En México se ha desarrollado paulatinamente un Estado laico como fuerza integradora de la nación.
Se empezó a configurar al inicio de la lucha por la independencia nacional y se afirmó con Juárez como una imperiosa necesidad de secularizar las instituciones, la educación, la ciencia, la filosofía y la actividad humana. El laicismo, la libertad y la democracia se vinculan entre sí a lo largo del proceso histórico para unificar y modernizar a la nación.
En el laicismo que se configura en la Constitución Política Mexicana están sabiamente armonizados con nuestra realidad histórica y social los derechos universales del hombre. Su filosofía es un positivo factor de concordia y unidad entre todos los mexicanos. Promueve una convivencia colectiva respetuosa de la dignidad humana, garantiza la armonía interna de la población y asegura la paz social. Fomenta la unidad nacional y una adecuada comprensión de la vida internacional.
Don Jesús Reyes Heroles aclaraba frecuentemente que la secularización de la sociedad y la supremacía civil del Estado surgieron en México precisamente para evitar que la sociedad fuese perturbada por conflictos de orden religioso. Consecuentemente, con base en el laicismo, se defiende la unidad nacional. Se salvaguarda a la nación de luchas estériles y se propicia la transformación de la sociedad por una vía pacífica.
En nuestra Constitución, de orientación laica, están garantizadas las libertades del hombre, como la de profesar la creencia religiosa que más le agrade. Para el Estado se estableció una fórmula que efectivamente sirve para evitar conflictos religiosos y políticos que dividan a la nación. Por respeto a la religión, no se permite que se le use como bandera política para confundir y dividir al pueblo mexicano.
En un aniversario de la Constitución, Jesús Reyes Heroles explicó que uno de los principios estructurales contenidos en nuestra Carta Magna es la de “erigir una sociedad estrictamente civil en que no se puedan dar actos religiosos del Estado ni actos estatales de la Iglesia; que comprenda como necesario dejar a la vida interior, íntima del individuo, lo que a ella concierne”.
Don Jesús Reyes Heroles expresaba que nuestros antepasados ideológicos lucharon denodadamente por la libertad de conciencia, en la que se funda y de la que proviene la libertad para creer o no creer en lo que se quiera. Aclaraba que entre la libertad de conciencia y el libre pensar no se interpone la ley. Luego decía que en la escuela no se enseña a creer o no creer. “Se enseña a pensar por cuenta propia, a saber y hacer. La ciencia no tiene religión”.
El cardenal mexicano Norberto Rivera Carrera ha reconocido que el laicismo propugna por la auténtica libertad religiosa. Considera que en el artículo tercero constitucional hay una lista larga, espléndida, de valores con los cuales coincidimos todos los mexicanos. La educación se corresponde con el Estado laico que forjaron los liberales del siglo XIX.
El Papa Juan Pablo II hablaba de la libertad que se ha de fundar en la verdad y se refería a la liberación de todo el género humano. Afirmaba que la liberación no se reduce a los aspectos sociales y políticos, sino que encuentra plenitud en el ejercicio de la libertad de conciencia, base y fundamento de los otros derechos humanos. Esas libertades y derechos sólo pueden ser garantizados por el laicismo.
El Papa Benedicto XVI ha ratificado que la Iglesia respeta la laicidad del Estado en todos los países. Esa laicicidad es un principio fundamental contenido en la Constitución Política Mexicana. Es una de las bases de la unidad nacional. Es una decisión inalterable la separación de la Iglesia y el Estado la no participación de las iglesias en la política de partidos y la educación laica.