Lujo, exceso de vodka y todo tipo de perversiones sexuales. ‘Kler’ provoca un terremoto en la ultracatólica Polonia
Podemos pensar que la sombra de la Iglesia en España es alargada, pero se queda corta si la comparamos con Polonia, un país donde Jesucristo fue declarado oficialmente ‘Rey de Polonia’, con el propio presidente de la República como testigo y un crucifijo presidiendo la puerta del Parlamento, y donde el 64% de la población concibe la religión como un elemento clave de la identidad nacional, frente al 38% de nuestro país.
Ha sido una película la encargada de remover unas conciencias silenciadas por la omnipresencia de la iglesia y de provocar un auténtico terremoto en el Estado y la sociedad polaca.
Se trata de Kler (Clero), de Wojciech Smarzowski, una cinta que llama especialmente la atención en uno de los países más ultracatólicos de toda Europa, donde el 87% se declara católico (60% en España). El filme se ha convertido ya en el más visto de la historia del país con más de tres millones de espectadores. Pero el tsunami Kler ha traspasado fronteras y ha colgado el cartel de ‘entradas agotadas’ en países como Holanda, Noruega o Islandia, donde se estrenará próximamente.
En el cuarto país con más curas del continente (más de 71 por cada 100.000 habitantes), este largometraje se ha atrevido a criticar a una Iglesia, muy relacionada con los poderes políticos. Además, ha sacado a la luz dos Polonias distintas. Mientras en grandes ciudades como Varsovia el público se levanta y aplaude al terminar la película, en la Polonia rural -y no tan rural- las autoridades han presionado a los dueños de los cines para no que no la proyecten. Así ha ocurrido en Ełk (56.000 habitantes) o en Ostrołęka (53.000).
La película relata las juergas de tres sacerdotes, amigos de la infancia, en un orfanato católico donde sufrieron distintos abusos. De vuelta al presente, deciden reunirse una vez al año para ‘desmadrarse’ y beber vodka hasta el coma etílico, manejando fajos de billetes para financiar toda perversión que se les ocurra. La ambición de uno de ellos choca con un arzobispo con estrechas relaciones con los políticos que pretende crear un gran santuario y parque temático al estilo de Lourdes. Otro induce a abortar a una feligresa de su parroquia con la que mantiene una relación. El tercero es un pederasta y alcohólico muy ‘amigo de lo ajeno’.
Janusz Gajos, uno de los actores de Kler, aseguró que el largometraje “es una invitación a los polacos para iniciar una seria conversación; debería ser una llamada de atención, todos conocemos hechos de una gravedad inimaginable que tienen lugar tras las cortinas de la Iglesia y cuyos perpetradores son protegidos”.
A pesar de que la Iglesia católica polaca se ha visto afectada en los últimos años por una sucesión de escándalos tales como injerencias políticas, pederastia, atisemitismo o delitos económicos, no había habido suficiente valor para realizar críticas serias a esta gran institución, que ha escondido sus problemas bajo la alfombra de forma sistemática con la colaboración del Gobierno, en manos de la extrema derecha de Ley y Justicia.
Tanto es así que el director de Kler no ha necesitado tirar excesivamente de su imaginación. Numerosas escenas han sido sacadas de las propias experiencias reales de los participantes en el rodaje o de las noticias recogidas por los periódicos polacos. Algunos de esos ejemplos reales que han inspirado las escenas del filme son el caso de la condena a la Iglesia polaca a pagar 225.000 euros a una joven que fue secuestrada y violada por un cura durante 10 meses en 2008 cuando apenas tenía 13 años.
También se puede ver la influencia de la noticia recogida por la versión polaca del diario Newsweek sobre el foro de internet en el que curas gays compartían información para encontrar chicos “complacientes y discretos”. Poco después salían a la luz las fotografías de alumnos de 7 a 14 años sometidos a una “ceremonia de bienvenida al nuevo curso” en la debían lamer la crema untada en las rodillas de los curas. La inmunidad de los curas que muestra el largometraje también evoca situaciones reales como la exclusión de 56 curas del listado publicado por el Gobierno con los nombres de los condenados por abusos sexuales a menores.