Italia lloró el sábado a las víctimas del puente derrumbado en una autopista en la ciudad de Génova con un funeral de Estado, mientras los equipos de rescate seguían buscando a los últimos desaparecidos enterrados bajo los escombros.
El martes, un tramo de 200 metros del puente de Morandi en Génova se hundió y provocó la caída en picado de decenas de vehículos a una altura de 50 metros, matando al menos a 43 personas.
La misa por 19 de las víctimas se celebró en el Centro de Exposiciones y Ferias de la ciudad portuaria del norte de Italia y estuvo oficiada por el arzobispo de la ciudad, el cardenal Angelo Bagnasco.
El jefe de Estado de Italia, el presidente Sergio Mattarella y el primer ministro, Giuseppe Conte, asistieron a la ceremonia, así como el ministro de Transporte, Danilo Toninelli.
Pero algunas de las familias de las víctimas boicotearon el evento y celebraron sus propios servicios privados, en señal de protesta contra el Estado, considerado negligente en su papel de supervisar la seguridad del puente de gestión privada.
El sábado por la mañana los equipos de rescate encontraron otro coche bajo losas de hormigón. La brigada de bomberos y la prefectura de Génova dijeron que era «compatible» con uno que supuestamente llevaba a una familia de tres miembros, pero el balance oficial de muertos no fue revisado.
El Gobierno ha declarado el sábado día nacional de luto y el estado de emergencia para Génova, uno de los puertos más grandes de Italia.
Miembros de la brigada de bomberos, equipos de rescate y la policía fueron recibidos con aplausos cuando entraron en el centro de exposiciones, donde los ataúdes, incluido uno pequeño blanco para un niño, se alineaban frente a un altar temporal.
«Estas cosas no deberían suceder, pero desafortunadamente todavía lo hacen. Ahora están buscando a alguien a quien culpar, pero los muertos no pueden volver», dijo Giuseppe Rondinelli, amigo de una de las víctimas, que estaba entre los asistentes.
Jugadores de los dos equipos de fútbol de la ciudad, Génova y Sampdoria, se sentaron entre la multitud, tras negarse a jugar este fin de semana en señal de respeto. Familiares de los fallecidos permanecían junto a los ataúdes, adornados con rosas blancas y amarillas, algunos con las manos sobre los féretros.
Banderas albanesas cubrían dos ataúdes y la chilena otros dos. Otro fue cubierto con recuerdos de fútbol.
«El hundimiento del puente fue una herida en el corazón de Génova, es una herida profunda», dijo el arzobispo en su homilía.