Sigue sin reconocer los resultados? ¿Está satisfecho con ese 15% de votos?
Respuesta: Por supuesto que no los acepto, el presidente Macky Sall se fabricó una victoria técnica ya desde antes de los comicios mediante la manipulación del censo o el reparto de carnés electorales. En condiciones normales hubiéramos llegado al 25 o 30%. Aun así, estuvimos fantásticos. Eran nuestras primeras presidenciales, con un partido nuevo, gente sin experiencia y apenas recursos.
P. ¿Por qué se niega a participar en el diálogo nacional propuesto por Macky Sall?
R. ¿Qué sentido tiene? Un diálogo nacional es necesario tras una guerra civil o por un grave peligro. Aquí el único riesgo es la incompetencia, la gobernanza escandalosa y la falta de patriotismo del presidente, que ahora quiere compartir la responsabilidad de la subida de precios, la situación económica desastrosa, el endeudamiento explosivo y la instrumentalización de la Justicia. Este país está al borde de la implosión y el Gobierno se orienta hacia inversiones no prioritarias, como un tren de 38 kilómetros o un frenesí de autopistas, mientras no hay empleo, la pobreza es endémica y la agricultura, la ganadería y la pesca están hundidas. Ese es el peligro.
P. Su análisis contrasta con el crecimiento económico sostenido de este país en los últimos años, cifras avaladas por los grandes organismos financieros internacionales.
R. ¿De qué crecimiento hablamos, a quién beneficia, de dónde viene? El 80% de nuestra economía está en manos extranjeras, crecemos para otros. Incluso si llegamos a un 20%, no servirá para nada, no va a resolver la pobreza o el paro, no arreglará los problemas de África. Tenemos que apostar por una movilización endógena de nuestros recursos y orientarnos sobre nuestras verdaderas prioridades, como la Educación o la Salud. Y deben ser las empresas senegalesas las que lideren.
P. Defiende la renegociación de contratos con las empresas extranjeras. ¿No cree que su discurso puede generar inquietud en empresarios y ciertas élites?
R. Nuestro discurso inquieta a las élites políticas asentadas sobre prebendas desde 1960. También a los empresarios que no han trabajado nunca, que son multimillonarios por pegarse al poder, igual que a ciertas autoridades tradicionales. Los inversores extranjeros serios no deben inquietarse porque saben que ganarán más trabajando en un estado con reglas. Igual que los banqueros, funcionarios, abogados, la diáspora, los jóvenes. Esos no están inquietos, al contrario, se adhieren a nuestro proyecto.
P. En la actualidad hay un renacer de la ideología anticolonialista, ustedes se definen como patriotas y panafricanistas. ¿Cuáles son sus referentes?
R. El anticolonialismo no forma parte de nuestro vocabulario. El presidente francés Emmanuel Macron se equivoca. No hay un sentimiento antifrancés en África, sino proafricano. Nadie ha desembarcado aquí con cañones o misiles para obligarnos a nada, son nuestros presidentes quienes siguen doblegándose. El patriotismo es el corazón de nuestra actividad política, Senegal y los senegaleses son el centro de nuestra preocupaciones. Pero también somos panafricanistas, una ideología siempre combatida y excluida. Thomas Sankara lo fue, igual que Nkrumah, Lumumba, Jerry Rawlings o el senegalés Mamadou Dia. Algunos fueron asesinados, porque había que meter peones del colonialismo. Hoy hay un resurgir de esa dinámica, que aún balbucea, en un contexto más favorable de democratización de la comunicación.
P. África es rica en recursos naturales, en ocasiones asociados con conflictos. Senegal comienza la explotación de gas y petróleo. ¿Es una oportunidad o una amenaza?
R. Un recurso natural no puede ser sino una bendición divina. Es su uso lo que puede ser una maldición. El gas, el petróleo, los fosfatos, el zircón, el oro. Tanta riqueza que tenemos y no nos beneficiamos. Esa maldición se puede transformar en crisis. Muchos países en el mundo han sido desestabilizados por multinacionales porque una nueva dinámica política ha querido poner esto en cuestión. Eso es lo peligroso. No han sido maldición para los países del Golfo o Europa.
P. ¿De quién es la culpa de que miles de jóvenes africanos estén muriendo en el Atlántico y el Mediterráneo?
R. Sobre todo, de Europa. El 80% de la riqueza sale del Sur en condiciones leoninas para ir a alimentar el Norte y luego nos dicen: “Queremos vuestros recursos, pero ustedes se quedan ahí con vuestra pobreza”. Es una hipocresía. Si saqueas los bienes, la gente va a seguir el mismo camino de esos bienes. Si quieren que la gente se quede, pues que dejen la riqueza aquí y si vienen a buscarla, que paguen un precio justo por ella para generar desarrollo. Nosotros también necesitamos buenos hospitales y escuelas. Pero la responsabilidad es compartida. Un presidente africano que firma un contrato que no responde al interés de su país es un traidor. ¿Es normal no tener una sola fábrica de transformación de pescado y que nos vendan las latas de sardina capturadas aquí?
P. La violencia yihadista se ha convertido en un enorme problema en países como Malí, Níger o Burkina Faso. ¿Le preocupa?
R. Sí y no. Es un fenómeno fabricado. Francia tiene que asumir su responsabilidad por la desestabilización tras el asesinato de [el presidente libio Muamar el] Gadafi, que abrió la puerta del norte de Malí a toneladas de armas. Pero, ¿cómo es posible que grupúsculos de yihadistas inquieten a cinco ejércitos más 4.500 militares franceses con medios tecnológicos importantes? Eso es lo que lleva a muchos a preguntarse sobre un interés oculto, a pensar que Francia no lucha de verdad contra los yihadistas. Yo lo creo, siempre hay un interés, intentan conservar unos dominios que están perdiendo. El mensaje es: “Atención, nos necesitáis”. Macron convoca a los presidentes africanos y les dice: “Vuestros pueblos tienen discursos que no me interesan, arreglen eso”. Y se lo dice a líderes de países frágiles, lo que abre la puerta al despotismo. El presidente nigerino dice que todos los que piden la salida de los franceses son defensores del yihadismo, mañana harán una ley para decir que son terroristas. En EE UU, la opinión pública luchó contra la guerra de Vietnam o de Irak. Parece que en África no tenemos derecho.
P. Usted ya planteaba en su campaña electoral el abandono del franco CFA. ¿Está satisfecho con la introducción de Eco, la nueva moneda, a partir de este verano?
R. Es el avance más importante desde 1945, pero faltan medidas técnicas. Por ejemplo, hay que trabajar sobre la paridad, que se mantiene fija, y eso plantea problemas, no permite desarrollar una economía. Hay que ir a una moneda flexible y creo que se hará. También me preocupa que el órgano que gestiona la moneda, la BCEAO, es muy dependiente de Costa de Marfil. Hay que ir a un Banco Federal desconectado de la política, como el Banco Central Europeo o la Reserva Federal Americana. El debate entre países anglófonos y francófonos es falso, los primeros no están aún preparados para la nueva moneda. Hay que ir paso a paso.