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La Iglesia Católica portuguesa tolera a los curas que tienen hijos estando en el cargo

Hace unas semanas el padre Giselo Andrade, párroco de la Iglesia de Nuestra Señora del Monte -una de las más conocidas de la isla portuguesa de Madeira- sorprendió a sus feligreses con una noticia chocante: ante la mirada atónita de la congregación, el cura asumió la paternidad de una niña nacida el pasado mes de agosto.

Los rumores sobre la proximidad entre el religioso de 37 años y su «amiga entrañable» -una profesora universitaria que ya tenía dos hijos de otra pareja- abundaban desde hace meses, pero pocos feligreses pensaban que fuesen verdad. No obstante, una vez que se confirmaron los hechos, no se mostraron excesivamente revueltos por la confesión del padre Giselo. El cura es querido por la comunidad, a la que sirve desde hace casi 10 años, y recordado con cariño por la manera en la que atendió a los afectados por la caída de un árbol durante la celebración de una romería multitudinaria durante el verano, en la que murieron 13 personas. Lejos de rechazar al religioso, los fieles han mostrado su apoyo, llenando las misas dominicales celebradas por el párroco desde que hizo su anuncio.

Y ese apoyo parece haber sido clave en la decisión del obispo de Funchal, António Carrilho, quien ha generado titulares en los principales diarios lusos al apostar por mantener al párroco en el cargo. Aunque el prelado ha manifestado su «tristeza» ante el comportamiento tan poco ejemplar del religioso, también insiste en que «todo se perdona en esta vida siempre que haya una arrepentimiento verdadero». El obispo ha dado a entender que la ley canónica no impedía que el padre Giselo siguiese ejerciendo como cura pastoral, especialmente si cuenta con el apoyo de su congregación.

Aunque la Conferencia Episcopal lusa ha evitado hablar explícitamente sobre el asunto, el cardenal patriarca de Lisboa, D. Manuel Clemente, confirmó que en derecho canónico un párroco que sea padre puede seguir ejerciendo como tal si reanuda el celibato. El eclesiástico calificó lo acontecido en Madeira como una «infidelidad» hacia la Iglesia, pero a la vez comparó el caso con las infidelidades que resultan en el nacimiento de un hijo fuera del matrimonio convencional: «Se tiene que asumir la responsabilidad en relación a la criatura, pero eso no implica que se tenga que destruir la vida familiar».

«Se tienen que asumir las consecuencias de esta ruptura momentánea, pero se puede seguir adelante siempre que haya voluntad de hacer las cosas con más conciencia y responsabilidad».

¿Nueva tolerancia?

Pese a que el derecho canónico deja margen para casos como el del padre Giselo, históricamente la Iglesia Católica portuguesa se mostraba poco abierta a esta interpretación y forzaba la salida de los curas que asumían la paternidad de hijos nacidos tras el ingreso en el clero. Recientemente, sin embargo, las autoridades religiosas lusas se han mostrado más tolerantes en este ámbito, y actualmente se sabe de al menos 18 miembros del clero que han asumido la paternidad de hijos y siguen ejerciendoen el país vecino.

Un posible factor en la mayor tolerancia con este asunto podría ser la dramática disminución del clero portugués. Pese a haber 9,3 millones de portugueses que se autodefinen como católicos, solo hay 2.524 sacerdotes en el país de la Virgen de Fátima, y cada vez menos jóvenes entran en los seminarios. Desde hace años se «importan» religiosos de Brasil y las ex colonias portuguesas en África, pero aun así el número de párrocos sigue cayendo. Ante este panorama, se entiende que las autoridades eclesiásticas hagan la vista gorda cuando un cura con gran apoyo comunitario se desvíe del camino.

«Es evidente que algo ha cambiado», opina Alberto Osório, portavoz del Movimiento Fraternitas, organización que engloba personas que dejaron el ejercicio de las órdenes sacras para entablar una vida familiar, y que tiene unos 115 afiliados en Portugal. «En tiempos pasados este tipo de situación necesariamente implicaban la salida del sacerdote, generalmente con bastante rechazo por parte de las autoridades. Es un proceso muy traumático, y sé de casos en los que el sacerdote tuvo que abandonar el cargo, la comunidad local, incluso el país ante el estigma social».

«En el caso del padre Giselo es de aplaudir que el obispo ha mostrado muchísima tolerancia, y gran conocimiento de las reclamaciones de los feligreses. Se está siguiendo el derecho canónico, que deja la decisión final de seguir o desistir del oficio en manos del religioso».

Osório celebra la «apertura» de las autoridades religiosas con el cura madeirense, pero reconoce que le preocupa lo que eso implica para la madre y la hija reconocida. «No cabe que un religioso se case con la madre de la criatura y siga en el oficio, por lo que necesariamente impide que cumpla con sus responsabilidades como padre. Fue un acto de gran coraje reconocer la paternidad, pero el seguir en el sacerdocio implica cierto abandono; la Iglesia rehúsa ser madrastra».

Aunque el Vaticano no tiene una posición firme sobre el asunto, durante su época como arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, quien devendría en el papa Francisco afirmó que «el derecho natural supera el de ser religioso, por lo que un cura que deje embarazada a una mujer tiene que abandonar el ministerio y cuidar de esa criatura«.

Para Osório, quien formó parte de una orden religiosa durante 12 años antes de abandonar el oficio en 1992, el caso del párroco madeirense reabre el debate sobre el celibato sacerdotal y la necesidad de suprimirlo o de rebajarlo. «La aceptación social del padre Giselo tras su anuncio demuestra que la sociedad está cambiando, y que ya no existe el rechazo o escándalo social que antes iba ligado a estos acontecimientos».

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