El 13 de marzo de 2013, la embajada de Estados Unidos ante la Santa Sede recibió con una cuota de desconcierto la elección de Jorge Mario Bergoglio como el nuevo Papa de la Iglesia Católica. En un informe de dos páginas, recientemente desclasificado, fechado ese mismo día y firmado por el entonces encargado de negocios de la representación de Washington ante el Vaticano, Mario Mezquita, se señala que la elección del arzobispo de Buenos Aires como sucesor de Benedicto XVI “en solo cinco rondas de votaciones resultó una gran sorpresa porque Bergoglio había sido raramente mencionado como papabile”. El documento recuerda que incluso varios vaticanistas, como el estadounidense, John Allen habían descartado que el cardenal argentino pudiera ser un candidato “porque probablemente está fuera de la ventana de edad” al tener más de 75 años.
La confusión y el desconocimiento sobre el rumbo que tomaría el futuro Papa también queda en evidencia en otro informe enviado cinco días después y firmado por el mismo Mezquita. “Al ser consultados sobre qué esperan del pontificado del Papa Francisco, conocedores del Vaticano y funcionarios de la Curia sostienen que no saben. ‘Simplemente no conocemos al hombre’, nos dijo un funcionario, citando su falta de experiencia en la Curia. ‘Solo nos queda esperar y ver’”, señala el documento de cuatro páginas. El texto cita además a “un funcionario muy bien posicionado en el Vaticano” que comentó que, tras la elección, “hay muchas personas en la Curia que están nerviosas en este momento” y que algunas se están preguntando “donde va a caer el hacha”. “Deberían estar nerviosos, espero que comience a limpiar la casa”, habría comentado un obispo.
Los informes también destacan el estilo informal mostrado por el Papa en sus primeras horas, aunque precisa que “queda por ver cuánto tiempo el Papa Francisco podrá –o se le permite- mantener su estilo relajado”. “Por ahora su aproximación es un contrapeso a los previos ocho años de formalidad y el regreso a las prácticas liturgias previas que habían sido descartadas”, en referencia a la tendencia más tradicionalista impuesta durante los años de Benedicto XVI. Incluso recuerdan una entrevista dada por Bergoglio antes del cónclave de 2005 en el que aseguró que “ser parte de la Curia sería la muerte para mi, mi vida está en Buenos Aires, sin las personas de mi diócesis, sin sus problemas, siento que algo me falta cada día”. En esa ocasión el arzobispo de Buenos Aires también criticó el clericalismo que ha sido un tema central en su pontificado.
Paralelamente, un informe enviado el mismo 13 de marzo desde la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires por la embajadora de ese país en Argentina Vilma Martínez describe a Bergoglio como un conservador “cercano a Comunione e Liberazione, un movimiento laico conservador”. Además, en un perfil de dos páginas destaca su poco “fluida” relación con la presidenta argentina Cristina Fernández y agrega que “algunos observadores se han sentido decepcionados de que no le dé mucho énfasis a temas de justicia social”. “En lugar de articular posiciones en materias de política económica”, agrega, “Bergoglio prefiere poner énfasis en la espiritualidad y la santidad, convencido de que esto llevara naturalmente hacia una mayor preocupación por los pobres. Sin embargo, ha apoyado públicamente programas sociales y criticado las políticas de libre mercado”.