Ante la visita de Benedicto XVI a España ayer finalizada, el cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, aprobó un decreto que ha reconocido a los sacerdotes en la capital de España, durante estos días de la Jornada Mundial de la Juventud, «la facultad delegada para remitir dentro del sacramento de la penitencia la excomunión latae sententiae correspondiente al delito de aborto procurado, a los fieles verdaderamente arrepentidos, imponiendo una penitencia conveniente». Este decreto me parece una frivolización de la moral cristiana aprobada por la misma cúpula eclesial. Algo así como Rebajas morales en España. Agosto del 2011. Es el mejor ejemplo del absolutismo episcopal y papal, que no se atiene ni siquiera a los propios principios morales eclesiásticos, que obispos y Papa transgreden siempre que les viene en gana, como los faraones egipcios, los señores feudales en la edad media o los dictadores de turno. ¿No es esto moral a la carta? ¿No es esto relativismo moral? Primero se acusa a las mujeres que han abortado y a las personas que colaboran en el aborto de asesinas, sin reparar en la situación de dichas mujeres ni respetar la libertad de conciencia, y se las excomulga sin piedad. Ahora, tras pasar por el confesionario, se las libra de la excomunión.
Tras estas rebajas oportunistas, ¿quién va a creer en la obligatoriedad de las orientaciones morales de la jerarquía eclesiástica? Ni siquiera los propios cristianos más fieles al magisterio eclesiástico. Los dirigentes católicos han perdido toda credibilidad no solo en el terreno doctrinal, sino también en cuestiones morales. Antes se acusaba a las mujeres abortistas de asesinas y se pedía para ellas no solo el castigo divino, sino también la sanción penal correspondiente a los asesinos. Ahora se las absuelve con solo arrodillarse ante un sacerdote anónimo y expresar arrepentimiento.
Esencia nacionalcatólica
¿Pasó por alguno de los confesionarios del Retiro el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, inspirador de la ley del aborto, para que se le se perdonase su crimen horrendo de aborto, antes de ser recibido por el Papa en la nunciatura? ¿Hicieron lo mismo los más de 180 diputados -algunos, católicos, entre ellos el presidente del Congreso- que dieron su voto a la ley que, según los obispos, justificaba el asesinato de los inocentes? Y el Rey, que firmó la ley, ¿se confesó de complicidad en el crimen antes de recibir al Papa en el aeropuerto de Barajas y en el palacio de la Zarzuela? ¡Imagínense a las máximas autoridades del Estado y a más del 50% de representantes del pueblo español pasando por el confesionario! Es el nacionalcatolicismo en su más pura esencia 33 años después de la aprobación de la Constitución española, que establece que ninguna religión tendrá carácter estatal. ¡Falso! Hay una que tiene ese carácter: la Iglesia católica. A los hechos de estos días me remito: recepción oficial de las autoridades políticas de las tres Administraciones y honores al Papa como no se dan a otras personalidades mundiales.
El decreto del cardenal Rouco Varela, firmado con la anuencia del Papa, me trae a la memoria el chiste de Groucho Marx: «Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros».